¿Es necesario el cuerpo? La transferencia en la conducción de tratamientos por medios virtuales.

*Trabajo aceptado para su presentación en el XXXI Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis FEPAL 2016 y pre congreso de OCAL.
A medida
que ha cambiado el ritmo de vida de nuestras ciudades a uno cada vez más
agitado e influido por los rápidos avances de la tecnología, pareciese que las
formas clásicas de comunicación entre los seres humanos se han venido
modificando a todo nivel. Los espacios antes reservados para el intercambio
directo, cara a cara, e importantes reuniones que no tenían cabida fuera del
espacio interpersonal, “en vivo”, han venido siendo sustituidos o
complementados por la presencia de lo virtual, y con ello, si bien muchas veces
se han dado en mayor en cantidad o de forma más rápida, sin duda ha cambiado su
cualidad, dándose estos encuentros de un modo diferente. La comunicación
epistolar clásica ha sido totalmente sustituida por su versión electrónica e
inmediata; una reunión poco formal para discutir aspectos diversos o
simplemente conversar ya no es igual de necesaria si existe un grupo de chat.
Incluso, las llamadas con el tono y la cercanía de la voz son menos frecuentes
que antes. Estas modificaciones, con sus matices positivos y negativos
han venido permeando en diferentes espacios, logrando abarcar desde el más
privado, hasta aquellos laborales y públicos; así amistades, familia, pareja y
trabajo son algunos de los elementos de la sociedad que se han visto alterados
por la presencia de la virtualidad, configurándose un mundo donde todo es cada
vez más inmediato, pero a la vez más impersonal, aunque esté lleno de
abundantes dispositivos digitales y de redes sociales.
Dentro de
los espacios humanos de intercambio, entre lo personal y lo laboral, el
psicoanálisis no escapa de ello. Así, lo virtual puede servir como una
herramienta muy provechosa para el contacto entre colegas, la difusión masiva
de eventos relacionados al pensamiento psicoanalítico y en general como una vía
de comunicación alternativa que permite relacionarse cuando media la distancia
o es imposible la reunión interpersonal directa por una causa de fuerza mayor.
Esto aplicado, por ejemplo, a un contexto académico como el de impartir un
seminario o realizar una supervisión no reviste mayor problema, sin embargo,
cabría preguntarse, ¿qué sucede cuando se demanda un análisis o una
psicoterapia psicoanalítica a distancia haciendo uso de mecanismos virtuales? -
en específico se hace referencia a las video llamadas-. ¿Es esto una
posibilidad, más allá de lo tecnológico? – donde sabemos que sin duda sería
perfectamente posible por las herramientas y oportunidades cada vez mayores que
brinda la internet - ¿O se trata simplemente de un intento forzado de
adaptación de una situación que fue concebida para darse dentro de un
funcionamiento radicalmente diferente? No cabe duda que el análisis natural y
clásicamente ha sido diseñado para darse entre dos, a través de un encuentro
real, que es mediado, entre otras cosas, por la presencia de los cuerpos con su
consiguiente contenido simbólico, y que implica miradas, saludos e
interacciones, a la vez que permite en un contexto de cercanía el transcurrir
de un tratamiento a profundidad, donde es fundamental el devenir de la
transferencia. ¿Es posible imaginarlo fuera de este contexto?
Son muchas
las interrogantes que pudieran formularse al respecto, no obstante, es una
realidad que cada vez son más los analistas que han incorporado la comunicación
virtual a través de videollamada como una herramienta de trabajo útil que
permite establecer o mantener un tratamiento cuando no es posible hacerlo de
modo tradicional. Las causas que pudiesen determinar la necesidad y pertinencia
de su uso son diversas, así como la consideración que se haga en cada
situación: se pudiese estar ante una demanda de ayuda que choca con la
imposibilidad del paciente a iniciar tratamiento con otro profesional, por
dificultades de adaptación sociocultural, o por el deseo de mantener el vínculo
del tratamiento presencial, por ejemplo, en el caso migraciones. Del mismo
modo, pudiera argumentarse la recomendación directa del analista, aunque éste
se encuentre en una ciudad diferente, o la dificultad de quien consulta de
acercarse a la oficina de su analista a causa de su propia psicopatología.
Aunque se
convierta en una práctica de uso frecuente, existen posiciones encontradas al
respecto, como quienes reniegan de toda utilidad de esta herramienta para
mantener o iniciar tratamientos nuevos, o aquellos que le dan igual valor al
que tendría un tratamiento convencional, pasando por quienes suelen emplearla
sólo para continuar tratamientos previamente iniciados en el consultorio, o los
que alternan sesiones virtuales con otras presenciales (Gallego-Díaz, 2009;
Grosz, 2011; Rodríguez, 2014; Zabalza, 2014). Como fuere, debe tenerse en
cuenta que la apertura a estas nuevas modalidades dentro de la terapia de corte
psicoanalítico, conlleva, entre otros aspectos, el dilema ante la presencia o
ausencia del cuerpo, así como las consideraciones respecto al proceso de
instalación o mantenimiento de la transferencia y su comparación respecto a
cómo sucedería en un tratamiento convencional.
