Las fronteras de la clínica en el ejercicio del psicoanálisis en línea. ¿Más allá de las distancias, lo posible y lo imposible?
Trabajo presentado en Congreso Ocal 2020.
Ganador 1er premio Ocal - Ipso.
Publicado en Libro Virtual del Congreso del XXXIII Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis, Fepal 2020.
Trabajo presentado en congreso virtual de IPSO-IPA 2021
Daniel Castillo Soto
“Volveremos a encontrarnos, donde la brisa es brisa, donde el canto es canto y las palabras se escriben en papel. Donde las miradas se cruzan, y los abrazos se encuentran, sin las distancias de un adiós…”
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Quino: In memoriam* |
Para iniciar mi
exposición, debo mencionar que en el momento en el que me planteé escribir
originalmente este trabajo, a comienzos de 2020, nunca imaginé la vigencia y
masificación tan abrupta y necesaria que podría llegar a alcanzar el ejercicio
del psicoanálisis en línea, en nuestro contexto. Repentinamente y trascendiendo
las fronteras de lo imaginable, en marzo de este año nos sorprende una
pandemia, que, aunque ha sido manejada de un modo distinto en nuestros países,
ha tenido el factor común del distanciamiento social y con ello la urgente
reinvención y readaptación de lo cotidiano, incluyendo las formas de
comunicación humanas, desde lo más privado hasta lo institucional; desde lo
familiar hasta lo corporativo.
Es así como en cuestión de pocas
semanas, de pronto pasamos a tener análisis y supervisiones a distancia,
seminarios por plataformas virtuales, tele trabajo, reuniones científicas de organizaciones
psicoanalíticas por video llamadas y un sinfín de movimientos inesperados que
han sido pensados sobre la marcha, con la finalidad de poder sostener una
continuidad que permitiera seguir funcionando, encontrándonos y pensando(nos),
a pesar de la no presencialidad. Dicha situación ha tocado directamente el
mundo psicoanalítico y ha obligado a confrontar restricciones y resistencias
tanto personales como institucionales a una velocidad que no se hubiese
imaginado ni en el más optimista de los sueños de un psicoanalista de
vanguardia de estos tiempos.
Hemos presenciado la caída de muros y
prejuicios; a nivel privado, analista y paciente han tenido que comenzar a
encontrarse en un contexto nuevo, distinto al consultorio, y se han tenido que
acoplar rápidamente a un espacio sobre el cual podrían tenerse algunas reservas
más o menos marcadas, dependiendo de cada caso, y que incluso algunos hubieran
preferido no elegir, pensando nuevas maneras de poder continuar análisis que de
otro modo llevaran ya varios meses suspendidos. A nivel institucional, exigencias
de viaje para análisis condensado, así como la obligatoriedad de las
supervisiones y seminarios presenciales que sostenían firmemente algunos
institutos, como consecuencia de instrucciones de la IPA, desaparecen de manera
inmediata, cuando antes se negaba tal posibilidad aún en casos de justificada
necesidad. El mismo hecho del formato de este congreso, que se ha visto
obligado a migrar a una modalidad virtual; atrás quedan viajes, gastos de
hotel, comida y turismo para reencontrarnos en un congreso, quizá también la
calidez y cercanía del encuentro próximo entre colegas. Nuevas formas de
vinculación, nuevas formas de relación y comunicación. Tal vez distintas, pero
no menos válidas que lo exclusivamente presencial.
Todo este contexto nos lleva a considerar
un psicoanálisis innovador, pero no exento de criterios y un encuadre de
espíritu propio, pero siempre necesario para posibilitar su funcionamiento y
nos conduce a pensar de forma casi obligatoria sobre algo que ya se venía
masificando: el ejercicio psicoanalítico a distancia y en línea, con sus
variantes, posibilidades, limitaciones y particularidades.
