Del recuerdo y la repetición... al insight y la elaboración...
“la
asociación libre puramente dicha, viene tramada de un modo inagotablemente
complejo con el razonamiento clásico. Y esa trama, irreductible a las simplificaciones
al uso, tiene un nombre genérico: es un trabajo y si se quiere un nombre
específico: un trabajo de elaboración”. J.M. Blasco (2012).

A lo largo de las primeras páginas de su
artículo, Freud (1914) hace un recorrido por los cambios que ha sufrido el
método analítico: desde sus comienzos basados en la hipnosis y el uso de la
abreacción, pasando por épocas donde sin usar hipnosis se hacía uso de una
técnica más sugestiva dirigida a encontrar los recuerdos reprimidos y con ellos
tratar de explicar la formación de síntomas, comunicándoselo al paciente y
esperando con ello una mejoría, hasta
llegar a un período posterior donde a través la asociación libre se renunciaba
a enfocarse en un momento o problema determinado, y se comenzaba a discernir e
interpretar las resistencias desconocidas por el paciente, con la finalidad de
hacerlas conscientes y poderlas trabajar. Va a decir Freud, que a partir de la
nueva técnica no se busca que el paciente recuerde directamente como en el
estado hipnoide, sino que lo olvidado se pondrá en acto (en la transferencia y
en la relación con el médico) sin saber que se le está repitiendo. De esta
manera se sortearían las dificultades del olvido, producto de bloqueos, e
influido muchas veces por los recuerdos encubridores, incluyendo aquellas
vivencias tempranas en principio no entendidas, de las cuales resultaba casi
imposible hallar un recuerdo.
Continúa explicando la relación entre el
recuerdo, la repetición y la transferencia, señalando que la transferencia va a
ser una “pieza” de la repetición y lo que se repite es la transferencia del
pasado olvidado, no sólo sobre el médico sino sobre todos los ámbitos de la
situación presente, sustituyendo la compulsión a la repetición al impulso a recordar,
siendo que a mayor resistencia y a una transferencia más compleja e intensa,
existirá mayor imposibilidad de recuerdo, habiendo mayor tendencia a la
repetición. Lo que se va a repetir es todo aquello que desde las fuentes de lo
reprimido se ha abierto paso a lo manifiesto, tales como inhibiciones,
actitudes inviables, rasgos patológicos de carácter, repitiéndose todos los
síntomas durante el tratamiento. Tal vez la idea más importante de ese trabajo
esté en señalar que el mayor recurso para dominar la compulsión de repetición
del paciente y transformarla en un motivo para el recordar, es el trabajo de la
transferencia, el cual vuelve la compulsión inocua y aprovechable para el
trabajo psicoanalítico.
En la transferencia, la repetición podrá
desplegarse con libertad casi total, apareciendo en ella todo pulsionar
patógeno en la vida del analizado, pudiendo darse la sustitución de la neurosis
ordinaria por una neurosis de transferencia, accesible a la interpretación, lo
que en el mejor de los casos puede llevar al vencimiento de las resistencias y
la aparición de los recuerdos. Finalmente, Freud mencionará que la interpretación
de una resistencia no necesariamente conllevará a un cambio, siendo necesario
un tiempo prudencial para reelaborarla y vencerla; en la práctica, la
reelaboración de estas resistencias puede convertirse en una dura tarea para el
analizado y una prueba de paciencia para el analista, sin embargo, será la
pieza del trabajo con mayor efecto alterador sobre el primero, que finalmente
diferenciará el trabajo analítico del influjo sugestivo.
Es importante destacar que este
vencimiento de las resistencias al cual le seguiría el proceso de elaboración,
conlleva el poder darse cuenta de algo. En la obra freudiana el conocimiento
que el paciente tuviera de su propio padecer, resultó siempre fundamental, a
pesar que pudiese variar el método para obtenerlo, yendo desde la hipnosis o la
comunicación directa, a la interpretación o las construcciones. Sin embargo, ese
conocimiento más que dado por el analista, podía ser encontrado, construido
entre los dos, facilitando en el paciente la noción de “darse cuenta de” algo
que en ese momento le era esquivo a la conciencia, aunque le perteneciera.