El cuerpo y su presencia.
En su obra,
Freud mantuvo a lo largo de los años la importancia de la corporeidad mientras
sostenía la evolución de sus teorías. Incluso, en un momento llega a afirmar
que “el Yo es primera y fundamentalmente corporal (…) surge como diferenciación
del ello en el interjuego perceptual” (Freud, 1923/1976 p.60); así nunca
desligó por completo lo inconsciente de los procesos orgánicos. Ahumada (1999),
menciona que éste da a lo largo de su obra muestras del rol de fundamento del
sentido al psiquismo inconsciente y en éste a lo corporal, recordando que los
elementos de base del inconsciente, las pulsiones, son corporales en su
esencia, mientras que su cabalgamiento entre lo somático y lo psíquico lejos de
plantear contradicción, define la corporeidad de base del psiquismo en la
concepción freudiana. Debe tenerse presente que Freud se formó como médico
neurólogo y que inició sus postulados sobre el psicoanálisis estudiando fuertes
reacciones corporales de pacientes histéricas donde notó que la topografía del
cuerpo erógeno no coincidía con los lineamientos del cuerpo anatómico, algo que
posteriormente le llevaría a pensar también en la corporeidad de lo vincular.
Además, impulsado por la fuerte tendencia de la época y su énfasis en mantener
al psicoanálisis como una disciplina y un conocimiento válido dentro de la
comunidad científica, a pesar de todas las críticas que debió enfrentar en un
principio, le resultó imposible separarse totalmente de un modo de pensar
médico en relación a su concepción de la mente y lo biológico.
Chiozza
(1998), critica la distinción entre cuerpo físico, biológico y erógeno que
siguió teniendo peso en algunos estudios sobre medicina psicosomática y hace
referencia a la cualidad psíquica, a su facultad simbólica que viene dada por
la capacidad de significar y que de una u otra forma marca un continuo entre
instancias. De esta forma, enfatiza que no debe tomarse en consideración cuerpo
y alma como elementos diferentes que requieren de una tercera vía que les
vincule, sino que por el contrario son dos formas de mirar a una misma realidad
incognoscible, que cuando ignoramos su verdadero significado inconsciente
percibimos como cuerpo, siendo este en sí mismo, psiquismo inconsciente.
Si nos
basamos en esto, podríamos afirmar que el psiquismo inconsciente percibido como
cuerpo aparece en sesión, por la vía del hecho, por hablar sobre ello, o por la
percepción que paciente y analista tienen sobre sí mismo y sobre el otro. El
cuerpo aparece cuando se habla de él, pero también está presente cuando no se
le nombra, pues muchas veces bastará con hacer presencia. Sin embargo, más allá
de todo discurso, la presencia real y directa del cuerpo aportará una serie de
elementos claves, de gran peso, que frecuentemente terminan siendo complemento
del lenguaje hablado. Gestos, expresiones, movimientos, olores y hasta la forma
de sentarse en el sillón o de acostarse en el diván transmiten un mensaje.
Son estos,
elementos de gran valor que resultan asequibles fundamentalmente a través de lo
presencial y cuyo significado puede llegar a tener gran peso dentro del
transcurrir de una sesión. Resulta difícil imaginarse conceptualizaciones
ampliamente aceptadas dentro del psicoanálisis latinoamericano como las de
“campo dinámico” introducidas por Willy y Madeleine Baranger (1961-62) y
nociones como espacialidad, temporalidad, así como el contacto profundo, la
participación del analista y el trabajo conjunto entre ambos miembros de la
dupla analítica con la importancia que cobra la transferencia y el uso de la
contratransferencia (Goijman, 1999; Goldstein, 1999 ; León, 2009) fuera de la
atmósfera de una sesión dada en el mismo recinto. Esto no porque algunas no
pudiesen existir a través del internet, sino porque las circunstancias y
observaciones que inspiraron el concepto de campo dinámico y su posterior
estudio y desarrollo desde la clínica a la teoría, probablemente serían muy
diferentes si se aplicaran o se estudiaran desde un contexto tan distinto como
el virtual.
Cuerpo, transferencia y
proceso.
Lo antes
argumentado sostiene la importancia de la presencia del cuerpo dentro del
espacio de la sesión, cuerpo que cobra mayor peso con la significación
simbólica que le da cada miembro de la pareja analítica, pues es la
representación del otro con quien se trabaja, y que toma un sentido dentro del
espacio creado por ambos. Desde el analista, la presencia de su analizando
representa, entre otras cosas, la presencia del otro comprometido con su
proceso de auto descubrimiento profundo, pero que muchas veces demanda una
compañía y una presencia cercana y contenedora. Para su contraparte, la
presencia de su analista implica una escucha comprensiva, sin juicios, la
existencia de un otro que está dispuesto a entenderle y acompañarle en su
transitar por los propios caminos de su vida anímica.
Siendo así,
¿es entonces indispensable la presencia física de ambos en el mismo espacio
para que se instale la transferencia y discurra como tal el proceso analítico?
