¿Contratransferencia o transferencia del analista? Dos puntos de vista, una misma discusión…


      


       En el psicoanálisis existen consensos, pero también divergencias, ha sido así desde siempre; hay escuelas que con el tiempo han desarrollado su propia identidad, como el caso de la escuela Junguiana y la escuela Lacaniana, por ejemplo, pero incluso dentro de la misma IPA conviven corrientes de pensamiento psicoanalítico heterogéneas, las cuales difieren en la manera de enfocar aspectos claves tanto desde la teoría como desde la técnica, siendo posible también que hayan puntos de vista distintos sobre la conceptualización de términos específicos y sobre  la pertinencia del uso los mismos. 

       Uno de los temas fundamentales respecto a los cuales parece existir cierto consenso, aunque varíe su manera de enfocarse y manejarse es el de la <transferencia>,  la cual puede considerarse como el conjunto de elementos inconscientes  de origen infantil, que tienen su punto de partida en las relaciones con las figuras significativas y que en mayor o en menor medida se repiten en el aquí y el ahora, y son depositados en la persona del analista, siendo un fenómeno importantísimo que puede determinar no solamente el modo de relación existente entre paciente y terapeuta, sino que también puede condicionar para bien o para mal, los alcances o logros a los que haya lugar dentro del proceso. Sin embargo, es sabido que la relación no es unidireccional, sino que con su presencia, con su escucha, con cada señalamiento o interpretación, se hace presente ese otro de la pareja, que aunque cumpla apegadamente los principios de <neutralidad> y <abstinencia> sigue siendo un ser humano. Entonces surgen las preguntas ¿qué pasa con los pensamientos, sentimientos, deseos o actos del analista, que aparecen en medio de la escucha y en mayor o menor medida también son de carácter inconsciente? ¿Cómo debemos enfocarlos? 

       El estudio de la <contratransferencia>, término con el cual optó por definirse esta serie de hechos que tenían lugar desde la posición del analista no ha sido demasiado amplio, de hecho muchas veces ha pasado como un tema que resulta delicado tocar puesto que pone sobre la mesa la subjetividad del analista. El mismo Freud hizo referencia pocas veces a este término en su obra, siendo en 1910 la primera oportunidad en la que se  hace referencia al mismo en su texto “Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica”. Para entonces, se refiere a ésta como “un fenómeno que se instala en el médico por el influjo que el paciente ejerce sobre su sentir inconsciente”, considerando que lo apropiado era exigir que cada psicoanalista fuese capaz de discernirla dentro de sí mismo y dominarla, dándole el carácter de un obstáculo indeseable dentro del proceso analítico que se hacía necesario superar, aunque mencionaría que a futuro la comprensión de la contratransferencia sería un gran progreso para la técnica analítica. A partir de allí, únicamente haría mención a la misma en “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia” (Freud, 1914) en las cuales habla sobre el manejo del analista frente a las complicaciones que podían surgir en la transferencia erótica y en una carta que en Diciembre de 1913 había dirigido a Binswanger, donde la caracterizaba como “uno de los problemas más difíciles del Psicoanálisis” (Tumas, s.f). 

      Tendrían que pasar alrededor de cuatro décadas para que el tema se retomara activamente dentro del ámbito psicoanalítico de manera propositiva, algo que Heinrich Racker (1960) define como un hecho extraño y de contraste llamativo que se podría vincular con la propia posición de los psicoanalistas de entonces frente a la contratransferencia, a pesar que su descubrimiento por parte de Freud y la necesidad instaurada por éste de la propia revisión personal había dado origen a la institución del <análisis didáctico>. Aunque habían existido aportes previamente por parte de Glover en 1927, English y Pearson en el año 37 y Balint en 1939, estos iban enfocados más hacia la definición del concepto que hacia un desarrollo del mismo en su función de instrumento. Es alrededor de los años 50 que surgiría un interés mayor por el desarrollo y estudio de este concepto, siendo los principales exponentes Paula Heimann en Inglaterra y el mismo Racker en Argentina, además de trabajos de Winnicott como “El odio en la contratransferencia” y aportes de autores como Reich y Little, siendo allí cuando se comienza a ver la contratransferencia ya no sólo como un problema, sino tal como aspiró Freud, como un instrumento de gran utilidad para el proceso del análisis (Coderech, 1990; Tumas, sf).