Etchegoyen (2014), menciona que justo en el contexto de estos trabajos técnicos
como el que acabamos de mencionar y en este mismo sentido, sería a esa idea de
obtener ese conocimiento de sí mismo mediante el vencimiento de las
resistencias, a lo que pudiera llamarse “Insight”,
afirmando que sería un término que remitiría directamente al pensamiento
freudiano de la época a pesar que como tal Freud nunca lo utilizó
explícitamente en ese sentido, sino que fue más bien un anglicismo que ya venía
siendo utilizado por algunos de sus colaboradores y finalmente fue adoptado a
posteriori por los analistas de Europa y Norteamérica: “Freud bien podría haber dicho: el método psicoanalítico tiene por
finalidad hacer consciente lo inconsciente y a esa toma de conciencia la vamos
a llamar insight” (p.729). Al
parecer el término en alemán “Einsicht”
fue utilizado varias veces por Freud de manera coloquial y no con el valor
técnico que adquirió posteriormente, al punto de no aparecer en el índice de
las obras completas de la Standard Edition (Sandler, Dare y Holder, 1993).
El insight que literalmente en inglés va a
significar “visión interna”, “percepción interna” o como le denominan Sandler y
cols. “comprensión intuitiva”, de una palabra del lenguaje común, se fue
convirtiendo en un término técnico que remite a la psicología y en especial al
psicoanálisis. Independientemente de la corriente a la cual pertenezca el
analista, el término insight tendrá un valor técnico y será entendido como
fundamental para el proceso de cambio dentro del análisis. Va a tratarse
entonces de un momento puntual en el cual el paciente es capaz de adquirir un
nuevo conocimiento que cambia la conexión de significados, de realizar un
descubrimiento que modifica la noción que tenía de sí mismo y de la realidad;
de allí tal vez la importancia de entenderlo como una comprensión, aunque sea
personalísima e intransferible.
Ahora bien, este descubrimiento con tal
valor de insight ocurre en el marco de la sesión de tratamiento analítico y más
allá de eso, se da en el terreno de la transferencia. Pudiéramos pensar que sin
la presencia y la actuación del analista, el paciente no podría lograr este
insight. Es en el campo intersubjetivo entre analista y paciente en el cual se
despliega la transferencia: allí la repetición, si es entendida como tal por el
analista y si es captada a tiempo podrá ser señalada o interpretada en
referencia a la relación y el encuentro que ocurre en el consultorio, pero
también tomando en cuenta otros elementos de la vida del paciente. Esta palabra
del analista, llámese señalamiento, o interpretación va a facilitar que el
paciente pueda darse cuenta de ese conocimiento y a partir de ese punto seguir el
trabajo incorporando material nuevo que antes le era inaccesible.
En este sentido, Willy y Madelaine Baranger
(1969) van a considerar que el insight es un fenómeno propio del campo
analítico, es obra de dos personas, a la que se llegaría mediante la
coincidencia de la fantasía inconsciente de paciente y analista dentro de este
campo bipersonal, por lo que no tendría tal valor cualquier auto descubrimiento
(si por ejemplo ocurriese fuera de sesión). Otros autores como Abadi (1996) al estudiar
los planteamientos de Winnicott (1971) sobre los objetos y fenómenos
transicionales, van a señalar que la interpretación, es al igual que el objeto
transicional, un elemento creado y a la vez encontrado por estas dos personas,
partiendo de la aseveración del autor donde menciona que la psicoterapia tiene
lugar, en la zona intermedia entre el área de juego del analista y el área del
paciente, mejor dicho, en la superposición de ambas. Debemos recordar que desde
esta teoría, el juego es un elemento universal ligado a la salud psíquica y el
jugar es un modo de comunicación que puede expresarse de muchas maneras hasta
sutiles; una experiencia que acompaña al vivir en todas sus formas, teniendo el
mismo análisis la connotación de un juego especializado, inédito y original.
Cabría preguntarse si no es justamente en esta zona común para los dos miembros
de la pareja analítica, en la cual aparece y tiene efecto el insight, como
producto de un trabajo de dos personas que operan con una meta compartida,
aunque como tal pertenezca al paciente e incida únicamente sobre él, pero que
no sería posible sin la adecuada comprensión e intervención del analista, la
cual muchas veces parte de una lectura atinada de su contratransferencia.