No del todo. El cuerpo del analista como receptor y depositario de la
transferencia de su paciente lo será en la medida en el que este trascienda su
cualidad únicamente física y se instale como representante simbólico de las
características que le sean atribuidas. Esto permite que la transferencia
se dé no solamente en un trabajo mediado por la presencia real de paciente y analista,
sino que también podría instalarse a través de lo virtual y los medios
electrónicos. Por ende, así como se instalaría la transferencia habría la
lectura e interpretación de ésta, así como su respuesta contratransferencial.
Sin
embargo, en el caso de aquellos tratamientos que son iniciados totalmente desde
lo virtual, sin que medien encuentros personales, es probable que la
transferencia tarde más en instalarse o lo haga de un modo diferente. Pudiera
pensarse que el encuentro a través de la internet es más frio e impersonal que
un encuentro presencial, algo que pudiese ralentizar el proceso, haciendo que
la confianza y la apertura necesaria que permite a quien consulta mostrarse
libremente, tarde un poco más. No obstante, en los casos de tratamientos
iniciados en presencia y donde la transferencia ya se ha establecido, la
necesidad de continuar vía remota debido a circunstancias de fuerza mayor,
puede llevar al mantenimiento del vínculo previamente creado y permite a ambas
partes continuar el análisis que se venía dando. Una vez superada la
modificación de encuadre, se podrán continuar los encuentros de un modo fluido
y aunque es posible que la nueva forma de trabajo perdure, a veces estos
encuentros por vía virtual tienen un carácter temporal (ante un viaje o una
situación de salud que impida al paciente asistir al consultorio), mientras que
otras veces marcan el principio de la terminación del análisis ante la
adaptación forzada por migraciones u otras circunstancias que implican un
proceso de ajuste mayor que se termina completando a los pocos meses.
Por último,
no debe dejarse de lado el problema de la profundización; es sabido que no
existe una ecuación lineal donde análisis sea igual a diván o que su uso
necesariamente implique un trabajo mayor, pero en parte es lo que se procura,
además de fomentar la regresión transferencial y permitirle al paciente una
mayor asociación libre para así ir pudiendo captar algunos destellos del
inconsciente. Al trabajar por vía virtual es algo que de entrada se pierde y
lejos de fomentar una revisión más profunda, a veces el relato puede verse
interrumpido por ligeros fallos técnicos, o la caída de la videollamada, lo
cual en lugar de ayudarle a asociar le trae de inmediato a lo consciente, a lo
actual, y a la necesidad de resolver este problema para poder continuar trabajando,
dándose así un vaivén que, en una sesión tradicional, normalmente no existiría.
Consideraciones finales.
Debe tenerse en cuenta la validez de las videollamadas como una herramienta de trabajo útil que en algunas circunstancias puede ayudar a continuar procesos que de otro modo estarían condenados a su extinción. Es una alternativa que no necesariamente implica una adaptación forzada del contexto analítico fuera de su entorno natural. Sin embargo, dada la presencia de modificaciones inobjetables, es probable que resulte de mayor utilidad y que el devenir de la transferencia resulte menos afectado en aquellos casos en los cuales ya exista una historia de encuentros presenciales y donde la modalidad de trabajo sea más parecida a una psicoterapia psicoanalítica que a un psicoanálisis propiamente dicho. Es una cuestión de casuística, donde cada profesional deberá valorar la pertinencia del método y las necesidades y características de su paciente, tal como ocurre con la frecuencia de las sesiones, o el empleo o no del diván, sin dejar guiarse por una indicación o creencia estricta sobre la utilización o no de esta variante técnica no exenta de controversias.
Referencias :
Ahumada, J. (1999). Cuerpo Significación y
Lenguaje. En J. Ahumada, (Ed.) Descubrimientos y refutaciones: la lógica de
la indagación psicoanalítica. Biblioteca Nueva.
Baranger, M. y Baranger, W. (1961-62). La
situación analítica como campo dinámico. En Revista Uruguaya de
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Chioza, L. (Diciembre de 1998). La
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Freud, S. (1976). El yo y el ello. En J.L.
Etcheverry (trad.) Obras Completas (Vol. XIX).
Amorrortu. (Original publicado
en 1923).
Gallego-Díaz, S. (6 de abril de 2009).
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http://elpais.com/diario/2009/04/06/sociedad/1238968807_850215.html
Goijman, L. (1999). Importancia de la
concepción de campo analítico y su interacción en un proceso. En L. Kancyper
(Ed). Volviendo a pensar con Willy y Madeleine Baranger. Nuevos
desarrollos. Lumen.
Goldstein, N. (1999). El campo dinámico
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Grosz, P. (24 de agosto de 2011). Sobre las
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http://interpretacionline.blogspot.com/2011/08/sobre-las-ventajas-clinicas-y-practicas.html
León, B. (2009). Introducción al trabajo de
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Rodríguez, S. (21 de agosto de 2014).
Psicoanálisis on line. Página 12.
http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-253406-2014-08-21.html
Zabalza, S. (2 de enero de 2014). ¿Se juega
la transferencia por Skype? El Sigma.
http://www.elsigma.com/columnas/se-juega-la-transferencia-por-skype/12672
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