Del recuerdo y la repetición... al insight y la elaboración...
J.M.
Blasco (2012, párr. 25).
En 1914
Freud escribe “Recordar, repetir y reelaborar”, enmarcado en sus
escritos técnicos de la época, como parte de la segunda entrega de “Nuevos
consejos sobre la técnica del psicoanálisis” y en el contexto de sus desarrollos
en torno a la primera tópica del aparato psíquico. En líneas generales, este
artículo resulta de mucha utilidad pues plantea por primera vez la noción de
compulsión a la repetición y de elaboración (Strachey, 1958/1976) y refleja su
preocupación por la transferencia y el valor de ésta como instrumento de
provecho para la conducción del tratamiento, en un contexto en el cual sus
escritos sobre técnica tenían como finalidad sentar las bases de cómo debía
llevarse la práctica analítica, a fin de evitar lo que él mismo denominó
“psicoanálisis silvestre” y codificar lo que había aprendido en la práctica
clínica en base a sus propios aciertos y errores (Gay, 1989/2010).
A lo largo
de las primeras páginas de su artículo, Freud (1914/1976) hace un recorrido por
los cambios que ha sufrido el método analítico: desde sus comienzos basados en
la hipnosis y el uso de la abreacción, pasando por épocas donde sin usar
hipnosis se hacía uso de una técnica más sugestiva dirigida a encontrar los recuerdos
reprimidos y con ellos tratar de explicar la formación de síntomas (comunicándoselo
al paciente y esperando con ello una mejoría),
hasta llegar a un período posterior donde a través la asociación libre
se renunciaba a enfocarse en un momento o problema determinado y se comenzaba a
discernir e interpretar las resistencias desconocidas por el paciente, con la
finalidad de hacerlas conscientes y poderlas trabajar. Va a decir Freud, que a
partir de la nueva técnica no se busca que el paciente recuerde directamente
como en el estado hipnoide, sino que lo olvidado se pondrá en acto (en la
transferencia y en la relación con el médico[1])
sin saber que se le está repitiendo. De esta manera se sortearían las
dificultades del olvido, producto de bloqueos, e influido muchas veces por los
recuerdos encubridores, incluyendo aquellas vivencias tempranas en principio no
entendidas, de las cuales resultaba casi imposible hallar memoria directa
Continúa
explicando la relación entre el recuerdo, la repetición y la transferencia,
señalando que la transferencia va a ser una “pieza” de la repetición y lo que
se repite es la transferencia del pasado olvidado, no sólo sobre el médico sino
sobre todos los ámbitos de la situación presente, sustituyendo la compulsión a
la repetición al impulso a recordar, siendo que a mayor resistencia y a una
transferencia más compleja e intensa, existirá mayor imposibilidad de recuerdo,
habiendo mayor tendencia a la repetición. Lo que se va a repetir es todo
aquello que desde las fuentes de lo reprimido se ha abierto paso a lo
manifiesto, tales como inhibiciones, actitudes inviables, rasgos patológicos de
carácter, repitiéndose todos los síntomas durante el tratamiento. Tal vez la
idea más importante de ese trabajo esté en señalar que el mayor recurso para
dominar la compulsión de repetición del paciente y transformarla en un motivo
para el recordar es el trabajo de la transferencia, el cual vuelve la
compulsión inocua y aprovechable para el trabajo psicoanalítico.
En la
transferencia, la repetición podrá desplegarse con libertad casi total,
apareciendo en ella todo pulsionar patógeno en la vida del analizado, pudiendo
darse la sustitución de la neurosis ordinaria por una neurosis de
transferencia, accesible a la interpretación, lo que en el mejor de los casos
puede llevar al vencimiento de las resistencias y la aparición de los
recuerdos. Finalmente, Freud mencionará que la interpretación de una
resistencia no necesariamente conllevará a un cambio, siendo necesario un
tiempo prudencial para reelaborarla y vencerla; en la práctica, la
reelaboración de estas resistencias puede convertirse en una dura tarea para el
analizado y una prueba de paciencia para el analista, sin embargo, será la
pieza del trabajo con mayor efecto alterador sobre el primero, que finalmente
diferenciará el trabajo analítico del influjo sugestivo.
Es
importante destacar que este vencimiento de las resistencias al cual le
seguiría el proceso de elaboración, conlleva el poder darse cuenta de algo. En
la obra freudiana el conocimiento que el paciente tuviera de su propio padecer,
resultó siempre fundamental, a pesar que pudiese variar el método para
obtenerlo, yendo desde la hipnosis o la comunicación directa, a la
interpretación o las construcciones. Sin embargo, ese conocimiento más que dado
por el analista, podía ser encontrado, construido entre los dos, facilitando en
el paciente la noción de “darse cuenta de” algo que en ese momento le era
esquivo a la conciencia, aunque le perteneciera. Etchegoyen (2014), menciona
que justo en el contexto de estos trabajos técnicos como el que acabamos de
mencionar y en este mismo sentido, sería a esa idea de obtener ese conocimiento
de sí mismo mediante el vencimiento de las resistencias, a lo que pudiera
llamarse “insight”, afirmando que sería un término que remitiría
directamente al pensamiento freudiano de la época a pesar que como tal Freud
nunca lo utilizó explícitamente en ese sentido, sino que fue más bien un
anglicismo que ya venía siendo utilizado por algunos de sus colaboradores y
finalmente fue adoptado a posteriori por los analistas de Europa y Norteamérica:
“Freud bien podría haber dicho: el método psicoanalítico tiene por finalidad
hacer consciente lo inconsciente y a esa toma de conciencia la vamos a llamar
insight” (p.729). Al parecer el término
en alemán “einsicht” fue utilizado varias veces por Freud de manera coloquial y
no con el valor técnico que adquirió posteriormente, al punto de no aparecer en
el índice de las obras completas de la Standard Edition (Sandler, Dare y
Holder, 1993).
El insight
que literalmente en inglés va a significar “visión interna”, “percepción
interna” o como le denominan Sandler y cols. “comprensión intuitiva”, de una
palabra del lenguaje común, se fue convirtiendo en un término técnico que
remite a la psicología y en especial al psicoanálisis. Independientemente de la
corriente a la cual pertenezca el analista, el término insight tendrá un
valor técnico y será entendido como fundamental para el proceso de cambio
dentro del análisis. Va a tratarse entonces de un momento puntual en el cual el
paciente es capaz de adquirir un nuevo conocimiento que cambia la conexión de
significados, de realizar un descubrimiento que modifica la noción que tenía de
sí mismo y de la realidad; de allí tal vez la importancia de entenderlo como
una comprensión, aunque sea personalísima e intransferible.
Ahora
bien, este descubrimiento con tal valor de insight ocurre en el marco de la
sesión de tratamiento analítico y más allá de eso, se da en el terreno de la
transferencia. Pudiéramos pensar que, sin la presencia y la actuación del
analista, el paciente no podría lograr este insight. Es en el campo
intersubjetivo entre analista y paciente en el cual se despliega la
transferencia: allí la repetición, si es entendida como tal por el analista y
si es captada a tiempo podrá ser señalada o interpretada en referencia a la
relación y el encuentro que ocurre en el consultorio, pero también tomando en
cuenta otros elementos de la vida del paciente. Esta palabra del analista,
llámese señalamiento, o interpretación va a facilitar que el paciente pueda
darse cuenta de ese conocimiento y a partir de ese punto seguir el trabajo
incorporando material nuevo que antes le era inaccesible.
En este sentido, Willy y Madeleine Baranger
(1969) van a considerar que el insight, como fenómeno propio del campo
analítico, es obra de dos personas a la que se llegaría mediante la
coincidencia de la fantasía inconsciente de paciente y analista dentro de este
campo bipersonal, por lo que no tendría tal valor cualquier auto descubrimiento
(si por ejemplo ocurriese fuera de sesión). Otros autores como Abadí (1996) al
estudiar los planteamientos de Winnicott (1971/1993) sobre los objetos y
fenómenos transicionales, van a señalar que la interpretación, es al igual que
el objeto transicional, un elemento creado y a la vez encontrado por estas dos
personas, partiendo de la aseveración del autor donde menciona que la
psicoterapia tiene lugar, en la zona intermedia entre el área de juego del
analista y el área del paciente, mejor dicho, en la superposición de ambas.
Debemos recordar que, desde esta teoría, el juego es un elemento universal
ligado a la salud psíquica y el jugar es un modo de comunicación que puede
expresarse de muchas maneras hasta sutiles; una experiencia que acompaña al
vivir en todas sus formas, teniendo el mismo análisis la connotación de un
juego especializado, inédito y original. Cabría preguntarse si no es justamente
en esta zona común para los dos miembros de la pareja analítica, en la cual
aparece y tiene efecto el insight, como producto de un trabajo de dos personas
que operan con una meta compartida, aunque como tal pertenezca al paciente e
incida únicamente sobre él, pero que no sería posible sin el adecuado
entendimiento e intervención del analista, la cual muchas veces parte de una
lectura atinada de su contratransferencia.