Para Thoma y Kachele (1989), el insight es
central en la teoría psicoanalítica, la cual reclama para sí la posibilidad de
lograr cambios por medio de éste en contraste con otras formas de terapia. Agregan,
que la interpretación como método terapéutico fundamental, se orienta a la
capacidad del paciente de alcanzar cambios en sus trastornos a través del
insight. No obstante, mencionarán que el proceso de cambio interno en un
paciente no puede ser observado directamente por el analista, sino ser deducido
indirectamente, a la vez que cuestionan la respuesta del paciente frente a una
determinada intervención del analista, preguntándose ¿cómo podemos distinguir el insight de otras reacciones? Esto lleva a la discusión sobre si tras la
palabra dicha por el analista, basta con una reflexión novedosa de carácter
intelectual para considerar que se ha logrado un insight o si es necesaria que
exista también una respuesta emocional. No en vano estos autores consideran que
casi todos quienes se han ocupado del concepto de insight afirman que éste se
encontraría entre el polo emocional y el intelectual.
Sandler y cols. (1993) van a considerar
que esta distinción es factible y de utilidad técnica, valorando que el mero
conocimiento intelectual psicoanalítico de los orígenes de un trastorno no
basta, pues siendo así el paciente podría mejorarse sólo con leer algún escrito
psicoanalítico, mientras que en lo que respecta al efecto terapéutico, es
necesaria alguna experiencia emocional concomitante para lograr una comprensión
intuitiva eficaz, y con eficaz refiere a que sea capaz de producir cambio
alguno. Es decir, la reacción emocional tiene un peso importante que trasciende
lo racional. Tal vez por eso en algunos pacientes el cambio resulte tan difícil
o tome un mayor tiempo, sobre todo cuando las conexiones con la afectividad
están restringidas como en el caso de los pacientes más obsesivos, los cuales a
pesar de parecer entender perfectamente lo dicho por su interlocutor, y poder
racionalizar lo que les pasa, no logran vivirlo así desde su propia
experiencia, quedándose únicamente en el conocimiento intelectual, siendo parte
necesaria del proceso permitirle establecer primero estas conexiones con lo emocional y lo afectivo.
Algunos autores han profundizado en la
polémica que sitúa al insight como agente fundamental del cambio psíquico, en
contraposición al valor que se le da a la relación analítica como tal. Sólo por citar algunos, vemos por ejemplo
como Pulver (1992), señala que el insight es crucial para el conocimiento general
de uno mismo, algo con lo que Cooper (1992), se muestra totalmente en
desacuerdo, cuestionando el valor que pueda tener el insight intelectual que él
denomina insight verbal o cognitivo, argumentando que incluso ocurren mejorías
significativas en niños que no pasan por el entendimiento intelectual. A pesar
de ello, Cooper no niega el valor que pueda tener este conocimiento, aunque
ubica como algo más trascendental los insights específicos que han surgido en
la relación con el analista, en el marco de la transferencia, ya que las
variaciones en el marco de los vínculos interpersonales, movilizan cambios en
las representaciones de uno mismo, de los objetos y de las interacciones
afectivas, lo que requiere un nuevo conjunto de percepciones, donde estarían
los insights. Puede apreciarse entonces un mayor peso o trascendencia en la
experiencia emocional que permite el surgimiento del insight, que en el
conocimiento reflexivo y novedoso como tal. Va a decir el autor que el vehículo
del insight son las constantes mutaciones en la interacción transferencial y la
interpretación es una forma verbal de integrar los reconocimientos, que van
desde nombrar y apuntar hasta las complejas interacciones intrapsíquicas e
interpersonales entre pasado y presente, entre la construcción y la
reconstrucción. Dicho de otra forma, sin
el valor de la relación analítica y la movilización emocional que ésta produce,
el insight carecería de sentido y perdería fuerza como agente de cambio.
Por su parte, Etchegoyen (2014),
considerando las investigaciones de Reid y Finesinger va a aclarar que, aunque
por definición todo insight es cognitivo, ciertamente hay algunos donde la
emoción tendrá o no mayor relevancia. Cita el trabajo de estos autores y
menciona una clasificación que implicaría la presencia de un insight neutro,
uno emocional (que pudiera tomar la emoción o bien como contenido o bien como
resultado) y uno dinámico que sería realmente el eficaz e implicaría el
levantamiento de una represión, facilitando que el yo se haga cargo de un
contenido hasta entonces inconsciente. Otro trabajo citado en su disertación
será el de Richfield, que critica el recientemente mencionado y propone una
clasificación más simple entre insight descriptivo e insight ostensivo.