II. Pensando la clínica: Campo y
fronteras
La
noción de un campo dinámico bipersonal introducida por Willy y Madelaine
Baranger a inicios de la década de 1960, en medio de un psicoanálisis
rioplatense de notoria influencia kleiniana, marcaría un hito novedoso en la
teorización de la época y tomaría en cuenta tanto los fenómenos observados por
éstos en su trabajo previo con grupos, como las numerosas producciones de años
anteriores sobre la contratransferencia. El planteamiento sería el de un
contexto propio, dado por la misma situación analítica, que implicaría a
analista y analizado en una relación de dos personas indefectiblemente ligadas
y complementarias, que no pueden concebirse uno sin el otro, así como el
encuentro conjunto alrededor de una fantasía inconsciente compartida; es un
campo de la pareja donde esta producción no pertenece al analizado sino a ambos y
ante la cual la tarea no sería únicamente tomar registro de la misma, sino entenderla como algo que surge entre las dos partes.
Esta
fantasía tendría que ser permitida y reconocida por el analista, y a la vez que
tomara cierta distancia, en una especie de desdoblamiento que le permitiera una
segunda mirada de sí mismo y del analizado (es decir, del campo), debía tenerla
presente para poder intervenir desde allí sobre el punto de urgencia principal
o secundario, sacándole partido a la situación mediante un juego de identificaciones
proyectivas e introyectivas, dadas dentro de un ambiente propio en el que intervendrían
factores importantes tales como la espacialidad, la temporalidad, lo funcional,
un carácter siempre triangular (por la presencia del tercero ausente) y una
ambigüedad esencial sin la cual no existiría el análisis (Baranger y
Baranger, 1961-62; Etchegoyen, 2014). Así
como la estructura temporal, por ejemplo, vendría dada por la duración y
frecuencia convenida de las sesiones, al momento de pensarse el campo dinámico,
la estructura espacial estaba definida en su momento por el lugar donde acontecían las sesiones, es decir, el consultorio del analista, con
todas las variantes y modificaciones que el mismo pudiera sufrir incidiendo
sobre el mismo campo (incluso disposición de la habitación, mudanzas…). Era un
psicoanálisis concebido presencialmente, teórica y técnicamente; por su época
además, era el único posible.
A
mi entender, más allá de las críticas que señalan este aporte como simétrico,
pese a que los autores defienden el carácter asimétrico del campo, ya que el
analista se involucra de un modo distinto que el analizado, este aporte
latinoamericano es de gran importancia en el entendimiento del interjuego
transferencial – contratransferencial de una sesión. El análisis, es pues, una
situación de dos personas, en la cual siempre están presentes terceros ausentes
y lo que surja en la sesión es creación tanto del paciente como
del analista. Ahora bien, la apertura a nuevas formas de trabajo, más allá de
la sesión convencional en el consultorio, lleva a cuestionarnos si es posible
experimentar el mismo fenómeno de campo pese a la ausencia de los cuerpos en el
mismo espacio físico, más allá de la configuración muy distinta de la
estructura espacial. Y ¿por qué no sería posible aún con sus variaciones? A fin
de cuentas, el análisis transcurre en el intercambio entre analista y
analizado, no estrictamente en el consultorio, aunque este sea un ambiente que facilite tal diálogo analítico.
En
una sesión a distancia, analista y analizado se encuentran, se saludan y
trabajan desde ubicaciones geográficas diferentes. El setting se enmarca en
otras dimensiones distintas, pero no deja de ser fundamental para poder sostener
la labor analítica. Se cruzan las fronteras de la distancia, pero nos
encontramos con otras fronteras propias de esta modalidad de trabajo, tales
como la ausencia del registro corporal – e incluso menor disponibilidad de
material no verbal- y una imagen parcial en el mejor de los casos, ya que aun
utilizando la cámara, podemos ver sólo hasta el torso del otro, y en algunas
oportunidades, tenemos dificultades de conectividad o problemas por parte de
nuestro interlocutor para conseguir lugares y momentos con la suficiente
privacidad para poderse adentrar en su mundo interno. Estas son vicisitudes que
se derivan de la ausencia del espacio común dado por el consultorio. Otras fronteras que cruzar, quizás estén dadas
por la forma en cómo puede establecerse la transferencia, la
contratransferencia y nuevos modos de manifestarse las resistencias en esa
modalidad de trabajo, ¿tendrán maneras distintas al tratarse de una situación
analítica distinta?
III.