       Sin embargo, debe considerarse que dentro de todos los aportes teóricos y técnicos que se realizaron a partir de esa época, surgen dos grupos de autores que se identifican con delimitaciones diferentes del concepto de contratransferencia, dentro de los cuales se encuentran aquellos que consideran contratransferencia todo aquello que por parte de la personalidad del analista, puede intervenir en el proceso de análisis, y los otros  que la señalan como una respuesta provocada en el analista por los procesos inconscientes de la transferencia del analizando (Coderch, 1990; Laplanche y Pontalis, 1996).

       Las mismas aportaciones de H. Racker  mencionan la <contratransferencia concordante>, como una respuesta frente a la transferencia del paciente, su Yo, ello y superyó, como una forma de entender al paciente, lo cual es algo positivo y usual, distinguiéndola de la <contratransferencia complementaria> que implica una identificación inconsciente con partes o elementos arcaicos del paciente, lo cual puede resultar un problema y una conflictiva neurótica del analista con su paciente. Aunque conserva el termino <contratransferencia> para referirse a la respuesta total del analista frente al paciente,  asoma la posibilidad que la contransferencia complementaria obedezca a la <transferencia del analista> sobre el paciente, recayendo la génesis de este fenómeno en sus propios conflictos no resueltos (Racker 1960, Coderech, 1990). 

       Desde el psicoanálisis lacaniano, aunque se reconocen los efectos de la transferencia del analizando sobre el analista y se habla de una respuesta frente a la introyección del discurso de éste, no se acuña el término <contratransferencia>, puesto que se critica la posición que se asume desde la corriente clásica del psicoanálisis,  acusándole de simétrica al colocar a la par la transferencia del paciente y la respuesta del terapeuta, manifestándose desde 1951 contrario a utilizar la respuesta emocional intuitiva del propio analista como una guía para la interpretación,  (lo cual era propuesto por Heimann), señalando que en sesión, en el dispositivo de la cura, el analista no ocupa el lugar de un sujeto sino de un objeto. Por el contrario, principalmente se maneja el término de <transferencia del analista>, ya que Lacan no niega que el propio analista pueda tener sentimientos hacia su analizando, y que interrogándose sobre los mismos pueda colocarse mejor en la cura. (Lacan, 1960; Chemana y Vandermersch, 2010; Lander, 2012). No obstante, debe dejarse claro, que desde esta escuela el término <transferencia del analista> alude a un problema técnico, puesto que la misma tiene lugar cuando éste no es capaz de rescatarse de sus propias identificaciones, ubicándose en simetría, lo que imposibilita tenga lugar el acto analítico (de la escucha y la interpretación) (Lander, 2014). 

       Siguiendo una línea que incorpora aportes del psicoanálisis lacaniano al psicoanálisis no lacaniano, y coincidiendo con autores previos, R. Lander (2012) menciona estar de acuerdo con la incorporación del término <transferencia del analista>, considerándola como una manera de señalar lo que sucede cuando hay una respuesta inconsciente y automática frente a la totalidad del paciente;  el origen de esta conflictiva radicaría en restos de su propia conflictiva neurótica infantil que han sido activados por la presencia del paciente en su totalidad, perdiendo la neutralidad, la asimetría  y la alteridad. No obstante, identificándolo en su propio análisis y mediante la introspección, este obstáculo podría cobrar utilidad al brindar al analista conocimiento sobre elementos del paciente y de sí mismo.  De la misma manera, propone que el término <contratransferencia> sea utilizado para hacer referencia a una respuesta del analista frente a la transferencia del analizando, sus proyecciones y lo que esto le genera , siendo algo más fácil de trabajar y explorar que el fenómeno anterior. 