Para Thomä
y Kächele (1985/1989), el insight es central en la teoría psicoanalítica, la
cual reclama para sí la posibilidad de lograr cambios por medio de éste en
contraste con otras formas de terapia. Agregan, que la interpretación como
método terapéutico fundamental, se orienta a la capacidad del paciente de
alcanzar cambios en sus trastornos a través del insight. No obstante,
mencionarán que el proceso de cambio interno en un paciente no puede ser
observado directamente por el analista, sino ser deducido indirectamente, a la
vez que cuestionan la respuesta del paciente frente a una determinada
intervención del analista, preguntándose ¿cómo podemos distinguir el insight de
otras reacciones? Esto lleva a la
discusión sobre si tras la palabra dicha por el analista, basta con una
reflexión novedosa de carácter intelectual para considerar que se ha logrado un
insight o si es necesaria que exista también una respuesta emocional. No en
vano estos autores consideran que casi todos quienes se han ocupado del concepto
de insight afirman que éste se encontraría entre el polo emocional y el
intelectual.
Sandler y
cols. (1993) van a considerar que esta distinción es factible y de utilidad
técnica, valorando que el mero conocimiento intelectual psicoanalítico de los
orígenes de un trastorno no basta, pues siendo así el paciente podría mejorarse
sólo con leer algún escrito psicoanalítico, mientras que en lo que respecta al
efecto terapéutico, es necesaria alguna experiencia emocional relacionada para
lograr una comprensión intuitiva eficaz, y con eficaz, refieren a que sea capaz
de producir cambio alguno. Es decir, la reacción emocional tiene un peso
importante que trasciende lo racional. Tal vez por eso en algunos pacientes el
cambio resulte tan difícil o tome un mayor tiempo, sobre todo cuando las
conexiones con la afectividad están restringidas como en el caso de los
pacientes más obsesivos, los cuales a pesar de parecer entender perfectamente
lo dicho por su interlocutor, y poder racionalizar lo que les pasa, no logran
vivirlo así desde su propia experiencia, quedándose únicamente en el
conocimiento intelectual, siendo parte necesaria del proceso permitirle
establecer primero estas conexiones con lo afectivo.
Algunos
autores han profundizado en la polémica que sitúa al insight como agente
fundamental del cambio psíquico, en contraposición al valor que se le da a la
relación analítica como tal. Sólo por citar algunos, vemos por ejemplo como
Pulver (1992) señala que el insight es crucial para el conocimiento general de
uno mismo, algo con lo que Cooper (1992), se muestra totalmente en desacuerdo,
cuestionando el valor que pueda tener el insight intelectual que él denomina
insight verbal o cognitivo, argumentando que incluso ocurren mejorías
significativas en niños que no pasan por el entendimiento intelectual. A pesar
de ello, Cooper no niega el valor que pueda tener este conocimiento, aunque
ubica como algo más trascendental los insights específicos que han surgido en
la relación con el analista, en el marco de la transferencia, ya que las
variaciones en el marco de los vínculos interpersonales, movilizan cambios en
las representaciones de uno mismo, de los objetos y de las interacciones
afectivas, lo que requiere un nuevo conjunto de percepciones, donde estarían
los insights. Puede apreciarse entonces un mayor peso o trascendencia en la
experiencia emocional que permite el surgimiento del insight, que en el
conocimiento reflexivo y novedoso como tal. Dirá el autor que el vehículo del
insight son las constantes mutaciones en la interacción transferencial y la
interpretación es una forma verbal de integrar los reconocimientos, que van
desde nombrar y apuntar hasta las complejas interacciones intrapsíquicas e
interpersonales entre pasado y presente, entre la construcción y la
reconstrucción. Dicho de otra forma, sin
el valor de la relación analítica y la movilización emocional que ésta produce,
el insight carecería de sentido y perdería fuerza como agente de cambio.
Por su parte, Etchegoyen (2014),
considerando las investigaciones de Reid y Finesinger[2]
(1952) va a aclarar que, aunque por definición todo insight es cognitivo,
ciertamente hay algunos donde la emoción tendrá o no mayor relevancia. Cita el
trabajo de estos autores y menciona una clasificación que implicaría la
presencia de un insight neutro, uno emocional (que pudiera tomar la emoción o
bien como contenido o bien como resultado) y uno dinámico que sería realmente
el eficaz e implicaría el levantamiento de una represión, facilitando que el yo
se haga cargo de un contenido hasta entonces inconsciente. Otro trabajo citado
en su disertación será el de Richfield[3]
(1954), que critica el recientemente mencionado y propone una clasificación más
simple entre insight descriptivo e insight ostensivo. Etchegoyen abraza esta
clasificación, definiéndose que cuando se describen y comprenden con palabras
los fenómenos inconscientes el insight será descriptivo, mientras que en el
insight ostensivo la persona que lo asume se siente en contacto directo con una
determinada situación psicológica, lo que lo haría conectar con la emoción que
implica dicho conocimiento o situación. Un
planteamiento propio del autor, será considerar que para que el insight sea
realmente efectivo debe haber un movimiento circular que va del insight
descriptivo al ostensivo, y de allí nuevamente al insight descriptivo,
permitiéndose una mayor integración:
“El momento del insight ostensivo es
fundamental, pero para que perdure debe trasegarse cuidadosamente en palabras (…)
si este proceso no se cumple, el insight ostensivo por muy emocional que sea
queda como un proceso abreactivo que no lleva a la integración”. (p. 745)
Resulta
clave, sin embargo, tener en consideración que la sola aparición del insight
como tal, por muy emocional que sea no hará que éste opere como parte esencial
del cambio psíquico. Aún quedaría un trecho por resolver, un camino por
transitar que no es otro que el de la elaboración. Al respecto, puede
mencionarse que, aunque en otros momentos Freud había hecho uso de la palabra elaboración,
incluso desde “Estudios sobre la histeria”, tal como pesquisa
detalladamente Chernizky (1981), no es sino hasta 1914 que el término va a
tomar la concepción que nos interesa. Para Freud, el trabajo de elaboración era
el que tanto paciente como analista debían hacer para superar las resistencias
al cambio, debidas primordialmente a la tendencia de las mociones pulsionales a
adherirse a las modalidades habituales de descarga, siendo una labor analítica
adicional a la de develar los conflictos inconscientes y las resistencias
(Sandler y cols., 1993). De otra manera, pudiera decirse que se trata del
proceso de movilizar las resistencias para que un determinado conocimiento
intelectual se recubra del afecto que le pertenece, proceso que implica el
transcurrir de un tiempo (Etchegoyen, 2014).
Cabe
destacar que precisamente para Etchegoyen, el proceso de elaboración
constituiría el ida y vuelta del insight descriptivo al ostensivo y viceversa,
mencionándose que ambos procesos están íntimamente ligados y se relacionan a
tal punto que uno no puede darse sin el otro. Visto así, los insight serían
momentos puntuales y necesarios dentro del proceso de elaboración, en un ir y
venir que fortalece la adquisición de nuevas representaciones y favorece el
anhelado cambio psíquico. Tal vez la diferencia fundamental vendría dada porque
la adquisición de un insight viene siendo un fenómeno sincrónico, hay un corte
transversal donde se aprecia un momento puntual dentro del proceso
psicoanalítico, mientras que la elaboración se trata de un proceso diacrónico
que se sostiene en el tiempo y que sin duda va a llevar al surgimiento de
nuevos insights.
Greenson
(1965), en contraposición, más que como un ir y venir interdependiente, ve el
proceso de elaboración como claramente secundario al insight, señalando que la
meta de la elaboración es hacer al insight efectivo a fin de promover cambios
significativos y duraderos en el paciente, llegando a distinguirse las
resistencias que operan contra el insight y aquellas que impiden que el insight
promueva cambios. El análisis sobre este segundo tipo de resistencias sería
propiamente la elaboración. Esta conceptualización podría basarse el cambio de
posición freudiana que ocurre luego de 1920 con la introducción de la pulsión
de muerte en “Más allá del principio del placer” y el esclarecimiento de
los tipos de resistencia en 1926 en “Inhibición, síntoma y angustia”;
merece la pena señalar que aunque sin contradecirse con la repetición puesta en
la transferencia, en este caso específico el trabajo elaborativo estaría en
contraposición a la compulsión a la repetición, ya que ésta es la que
precisamente sostendría las resistencias del ello, que sería una sobre las que
habría que trabajar en dicho proceso de elaboración.
Finalmente,
sobre el propio proceso de elaboración como tal y tomando como referencia el
encuentro analítico surgirían dos preguntas fundamentales que es necesario
pensar e intentar aclarar. En primer lugar ¿es la elaboración trabajo exclusivo
del paciente, del analista o más bien de ambos? Además, ¿debe darse la
elaboración durante la sesión analítica exclusivamente o se trata de un
continuo que puede proseguir fuera del análisis?
Para dar
respuesta a estos planteamientos, debemos tener en cuenta antes que nada, que
hemos partido de la transferencia y la interpretación de los contenidos
reeditados en ésta como punto de partida para lograr un insight y que el
paciente pueda adquirir y vivenciar un nuevo conocimiento de sí mismo, algo que
antes le era imposible de colegir por permanecer en lo inconsciente; se ha
sustentado que este trabajo se da en el marco de un campo bipersonal
argumentando los planteamientos de los Baranger y añadiendo las ideas de
Winnicott sobre la zona intermedia en donde se superponen las áreas de juego de
analista y paciente y en la cual se da la psicoterapia, dándose en ella la
interpretación y podemos agregar también: el insight. Siendo así, no habría
motivo que justifique que la elaboración, bien sea posterior al insight, o
consitituya un proceso de ida y vuelta entre el insight descriptivo y el
ostensivo, tenga que darse de manera diferente. En medio del esfuerzo del
paciente por entender lo que le pasa e intentar modificar el sufrimiento y las
ansiedades que derivan de su neurosis, lo que el analista agregue con su
palabra y con la habilidad de leer su contratransferencia va a ser de gran
utilidad, pudiendo considerarse que la elaboración forma parte del mismo
proceso analítico que se da entre dos y para el cual la noción de pareja es tan
importante, por lo cual responsabilizar sólo al paciente o sólo al analista del
proceso de elaboración sería dejar fuera la otra mitad. En palabras de Thomä y
Kächele (1989), la ayuda interpretativa del analista en la elaboración consiste
en que con ella el paciente logre discernir las intenciones inconscientes de
sus actitudes y sus comportamientos.
Adicionalmente, pudiésemos afirmar, que al
ser un proceso que se da longitudinalmente es imposible que se restrinja
únicamente al contexto de la situación analítica; el intercambio entre el
paciente y su interlocutor, conlleva paulatinamente una adquisición de un modo
de pensar sobre sí mismo que trasciende el espacio físico del consultorio y de
los límites de la sesión. Ciertamente sin proceso analítico no es posible que
se dé el trabajo sobre las resistencias que conlleve a integración de los
nuevos contenidos que se han intelegido por medio de la interpretación y a
través de transferencia, pero eso no quiere decir que el proceso no pueda
continuar por sí mismo más allá de la sesión. Inclusive, diversas vivencias
para ser elaboradas deberán ser puestas a prueba en el día a día del paciente y
más allá del encuentro y la situación transferencial, facilitándose con ello el
entendimiento, la síntesis y ¿por qué no? el surgimiento de nuevos insights que
será necesario poder elaborar en el marco de nuevas sesiones y también más allá
de ellas...
Referencias:
Abadí, S. (1996). Transiciones: El
modelo terapéutico de D.W. Winnicott. Lumen.
Baranger, W. y Baranger, M. (1969). Problemas
del campo psicoanalítico. Kargieman.
Blasco, J. (12 de mayo de 2012). Interpretación,
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del EPBCN: Aperturas en Psicoanálisis. Barcelona, España.
Chernizky, D. (1981). Elaboración psíquica
– labor terapéutica. Revista de Psicoanálisis, 38 (3), 611-619.
Cooper, A. (1992). Cambio psíquico:
desarrollos en la teoría de la técnica psicoanalítica. En Libro
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Greenson,
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Reid, J.
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Richfeld,
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Sandler,
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Strachey, J. (1976). Nota introductoria. En
Recordar, repetir y reelaborar. J.L. Etcheverry (trad). Obras Completas (Vol.
XII). Amorrortu. (Nota original publicada en la Standard Edition de 1958).
Thomä, H. y Kächele, H. (1989). Teoría y
práctica del psicoanálisis, Vol. I, Fundamentos. Herder. (Original
publicado en 1985).
Winnicott, D. (1993). Realidad y juego.
Gedisa. (Original publicado en 1971).
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