Algunos criterios y limitaciones
Tiempo atrás perdieron estricta vigencia las restricciones que establecía
Freud (1904), cuando planteaba los criterios de analizabilidad en El Método Psicoanalítico
de Freud. Los desarrollos propios del psicoanálisis moderno a mediados del
siglo pasado permitieron adentrarse en el terreno del tratamiento
psicoanalítico de las psicosis, los trastornos narcisistas y posibilitaron la
emergencia y desarrollo de las psicoterapias psicoanalíticas para abordar casos
que no hubiese sido posible asumir desde el psicoanálisis clásico, tal vez por
limitaciones económicas, de tiempo, por la necesidad de atención en contextos
hospitalarios, o por factores propios del paciente que no le hacían candidato a
un análisis en diván cuatro o cinco veces por semana. Con pandemia o sin ella,
la necesidad de encarar este tipo de tratamientos a distancia, también supone
variantes en los criterios que debamos tener para poder operar
psicoanalíticamente, y en los mismos límites que habría que considerar
para no caer en un proceder todo poderoso de nuestra parte.
Lo ya dicho: privacidad, una buena
conectividad que permita ver, pero sobre todo escuchar nítidamente al
analizado, son aspectos fundamentales a tener en cuenta. La ausencia de la
estructura espacial originalmente concebida como un ingrediente de la
constitución del campo, tal vez haga necesario incluir estas variables
mencionadas como parte del encuadre, e incluso, enunciarlos al momento de
iniciar el trabajo a distancia con alguien que hasta el momento no conocemos.
En el consultorio sería obvio que ya ofrecemos un espacio con las condiciones
adecuadas para poder trabajar; a distancia, esos espacios, más de una vez nos
toca ayudar a construirlos. La presencia o ausencia de la cámara en el trabajo
a distancia es relativa: si el paciente trabaja frente a frente o ha sido su
forma de trabajar en modalidad presencial, suele mantenerse durante la
videollamada, pero tener la sesión sólo con voz no tendría que ser un
impedimento, más bien podría fomentar una mayor asociación, tal como si se
tratara del diván en el consultorio al no ver al analista. Algunos colegas acusan mayor cansancio por el
trabajo a través de dispositivos electrónicos, que tal vez tenga que ver con
sostener la mirada a la pantalla, o verse a sí mismo en la cámara-espejo que
arroja el dispositivo de videollamada, el cual, además favorecería el proceso
de identificación y la simetría (Lander, 2020) y por el acartonamiento habitual
que suele darse por estos medios cuando se está iniciando el trabajo con
alguien no conocido, prefiriéndose entonces, el trabajo únicamente con voz.
El psicoanálisis a distancia fue en sus orígenes epistolar y en los
tiempos más actuales comenzó siendo por teléfono. He notado como práctica común
entre analistas que cuando originalmente el análisis transcurría en diván suele
ser frecuente iniciar la llamada con cámara y luego trabajar sólo con audio, buscando
de ese modo combinar la presencia y la libre asociación. Tal vez se trate de un
artificio, como el diván mismo, que facilite las condiciones de trabajo, pero
muchas veces estas elecciones quedan sujetas a preferencias de los mismos
miembros de la pareja analítica. Algunos pacientes trabajan de un modo mucho
más espontáneo en modalidad presencial y les cuesta adaptarse a un eventual
cambio a distancia, pero ¿cuántas veces no son propias estas resistencias y se
las transmitimos a ellos? ¿Cuántas veces no obedece también a nuestra
predilección por lo presencial y a nuestras propias reservas sobre el trabajo
por medios virtuales? ¿Genera incomodidad dejar de ser analistas en el
consultorio y serlo por internet?
Deben considerarse los casos cuando el tratamiento a distancia estaría
contraindicado o simplemente no funcionaría de manera efectiva. Por ejemplo,
pacientes descompensados que atraviesan cuadros depresivos graves, o en
episodios psicóticos agudos, tendrían que ser atendidos presencialmente y requieren
la asistencia cercana del psiquiatra inclusive, antes de poder ser vistos por
esta vía. En caso que se tratare de una estructura psicótica, aunque esté
estabilizada, sería también más complejo el trabajo con estos pacientes y quizás en el caso de algunos otros pacientes muy narcisistas, tampoco sea el medio más
acorde para un tratamiento de esta índole, recordando siempre que tal vez sea
mejor que nada, pero que en ocasiones se requiere un sostén adicional, y que
ante alteraciones graves este método es poco continente. Sin embargo,
este sostén adicional podría darse por un mayor número de sesiones semanales,
un apoyo familiar próximo, o por el acompañamiento simultáneo por un
psiquiatra, siempre teniendo presente el cuidarnos de querer ser analistas
omnipotentes que pueden atenderlo todo, aún a distancia, cuando la realidad es
que a veces ni siquiera es posible en determinadas condiciones, incluso recibiéndolos
en el consultorio.
Ricardo Carlino –autor del libro Psicoanálisis a Distancia- menciona
que en principio sólo vislumbra posible esta modalidad para neuróticos adultos y algunos adolescentes. Agrega dentro de las
contraindicaciones a niños, a quienes amenazan con matarse (por la
necesidad de contención presencial y posiblemente internación) y ha referido
expresamente que no atendería un paciente psicopático por esta vía – teniendo
en cuenta la posibilidad que puedan ser grabadas las sesiones con fines
malintencionados-, resaltando que en condiciones de desconfianza e inseguridad,
lo único necesario y posible de analizar es esto mismo (Carlino 2010, 2020). Una
posición similar ha sostenido Lutenberg (2014) al hacer referencia exclusiva al
tratamiento psicoanalítico telefónico, el cual ha considerado experimental y ante
el que prefiere siempre realizar al menos tres entrevistas presenciales al
inicio. Entre las contraindicaciones, además de las mencionadas, agrega cuadros
severos de adicciones y destaca que en casos de pacientes psicosomáticos es
importante contar con un clínico en el lugar de residencia de éstos, así
como cuando se requiere medicación, citando el caso de estructuras limítrofes y las
descompensaciones propias del vacío mental. Podríamos pensar que este tipo de tratamientos
a distancia requiere cierta fortaleza yoica y una estructuración psíquica que
no todos alcanzan a tener.
IV. Un psicoanálisis transcultural
Una
de las particularidades del análisis a distancia es que es, generalmente,
transcultural. A excepción de la situación de pandemia que ha limitado la vida
y el contacto humano como estábamos acostumbrados, y de otros casos muy puntuales (por ej. alguna de varias sesiones semanales en línea y las demás
en el consultorio), casi siempre el
recurso a distancia se ha utilizado porque uno de los dos integrantes de la pareja
analítica no puede estar de cuerpo presente en el consultorio
donde habitualmente se reuniría la dupla y los motivos casi siempre remiten a
traslados y migraciones, a veces del analizado, a veces del analista, y en
ocasiones de ambos.
“Partir es morir un poco, es morir a lo que
uno ama” habrá dicho el poeta (Haraucourt, 1890). Ciertamente migrar es algo
más que el mero hecho de trasladarse de un sitio a otro, o de cambiar el lugar donde vivir, ya que se expone a un fenómeno extremadamente complejo que pone en
juego parte del equilibrio emocional (Nicolussi, 1996). En palabras de Carlisky
y Kijak (1993), la migración es un fenómeno de tal envergadura que genera
modificaciones transitorias o permanentes en el psiquismo. Sean cuales fueren
las causas de estas decisiones, el psicoanálisis en línea permite trascender
fronteras y continuar tratamientos que en otros momentos hubieran estado destinados
a quedar interrumpidos, o en el mejor de los casos, expuestos a una terminación
prematura. Actualmente es posible que un analista nacido en el Río de la Plata,
que haya vivido gran parte de su vida en otro país latinoamericano, pero que
recientemente haya emigrado a Norteamérica, pueda atender en alta frecuencia a
un analizado nacido en otro país totalmente diferente y que resida en Europa,
aunque nunca se hubiesen visto antes en persona. Entran en juego factores transculturales,
acentos distintos, algunas expresiones de uso común y otras diferentes, pero
son fronteras posibles de trascender si se toman en cuenta los efectos que
pueden generar en el campo, se tienen presentes y se trabaja desde allí, como
otro elemento más del análisis, como lo es la misma conexión vía internet.
Modos
distintos de transferencia, contratransferencia y resistencias en una situación
también distinta pero igualmente habilitante. En su momento, se estudiaron los
efectos de las migraciones y el exilio (Grinberg y Grinberg, 1984) y también se
ha considerado como un factor distinto en el campo el hecho que, por ejemplo,
analista y paciente se encuentren y trabajen de modo presencial pero siendo en
ambos casos migrantes o hijos de inmigrantes, incluso a veces pertenecientes a
la misma comunidad cultural-religiosa “huellas provenientes de padres y
ancestros, entrando en resonancia” (Carlisky y Kijak, 1993). Es posible que con los avances tecnológicos
debamos mirar más allá, teniendo en cuenta la posibilidad de encontrarnos con
otros, distintos y semejantes a la vez, como lo ha hecho el psicoanálisis desde
sus orígenes, pero esta vez considerando el mismo factor de las sesiones a
distancia y una mayor diversidad transcultural. Tal vez instituirlo como parte
de la práctica cotidiana demande tiempo, pero sobre todo apertura y un cambio
de actitud en todos como psicoanalistas.
Resumen:
Transitamos tiempos donde un ritmo de vida agitado, la demanda de inmediatez
por soluciones rápidas y la interacción constante con la tecnología, cuyo uso
se ha universalizado, está cada vez más presente en nuestra cotidianidad. El
uso de herramientas relativamente novedosas, permite el acceso a intercambios
humanos que algunas décadas atrás eran impensables al estar marcados por distancias
físicas, dificultades en las comunicaciones y largos tiempos de espera para
obtener una respuesta. Estas dinámicas, han posibilitado que también el
psicoanálisis se permita valerse de recursos distintos para su práctica y
enseñanza. Ahora, particularmente en la clínica ¿a qué fronteras nos
enfrentamos y cuáles realmente es posible trascender? ¿Cómo se condiciona la
interacción entre paciente y analista, la escucha, la transferencia, las
resistencias y la contratransferencia cuando la presencia del otro está
relativizada por un medio que no llega nunca a abarcar todas las formas de lo
presencial? ¿Cuáles serían los límites entre la posibilidad de abrir nuevos
compases para nuestra práctica y la omnipotencia? ¿Habría nuevos criterios de
analizabilidad para el psicoanálisis en-línea? Son interrogantes
planteadas pensando una variante en la clínica que además está muchas veces
marcada por la transculturalidad y las migraciones, de pacientes y analistas.
Modalidad: Trabajos Libres Eje: Culturalidades Línea transversal: Clínica
* Uso de imagen con fines ilustrativos sin ninguna finalidad comercial.
Referencias
Baranger, M. y
Baranger, W. (1961-62). La situación analítica como campo dinámico. Revista
Uruguaya de Psicoanálisis, 4, (1). Pp. 3- 54.
Carlino, R. (2010). Psicoanálisis a
distancia. Buenos Aires: Lumen.
Carlino, R. [Sociedad Psicoanalítica de
Caracas]. (15 de Julio de 2020). Entrevista al Dr. Carlino por la Dra. Shrem
[Archivo de video]. Recuperado de:
https://www.youtube.com/watch?v=Ba5SLaPvmsY&t=5796s
Carlisky, N. y Kijak , M. (1993). Efectos de
la migración sobre la mente del analista. Revista de Psicoanálisis, 50, (45).
Pp. 827-837.
Etchegoyen, H.
(2014). Los fundamentos de la técnica psicoanalítica (3era
Ed.) Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1904). El método psicoanalítico de
Freud. En Sigmund Freud, Obras Completas. Vol. VII. Buenos Aires:
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Gringberg, L. y Grinberg, R. (1984). Psicoanálisis
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Haraucourt, E. (1890). Ronde de l’adieu.
Lander, R. [Sociedad Psicoanalítica de
Caracas]. (23 de mayo de 2020). Primer conversatorio virtual en tiempos de
coronavirus [Archivo de video]. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=BsWZfPaNfp8&t=4139s
Lutenberg, J. (2014). Tratamiento psicoanalítico
telefónico. Lima: Cauces Editores.
Nicolussi, F. (1996). Reflexiones
psicoanalíticas sobre la migración. Revista de Psicoanálisis, 53, (1).
Pp.323-340.
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