       ¿Siendo así valdrá entonces la pena distinguir un término del otro? Personalmente,  considero que sí. El uso genérico, por así decirlo, del término <contratransferencia> implica caer en lo inespecífico y englobar bajo una misma conceptualización todo movimiento del analista frente a su paciente, con lo que se llega a equiparar fenómenos, que aunque parezcan similares, tienen un origen y una forma diferente de presentarse, siendo uno usual y poco perjudicial, mientras que el otro constituye, si no se ataja a tiempo, una importante dificultad desde lo técnico que puede llegar a entorpecer el proceso analítico o incluso generar iatrogenia. 

        Por ello, tomo esta propuesta como válida y la veo como una distinción que ayuda a dar luces sobre el tipo de reacción que se da desde el analista hacia su paciente, por lo que me hago partidario de la misma y considero que será importante diferenciar de la respuesta que se da ante el material inconsciente que es transferido previamente por el paciente, frente a la transferencia de aspectos propios, que aunque puedan ser suscitados por la presencia del paciente, se originan en el analista y son atribuibles a éste, por lo cual debe estar permanentemente atento y tratar de rescatarse desde este lugar de simetría tan riesgoso que implica caer en la propia transferencia con el analizando, de modo de poder volver tan pronto como sea posible a la posición analítica y poder cumplir con la función correspondiente de manera adecuada. 

       Finalmente, deseo acotar que aunque esto sea algo que en la práctica pueda resultar complicado de notar, precisamente al ser un fenómeno de nuestro propio inconsciente, se convierte en una responsabilidad del propio analista el tener que estar atento ante su posible aparición, para lo cual no existe otra manera que cumplir con las supervisiones clínicas cuando por algún motivo se sienta que el caso está resultando difícil de manejar, pero sobretodo ser rigurosos con el propio análisis, pues no podemos ser capaces de ver lo que pasa y ayudar a los demás si tenemos una visión limitada, y en psicoanálisis resulta imposible mirar más allá de lo que hemos podido observar en nosotros mismos. 

Caracas, Junio 2014 
 
Referencias:
  • Chemana, R. y Vandermersch, B. (2010). Diccionario del Psicoanálisis. (2da ed.) Buenos Aires: Amorrotu.
  • Coderch, J. (1990). Contratransferencia. En J. Coderech (Ed). Teoría y técnica de la Psicoterapia Psicoanalítica. Barcelona, España: Editorial Heder
  • Freud, S. (1910). Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica. Sigmund Freud: Obras Completas Vol. 11. (2da Ed.). Buenos Aires: Amorrotu, 1986. 
  • Freud, S. (1914). Puntualizaciones sobre el amor de transferencia. Sigmund Freud: Obras Completas Vol. 12. (2da Ed.). Buenos Aires: Amorrotu, 1986. 
  • Lacan, J. (1960). Seminario 8: La transferencia. Editorial Paidós, Buenos Aires.  
  • Lander, R. (2012). Manual de Terapia Psicoanalítica. Caracas: Editorial Psicoanalítica.
  • Lander, R. (2014). Experiencia Subjetiva y Lógica del Otro. (3era ed.). Caracas: Editorial Psicoanalítica.
  • Laplanche, J. y Pontalis, J. (1996). Diccionario de Psicoanálisis. Barcelona: Paidós Ibérica. 
  • Racker, H. (1960)  Estudios sobre técnica psicoanalítica. Buenos Aires: Editorial Paidós.
  • Tumas, D. (s,f). Introducción a la temática de la contratransferencia. Extraido el 11 de Junio de 2014 desde el sitio web de la Univ.de Buenos Aires: http://www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/sitios_catedras/practicas_profesionales/776_cuestiones_clinicas/material/introduccion_contratransferencia.pdf

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