Etchegoyen abraza esta clasificación, definiéndose que cuando se describen y
comprenden con palabras los fenómenos inconscientes el insight será
descriptivo, mientras que en el insight ostensivo la persona que lo asume se
siente en contacto directo con una determinada situación psicológica, lo que lo
haría conectar con la emoción que implica dicho conocimiento o situación. Un planteamiento propio del autor, será
considerar que para que el insight sea realmente efectivo debe haber un
movimiento circular que va del insight descriptivo al ostensivo, y de allí
nuevamente al insight descriptivo, permitiéndose una mayor integración: “El momento del insight ostensivo es
fundamental, pero para que perdure debe trasegarse cuidadosamente en palabras
(…) si este proceso no se cumple, el insight ostensivo por muy emocional que
sea queda como un proceso abreactivo que no lleva a la integración” (p.
745).
Resulta clave, sin embargo, tener en
consideración que la sola aparición del insight como tal, por muy emocional que
sea no hará que éste opere como parte esencial del cambio psíquico. Aún
quedaría un trecho por resolver, un camino por transitar que no es otro que el
de la elaboración. Al respecto, puede mencionarse que aunque en otros momentos
Freud había hecho uso de la palabra elaboración, incluso desde Estudios sobre la histeria, tal como
pesquisa detalladamente Chernizky (1981), no es sino hasta 1914 que el término
va a tomar la concepción que nos interesa. Para Freud, el trabajo de
elaboración era el que tanto paciente como analista debían hacer para superar
las resistencias al cambio, debidas primordialmente a la tendencia de las
mociones pulsionales a adherirse a las modalidades habituales de descarga,
siendo una labor analítica adicional a la de develar los conflictos
inconscientes y las resistencias (Sandler y cols., 1993). De otra manera,
pudiera decirse que se trata del proceso de movilizar las resistencias para que
un determinado conocimiento intelectual se recubra del afecto que le pertenece,
proceso que implica el transcurrir de un tiempo (Etchegoyen, 2014).
Cabe destacar que precisamente para
Etchegoyen, el proceso de elaboración constituiría el ida y vuelta del insight
descriptivo al ostensivo y viceversa, mencionándose que ambos procesos están
íntimamente ligados y se relacionan a tal punto que uno no puede darse sin el
otro. Visto así, los insight serían momentos puntuales y necesarios dentro del
proceso de elaboración, en un ir y venir que fortalece la adquisición de nuevas
representaciones y favorece el anhelado cambio psíquico. Tal vez la diferencia
fundamental vendría dada porque la adquisición de un insight viene siendo un
fenómeno sincrónico, hay un corte transversal donde se aprecia un momento
puntual dentro del proceso psicoanalítico, mientras que la elaboración se trata
de un proceso diacrónico que se sostiene en el tiempo y que sin duda va a
llevar al surgimiento de nuevos insights.
Greenson (1965), de otro modo, más que como
un ir y venir interdependiente, ve el proceso de elaboración como claramente
secundario al insight, señalando que la meta de la elaboración es hacer al
insight efectivo a fin de promover cambios significativos y duraderos en el
paciente, llegando a distinguirse las resistencias que operan contra el insight
y aquellas que impiden que el insight promueva cambios. El análisis sobre este
segundo tipo de resistencias sería propiamente la elaboración. Esta
conceptualización podría basarse el cambio de posición freudiana que ocurre
luego de 1920 con la introducción de la pulsión de muerte en Más allá del principio del placer y el
esclarecimiento de los tipos de resistencia en 1926 en Inhibición, síntoma y angustia; merece la pena señalar que aunque sin
contradecirse con la repetición puesta en la transferencia, en este caso
específico el trabajo elaborativo estaría en contraposición a la compulsión a
la repetición, ya que ésta es la que precisamente sostendría las resistencias del ello que sería sobre
las que habría que trabajar en dicho proceso de elaboración.
Finalmente, sobre el propio proceso de
elaboración como tal y tomando como referencia el encuentro analítico surgirían
dos preguntas fundamentales que es necesario pensar e intentar aclarar. En
primer lugar ¿es la elaboración trabajo exclusivo del paciente, del analista o
más bien de ambos? Además, ