Del recuerdo y la repetición... al insight y la elaboración...

“la asociación libre puramente dicha, viene tramada de un modo inagotablemente complejo con el razonamiento clásico. Y esa trama, irreductible a las simplificaciones al uso, tiene un nombre genérico: es un trabajo y si se quiere un nombre específico: un trabajo de elaboración”. J.M. Blasco (2012).

     En 1914 Freud escribe “Recordar, repetir y reelaborar”, enmarcado en sus escritos técnicos de la época, como la segunda entrega de Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis y como parte del desarrollo en torno a la primera tópica del funcionamiento del aparato psíquico. En líneas generales, este artículo resulta de mucha utilidad pues plantea por primera vez la noción de compulsión a la repetición y de elaboración (Strachey, 1958) y refleja su preocupación por la transferencia y el valor de ésta como instrumento de provecho para la conducción del tratamiento, en un contexto en el cual sus escritos sobre técnica tenían como finalidad sentar las bases de cómo debía llevarse la práctica analítica, a fin de evitar lo que él mismo denominó “psicoanálisis silvestre” y codificar lo que había aprendido en la práctica clínica en base a sus propios aciertos y errores (Gay, 1989).

     A lo largo de las primeras páginas de su artículo, Freud (1914) hace un recorrido por los cambios que ha sufrido el método analítico: desde sus comienzos basados en la hipnosis y el uso de la abreacción, pasando por épocas donde sin usar hipnosis se hacía uso de una técnica más sugestiva dirigida a encontrar los recuerdos reprimidos y con ellos tratar de explicar la formación de síntomas, comunicándoselo al paciente y esperando con ello una mejoría,  hasta llegar a un período posterior donde a través la asociación libre se renunciaba a enfocarse en un momento o problema determinado, y se comenzaba a discernir e interpretar las resistencias desconocidas por el paciente, con la finalidad de hacerlas conscientes y poderlas trabajar. Va a decir Freud, que a partir de la nueva técnica no se busca que el paciente recuerde directamente como en el estado hipnoide, sino que lo olvidado se pondrá en acto (en la transferencia y en la relación con el médico) sin saber que se le está repitiendo. De esta manera se sortearían las dificultades del olvido, producto de bloqueos, e influido muchas veces por los recuerdos encubridores, incluyendo aquellas vivencias tempranas en principio no entendidas, de las cuales resultaba casi imposible hallar un recuerdo.

     Continúa explicando la relación entre el recuerdo, la repetición y la transferencia, señalando que la transferencia va a ser una “pieza” de la repetición y lo que se repite es la transferencia del pasado olvidado, no sólo sobre el médico sino sobre todos los ámbitos de la situación presente, sustituyendo la compulsión a la repetición al impulso a recordar, siendo que a mayor resistencia y a una transferencia más compleja e intensa, existirá mayor imposibilidad de recuerdo, habiendo mayor tendencia a la repetición. Lo que se va a repetir es todo aquello que desde las fuentes de lo reprimido se ha abierto paso a lo manifiesto, tales como inhibiciones, actitudes inviables, rasgos patológicos de carácter, repitiéndose todos los síntomas durante el tratamiento. Tal vez la idea más importante de ese trabajo esté en señalar que el mayor recurso para dominar la compulsión de repetición del paciente y transformarla en un motivo para el recordar, es el trabajo de la transferencia, el cual vuelve la compulsión inocua y aprovechable para el trabajo psicoanalítico.

     En la transferencia, la repetición podrá desplegarse con libertad casi total, apareciendo en ella todo pulsionar patógeno en la vida del analizado, pudiendo darse la sustitución de la neurosis ordinaria por una neurosis de transferencia, accesible a la interpretación, lo que en el mejor de los casos puede llevar al vencimiento de las resistencias y la aparición de los recuerdos. Finalmente, Freud mencionará que la interpretación de una resistencia no necesariamente conllevará a un cambio, siendo necesario un tiempo prudencial para reelaborarla y vencerla; en la práctica, la reelaboración de estas resistencias puede convertirse en una dura tarea para el analizado y una prueba de paciencia para el analista, sin embargo, será la pieza del trabajo con mayor efecto alterador sobre el primero, que finalmente diferenciará el trabajo analítico del influjo sugestivo.

     Es importante destacar que este vencimiento de las resistencias al cual le seguiría el proceso de elaboración, conlleva el poder darse cuenta de algo. En la obra freudiana el conocimiento que el paciente tuviera de su propio padecer, resultó siempre fundamental, a pesar que pudiese variar el método para obtenerlo, yendo desde la hipnosis o la comunicación directa, a la interpretación o las construcciones. Sin embargo, ese conocimiento más que dado por el analista, podía ser encontrado, construido entre los dos, facilitando en el paciente la noción de “darse cuenta de” algo que en ese momento le era esquivo a la conciencia, aunque le perteneciera. Etchegoyen (2014), menciona que justo en el contexto de estos trabajos técnicos como el que acabamos de mencionar y en este mismo sentido, sería a esa idea de obtener ese conocimiento de sí mismo mediante el vencimiento de las resistencias, a lo que pudiera llamarse “Insight”, afirmando que sería un término que remitiría directamente al pensamiento freudiano de la época a pesar que como tal Freud nunca lo utilizó explícitamente en ese sentido, sino que fue más bien un anglicismo que ya venía siendo utilizado por algunos de sus colaboradores y finalmente fue adoptado a posteriori por los analistas de Europa y Norteamérica: “Freud bien podría haber dicho: el método psicoanalítico tiene por finalidad hacer consciente lo inconsciente y a esa toma de conciencia la vamos a llamar insight” (p.729).   Al parecer el término en alemán “Einsicht” fue utilizado varias veces por Freud de manera coloquial y no con el valor técnico que adquirió posteriormente, al punto de no aparecer en el índice de las obras completas de la Standard Edition (Sandler, Dare y Holder, 1993).

     El insight que literalmente en inglés va a significar “visión interna”, “percepción interna” o como le denominan Sandler y cols. “comprensión intuitiva”, de una palabra del lenguaje común, se fue convirtiendo en un término técnico que remite a la psicología y en especial al psicoanálisis. Independientemente de la corriente a la cual pertenezca el analista, el término insight tendrá un valor técnico y será entendido como fundamental para el proceso de cambio dentro del análisis. Va a tratarse entonces de un momento puntual en el cual el paciente es capaz de adquirir un nuevo conocimiento que cambia la conexión de significados, de realizar un descubrimiento que modifica la noción que tenía de sí mismo y de la realidad; de allí tal vez la importancia de entenderlo como una comprensión, aunque sea personalísima e intransferible.

      Ahora bien, este descubrimiento con tal valor de insight ocurre en el marco de la sesión de tratamiento analítico y más allá de eso, se da en el terreno de la transferencia. Pudiéramos pensar que sin la presencia y la actuación del analista, el paciente no podría lograr este insight. Es en el campo intersubjetivo entre analista y paciente en el cual se despliega la transferencia: allí la repetición, si es entendida como tal por el analista y si es captada a tiempo podrá ser señalada o interpretada en referencia a la relación y el encuentro que ocurre en el consultorio, pero también tomando en cuenta otros elementos de la vida del paciente. Esta palabra del analista, llámese señalamiento, o interpretación va a facilitar que el paciente pueda darse cuenta de ese conocimiento y a partir de ese punto seguir el trabajo incorporando material nuevo que antes le era inaccesible.

    En este sentido, Willy y Madelaine Baranger (1969) van a considerar que el insight es un fenómeno propio del campo analítico, es obra de dos personas, a la que se llegaría mediante la coincidencia de la fantasía inconsciente de paciente y analista dentro de este campo bipersonal, por lo que no tendría tal valor cualquier auto descubrimiento (si por ejemplo ocurriese fuera de sesión). Otros autores como Abadi (1996) al estudiar los planteamientos de Winnicott (1971) sobre los objetos y fenómenos transicionales, van a señalar que la interpretación, es al igual que el objeto transicional, un elemento creado y a la vez encontrado por estas dos personas, partiendo de la aseveración del autor donde menciona que la psicoterapia tiene lugar, en la zona intermedia entre el área de juego del analista y el área del paciente, mejor dicho, en la superposición de ambas. Debemos recordar que desde esta teoría, el juego es un elemento universal ligado a la salud psíquica y el jugar es un modo de comunicación que puede expresarse de muchas maneras hasta sutiles; una experiencia que acompaña al vivir en todas sus formas, teniendo el mismo análisis la connotación de un juego especializado, inédito y original. Cabría preguntarse si no es justamente en esta zona común para los dos miembros de la pareja analítica, en la cual aparece y tiene efecto el insight, como producto de un trabajo de dos personas que operan con una meta compartida, aunque como tal pertenezca al paciente e incida únicamente sobre él, pero que no sería posible sin la adecuada comprensión e intervención del analista, la cual muchas veces parte de una lectura atinada de su contratransferencia. 

     Para Thoma y Kachele (1989), el insight es central en la teoría psicoanalítica, la cual reclama para sí la posibilidad de lograr cambios por medio de éste en contraste con otras formas de terapia. Agregan, que la interpretación como método terapéutico fundamental, se orienta a la capacidad del paciente de alcanzar cambios en sus trastornos a través del insight. No obstante, mencionarán que el proceso de cambio interno en un paciente no puede ser observado directamente por el analista, sino ser deducido indirectamente, a la vez que cuestionan la respuesta del paciente frente a una determinada intervención del analista, preguntándose ¿cómo podemos distinguir el insight de otras reacciones?  Esto lleva a la discusión sobre si tras la palabra dicha por el analista, basta con una reflexión novedosa de carácter intelectual para considerar que se ha logrado un insight o si es necesaria que exista también una respuesta emocional. No en vano estos autores consideran que casi todos quienes se han ocupado del concepto de insight afirman que éste se encontraría entre el polo emocional y el intelectual.

     Sandler y cols. (1993) van a considerar que esta distinción es factible y de utilidad técnica, valorando que el mero conocimiento intelectual psicoanalítico de los orígenes de un trastorno no basta, pues siendo así el paciente podría mejorarse sólo con leer algún escrito psicoanalítico, mientras que en lo que respecta al efecto terapéutico, es necesaria alguna experiencia emocional concomitante para lograr una comprensión intuitiva eficaz, y con eficaz refiere a que sea capaz de producir cambio alguno. Es decir, la reacción emocional tiene un peso importante que trasciende lo racional. Tal vez por eso en algunos pacientes el cambio resulte tan difícil o tome un mayor tiempo, sobre todo cuando las conexiones con la afectividad están restringidas como en el caso de los pacientes más obsesivos, los cuales a pesar de parecer entender perfectamente lo dicho por su interlocutor, y poder racionalizar lo que les pasa, no logran vivirlo así desde su propia experiencia, quedándose únicamente en el conocimiento intelectual, siendo parte necesaria del proceso permitirle establecer primero estas conexiones con lo emocional y lo afectivo.

    Algunos autores han profundizado en la polémica que sitúa al insight como agente fundamental del cambio psíquico, en contraposición al valor que se le da a la relación analítica como tal. Sólo por citar algunos, vemos por ejemplo como Pulver (1992), señala que el insight es crucial para el conocimiento general de uno mismo, algo con lo que Cooper (1992), se muestra totalmente en desacuerdo, cuestionando el valor que pueda tener el insight intelectual que él denomina insight verbal o cognitivo, argumentando que incluso ocurren mejorías significativas en niños que no pasan por el entendimiento intelectual. A pesar de ello, Cooper no niega el valor que pueda tener este conocimiento, aunque ubica como algo más trascendental los insights específicos que han surgido en la relación con el analista, en el marco de la transferencia, ya que las variaciones en el marco de los vínculos interpersonales, movilizan cambios en las representaciones de uno mismo, de los objetos y de las interacciones afectivas, lo que requiere un nuevo conjunto de percepciones, donde estarían los insights. Puede apreciarse entonces un mayor peso o trascendencia en la experiencia emocional que permite el surgimiento del insight, que en el conocimiento reflexivo y novedoso como tal. Va a decir el autor que el vehículo del insight son las constantes mutaciones en la interacción transferencial y la interpretación es una forma verbal de integrar los reconocimientos, que van desde nombrar y apuntar hasta las complejas interacciones intrapsíquicas e interpersonales entre pasado y presente, entre la construcción y la reconstrucción.  Dicho de otra forma, sin el valor de la relación analítica y la movilización emocional que ésta produce, el insight carecería de sentido y perdería fuerza como agente de cambio.

     Por su parte, Etchegoyen (2014), considerando las investigaciones de Reid y Finesinger va a aclarar que, aunque por definición todo insight es cognitivo, ciertamente hay algunos donde la emoción tendrá o no mayor relevancia. Cita el trabajo de estos autores y menciona una clasificación que implicaría la presencia de un insight neutro, uno emocional (que pudiera tomar la emoción o bien como contenido o bien como resultado) y uno dinámico que sería realmente el eficaz e implicaría el levantamiento de una represión, facilitando que el yo se haga cargo de un contenido hasta entonces inconsciente. Otro trabajo citado en su disertación será el de Richfield, que critica el recientemente mencionado y propone una clasificación más simple entre insight descriptivo e insight ostensivo. Etchegoyen abraza esta clasificación, definiéndose que cuando se describen y comprenden con palabras los fenómenos inconscientes el insight será descriptivo, mientras que en el insight ostensivo la persona que lo asume se siente en contacto directo con una determinada situación psicológica, lo que lo haría conectar con la emoción que implica dicho conocimiento o situación.  Un planteamiento propio del autor, será considerar que para que el insight sea realmente efectivo debe haber un movimiento circular que va del insight descriptivo al ostensivo, y de allí nuevamente al insight descriptivo, permitiéndose una mayor integración: “El momento del insight ostensivo es fundamental, pero para que perdure debe trasegarse cuidadosamente en palabras (…) si este proceso no se cumple, el insight ostensivo por muy emocional que sea queda como un proceso abreactivo que no lleva a la integración” (p. 745).

     Resulta clave, sin embargo, tener en consideración que la sola aparición del insight como tal, por muy emocional que sea no hará que éste opere como parte esencial del cambio psíquico. Aún quedaría un trecho por resolver, un camino por transitar que no es otro que el de la elaboración. Al respecto, puede mencionarse que aunque en otros momentos Freud había hecho uso de la palabra elaboración, incluso desde Estudios sobre la histeria, tal como pesquisa detalladamente Chernizky (1981), no es sino hasta 1914 que el término va a tomar la concepción que nos interesa. Para Freud, el trabajo de elaboración era el que tanto paciente como analista debían hacer para superar las resistencias al cambio, debidas primordialmente a la tendencia de las mociones pulsionales a adherirse a las modalidades habituales de descarga, siendo una labor analítica adicional a la de develar los conflictos inconscientes y las resistencias (Sandler y cols., 1993). De otra manera, pudiera decirse que se trata del proceso de movilizar las resistencias para que un determinado conocimiento intelectual se recubra del afecto que le pertenece, proceso que implica el transcurrir de un tiempo (Etchegoyen, 2014).

     Cabe destacar que precisamente para Etchegoyen, el proceso de elaboración constituiría el ida y vuelta del insight descriptivo al ostensivo y viceversa, mencionándose que ambos procesos están íntimamente ligados y se relacionan a tal punto que uno no puede darse sin el otro. Visto así, los insight serían momentos puntuales y necesarios dentro del proceso de elaboración, en un ir y venir que fortalece la adquisición de nuevas representaciones y favorece el anhelado cambio psíquico. Tal vez la diferencia fundamental vendría dada porque la adquisición de un insight viene siendo un fenómeno sincrónico, hay un corte transversal donde se aprecia un momento puntual dentro del proceso psicoanalítico, mientras que la elaboración se trata de un proceso diacrónico que se sostiene en el tiempo y que sin duda va a llevar al surgimiento de nuevos insights.

     Greenson (1965), de otro modo, más que como un ir y venir interdependiente, ve el proceso de elaboración como claramente secundario al insight, señalando que la meta de la elaboración es hacer al insight efectivo a fin de promover cambios significativos y duraderos en el paciente, llegando a distinguirse las resistencias que operan contra el insight y aquellas que impiden que el insight promueva cambios. El análisis sobre este segundo tipo de resistencias sería propiamente la elaboración. Esta conceptualización podría basarse el cambio de posición freudiana que ocurre luego de 1920 con la introducción de la pulsión de muerte en Más allá del principio del placer y el esclarecimiento de los tipos de resistencia en 1926 en Inhibición, síntoma y angustia; merece la pena señalar que aunque sin contradecirse con la repetición puesta en la transferencia, en este caso específico el trabajo elaborativo estaría en contraposición a la compulsión a la repetición, ya que ésta es la que precisamente sostendría las resistencias del ello que sería sobre las que habría que trabajar en dicho proceso de elaboración.

     Finalmente, sobre el propio proceso de elaboración como tal y tomando como referencia el encuentro analítico surgirían dos preguntas fundamentales que es necesario pensar e intentar aclarar. En primer lugar ¿es la elaboración trabajo exclusivo del paciente, del analista o más bien de ambos? Además, ¿debe darse la elaboración durante la sesión analítica exclusivamente o se trata de un continuo que puede proseguir fuera del análisis?

     Para dar respuesta a estos planteamientos, debemos tener en cuenta antes que nada, que hemos partido de la transferencia y la interpretación de los contenidos reeditados en esta como punto de partida para lograr un insight y que el paciente pueda adquirir y vivenciar un nuevo conocimiento de si mismo, algo que antes le era imposible de colegir por permanecer en lo inconsciente; se ha sustentado que este trabajo se da en el marco de un campo bipersonal argumentando los planteamientos de los Baranger y añadiendo las ideas de Winnicott sobre la zona intermedia en donde se superponen las áreas de juego de analista y paciente y en la cual se da la psicoterapia, dándose en ella la interpretación y podemos agregar también: el insight. Siendo así, no habría motivo que justifique que la elaboración, bien sea posterior al insight, o consitituya un proceso de ida y vuelta entre el insight descriptivo y el ostensivo, tenga que darse de manera diferente. En medio del esfuerzo del paciente por entender lo que le pasa e intentar modificar el sufrimiento y la angustia que le genera su neurosis, lo que el analista agregue con su palabra y con la habilidad de leer su contratransferencia va a ser de gran utilidad, pudiendo considerarse que la elaboración forma parte del mismo proceso analítico que se da entre dos y para el cual la noción de pareja es tan importante, por lo cual responsabilizar sólo al paciente o sólo al analista del proceso de elaboración sería dejar fuera la otra mitad. En palabras de Thoma y Kachele (1989), la ayuda interpretativa del analista en la elaboración consiste en que con ella el paciente aprenda a percibir y controlar las intenciones inconscientes de sus actitudes y sus comportamientos.

    Adicionalmente, pudiésemos afirmar, que al ser un proceso que se da longitudinalmente es imposible que se restrinja únicamente al contexto de la situación analítica; el intercambio entre el paciente y su interlocutor, conlleva paulatinamente un aprendizaje de un modo de pensar sobre si mismo que trasciende el espacio físico del consultorio y de los límites de la sesión. Ciertamente sin proceso analítico no es posible que se de el trabajo sobre las resistencias que conlleve a integración de los nuevos contenidos que se han intelegido por medio de la interpretación y a través de transferencia, pero eso no quiere decir que el proceso no pueda continuar por sí mismo más allá de la sesión. Inclusive, diversas vivencias para ser elaboradas deberán ser puestas a prueba en el día a día del paciente y más allá del encuentro y la situación transferencial, facilitándose con ello la comprensión, la síntesis y ¿por qué no? el surgimiento de nuevos insights que será necesario poder elaborar en el marco de nuevas sesiones y también más allá de ellas...

Referencias:

Abadi, S. (1996). Transiciones: El modelo terapéutico de D.W. Winnicott. Buenos Aires: Lumen.   


Baranger, W. y Baranger, M. (1969). Problemas del campo psicoanalítico. Buenos Aires: Kargieman.


Blasco, J. (2012). Interpretación, elaboración y aceptación. XII Jornadas Psicoanalíticas del EPBCN: Aperturas en Psicoanálisis. Barcelona, España.


Chernizky, D. (1981). Elaboración psíquica – labor terapéutica. Revista de Psicoanálisis APA, Tomo XXXVIII. Buenos Aires.  Pp. 611-619.


Cooper, A. (1992). Cambio psíquico: desarrollos en la teoría de la técnica psicoanalítica. Libro Anual de Psicoanálisis, tomo VIII, 1992. Sao Paulo: Editora Escuta Ltda.


Etchegoyen, H. (2014). Los fundamentos de la técnica psicoanalítica (3era Ed.) Buenos Aires: Amorrortu.


Freud, S. (1914). Recordar repetir y reelaborar. Sigmund Freud, Obras Completas, Tomo XII. Buenos Aires: Amorrortu, 1976.


Gay, P. (1989). Sigmund Freud. Vida y legado de un precursorBarcelona: Paidós.


Greenson, R. (1965). The problem of working throught. En M. Schur (comp.): Drives, affects, behavior. New York: International University Press.


Pulver, S. (1992). Psychic change: insight or relationship? International Journal of Psychoanalisis, 73. Pp. 199-208.


Sandler, J; Dare, C. y Holder, A. (1993). El paciente y el analista: las bases del proceso psicoanalítico (2da. Ed). Buenos Aires: Paidós.




Thoma, H. y Kachele, H. (1989). Teoría y Práctica del psicoanálisis, Vol. I, Fundamentos. Barcelona: Herder.


Winnicott, D. (1971). Realidad y juego. Barcelona: Gedisa, 1979. 

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