Las vacaciones y la terapia. Más allá de un descanso común y necesario.



"Pienso que el lograr ubicarnos en cada nueva sesión es parte de nuestro entrenamiento y de la capacidad disociativa, sino sería imposible repetir este "ritual"  diariamente (...) De ahí la importancia de supervisar, estudiar, reanalizarnos y hablar con otros colegas, es decir, cuidar la salud mental. Debido a este particular estilo de vida, también es altamente recomendable sacar tiempo para el disfrute, aprovechar los días festivos para compartir con la familia, los amigos y colegas, y tomar vacaciones cada tanto tiempo." 
Alicia Elena Díaz, (2009). ¿Qué hace el analista en su consultorio?

       Hemos dicho previamente que la terapia psicoanalítica, en sus diferentes modalidades, constituye un proceso, y que como tal, se establece a mediano o largo plazo. Resulta lógico que durante ese período de tiempo se susciten diferentes eventos de determinada importancia en la vida de cada miembro de la pareja analítica, los cuales inevitablemente forman parte del devenir del tratamiento.  Uno de estos suelen ser las vacaciones, algo tan normal como cotidiano pero que en el caso de una psicoterapia profunda o un análisis puede tener sus propias particularidades.


       Antes de revisar lo que sucede en el tratamiento durante estas fechas, es importante considerar que los períodos vacacionales son espacios de tiempo donde un determinado trabajador, sea cual fuere su profesión u oficio decide tomar un descanso y poner pausa a su desempeño laboral cotidiano, para así poder recuperar energías y retomar más adelante. Generalmente se aprovechan para viajar, compartir con la familia o dedicarse a actividades personales; de hecho es un beneficio que por ley debe darse al menos una vez al año, aunque en ocasiones hay personas que suelen acumularlas e intentar disfrutar de mayor tiempo libre después  (algo que en ocasiones resulta discutible por cuanto implica acumular demasiada carga de trabajo en un momento particular, con el correspondiente agotamiento a corto plazo). También debe tenerse en cuenta que el ritmo acelerado de vida, sobre todo en los países más industrializados reduce en gran medida el tiempo de vacaciones que está contemplado disfrutar; sin embargo en nuestra cultura es algo que está institucionalizado, existen feriados y varias temporadas vacacionales, nos tomamos una semana hoy, otros días mañana, otro par de semanas pasado, y casi un mes en navidad y año nuevo... una costumbre que forma parte de nuestra idiosincrasia, siendo un hecho justo y necesario. Particularmente considero que las vacaciones son períodos que deben aprovecharse y así poder retomar las labores más adelante con mayor ímpetu; sin embargo, debe tenerse en cuenta que las mismas pueden incidir en los procesos terapéuticos, tanto  cuando son de parte del paciente o analizando, como del terapeuta o analista... veamos.

        Cuando las vacaciones son de parte del paciente, siempre pedimos que éstas sean anunciadas con suficiente tiempo y siempre se le advierte que podremos disponer de su hora durante su ausencia, a menos que logremos algún acuerdo. Por lo general se pueden proponer dos opciones: que continúe abonando el 50% de los honorarios quedando la hora reservada para él, o que podamos disponer de la hora bien sea de forma temporal o permanente y que a su regreso, sobre todo si son ausencias muy prolongadas, nos comprometamos a conseguirle un nuevo horario. Sin embargo, podría ser una opción riesgosa ya que cabe la posibilidad que el paciente pueda sentirse desplazado por otro o sentir que pierde su espacio; por ello algunos optan por conservar la hora, aunque esto implique un gasto económico, pues desde lo simbólico mantiene la noción de pertenencia sobre el mismo y de alguna manera mantiene vivo el vínculo con el otro a pesar de la distancia.

       Aunque la mayoría de las personas afrontan esta situación bastante bien, se desconectan totalmente y disfrutan de sus vacaciones, algunos pacientes pueden llegar a sentir culpa por pausar la terapia, e incluso esto puede mover angustias que se creían en cierto modo aplacadas, también puede existir el temor que nosotros nos molestemos por su ausencia, e incluso miedo a sentir que abandonan el espacio, que nos han dejado, que nos hacen un mal por no estar. En ocasiones se puede generar cierto impasse previo a estas pausas, como si no se quisiera trabajar sobre nada nuevo, o se prefiriera no profundizar por miedo a luego dejar estas ideas en el aire. He visto algunos pacientes que al irse de vacaciones o pausar por un tiempo breve refieren a alguna otra persona cercana, por lo general un familiar o amigo, como una especie de acto reparatiorio... y otros tantos que dejan claro que regresan pero no se comprometen a dar una fecha exacta, como dejando abierta la posibilidad de jugar un poco con sus propias resistencias. Debe tenerse en cuenta que esto, al igual que todo en el análisis, estará sujeto a interpretación, esperamos que  justa y oportuna.

       Por nuestra parte, las vacaciones debemos anunciarlas con tiempo. En lo personal evito en la medida de lo posible tomar pacientes nuevos cerca de períodos vacacionales y desde las entrevistas preliminares comento las fechas en las cuales suelo tomar vacaciones; para mi este tema es tan importante hablarlo como los honorarios, las sesiones no asistidas, los imprevistos, entre otros tantos aspectos... Hay profesionales que toman vacaciones una vez al año durante un mes, otros tantos toman períodos más cortos varias veces al año, en cualquier caso, siempre será importante avisarle a nuestros pacientes, e incluso recordarlo de vez en cuando en la medida en que se aproximen las fechas; por norma general es un tema que siempre introduzco al menos unos minutos la última semana, pues muchas veces nuestro interlocutor, siente o piensa cosas frente a nuestra ausencia que son reprimidas y debe propiciarse que éste sea capaz de expresarlas, aunque se trate de aspectos hostiles o incómodos.

       Al igual que en el caso anterior no suelen haber mayores sobresaltos si se va hablando poco a poco el tema y si es algo que se sabe manejar, no obstante, nunca falta algún comentario del tipo "Ud. se va y me abandona" que aunque muchas veces son hechos a manera de chiste, sabemos mucho de lo que en realidad quieren decir. Evidentemente siempre resultará necesario dejar alguna vía de comunicación abierta con uno que otro paciente, sobre todo aquellos que se encuentren pasando por situaciones emocionales más complicadas, pero es algo de lo que no se debe abusar, puesto que también nosotros aspiramos a poder descansar y desconectarnos del trabajo cotidiano... sin embargo no es infrecuente que alguno de ellos nos contacte en plenas vacaciones puesto que se ha confundido con la fecha, y nos diga que está en la puerta del consultorio pero ha tocado y no le abrimos... (les juro que me ha pasado...); tampoco es raro que alguien empeore su situación, que <se complique> justo en nuestras vacaciones... siempre pasa, por eso creo que es bueno dejar por sentado que en estas épocas estaremos fuera, que la comunicación será limitada o nula, y si nos hemos comprometido a dejar la línea abierta en caso de alguna emergencia debemos hacernos responsables de atender el llamado si este existiera, es parte de los sacrificios de la profesión, aunque no lo queramos, a veces toca estar siempre disponibles. 

       Sin embargo hay formas de atenuar la angustia en estos casos extremos, podemos dejar un enlace con un colega de confianza en caso que se presente alguna crisis aguda, o simplemente pedir que la comunicación sea vía correo electrónico y no telefónica, dejando claro que daremos respuesta en la medida de nuestras posibilidades... quizás de esta manera podremos sentir el pedido de ayuda como menos invasivo a nuestra vida personal y podremos responder en un momento acorde para ello.  Sin embargo, hay pacientes que se pueden llegar a calmar con sólo escuchar la voz de ese Otro tan significativo, por eso, más de una vez he escuchado decir que el clásico contestador telefónico, en ocasiones puede resultar efectivo, aunque ciertamente ellos saben que por esta vía no obtendrán ninguna respuesta, sino hasta nuestro regreso.

       En ciertas oportunidades habrán quienes tomen mal nuestras vacaciones, como se dijo, podrán sentir algún tipo de abandono, tener comportamientos hostiles directos o indirectos, como el impago de los honorarios pendientes, pero siempre esperamos que puedan ser bien afrontadas. A fin de cuentas, lo bien o mal que estas ausencias de parte de uno u otro puedan ser manejadas dependerá en gran medida de la estructura inconsciente del paciente, de su nivel de desarrollo psíquico, y de lo poco o mucho que hayamos fomentado la regresión transferencial durante el tratamiento. Por ejemplo un paciente en diván que vaya a análisis varias veces a la semana posiblemente acuse la ausencia de su analista en mayor grado que un paciente de psicoterapia que acuda a consulta con frecuencia semanal;  un analista que por error haga abuso de reiteradas y sistemáticas intepretaciones transferenciales colocándose en el centro del tratamiento, tenderá a generar vínculos de mayor dependencia y es posible que sus pacientes sientan más su ausencia en vacaciones, llegando a necesitar establecer algún tipo de contacto.  Así mismo, es factible que estructuras con un componente más narcisista, que instale transferencias especiales, con vínculos más simbióticos, sientan más estos períodos de descanso e incluso les cueste entender nuestro derecho a parar el trabajo temporalmente.  No son infrecuentes retaliaciones, como soñar algún aspecto agresivo donde se descarguen estos sentimientos contra el espacio analítico o la persona del analista, ausencias intempestivas después de nuestro regreso, retardos a la hora de cancelar el monto de las sesiones o incluso reclamos a viva voz por haberles "dejado solos". Ni se diga de los casos en los que alguien ha decidido cambiarse, muy molesto, pues su analista se ha ido de vacaciones durante "mucho tiempo" y le ha "abandonado"... o de aquellos que aprovechan la ausencia de éste para decidir una interrupción unilateral, sin que necesariamente busquen atenderse con alguien más.


       De cualquier modo, aunque necesarias, en ocasiones las vacaciones pueden representar un escollo para el tratamiento, pueden generar problemas y también resistencias. Considero que es un aspecto importante que no debe dejarse de lado y que por el contrario debe asumirse como un elemento más del encuadre y también de la transferencia; debe tratarse oportunamente y con respeto y aspirar a que se viva como un elemento normal dentro de los tratamientos a mediano y largo plazo. Un manejo claro y oportuno desde un inicio de los períodos vacacionales de parte y parte ayudará a evitar molestias que pudieran suscitarse con el tiempo y menor cantidad de complicaciones como las ya descritas previamente. Claro está, que siempre será preferible períodos de vacaciones simultáneas, donde las fechas de uno y otro coinciden, puesto que se atenúan las posibilidades de complicaciones o malestares producto de las ausencias, pero no suele ser así en la totalidad de los casos, de hecho una parte importante de las veces no es así.

       Finalmente, opto por rescatar aquella idea que nos recuerda que antes de ser pacientes o profesionales dedicados a la escucha y al manejo de los sufrimientos ajenos, somos seres humanos que como todos necesitamos pausar, descansar, y dedicarnos a algunas otras actividades que siempre solemos dejar de lado pues el trabajo no lo permite. Además, en ocasiones las vacaciones sirven para que una vez se retome el trabajo terapéutico incluso fluya más el tratamiento y muchas veces terminan haciendo un bien a  ambos.   Estos recesos deberán manejarse con el cuidado oportuno, pero a la vez es importante entender que son necesarios y que forman parte de la vida de uno y otro dentro de la pareja analítica; todos tenemos derecho, por un rato, a "cambiar el diván por la tumbona" sin que esto sea pecado o esté mal visto dentro del tratamiento; no tiene por qué producir culpas ni sentimientos de irresponsabilidad, de abandonar o ser abandonado, siempre y cuando sea algo conversado con antelación y que tome en cuenta el respeto que el otro merece. El inconsciente es una fuente infinita e inagotable de pulsiones y conflictos, y depositario de miles de represiones y uno que otro trauma, así que seguramente luego del regreso quedará aún mucho más sobre lo que seguir trabajando.

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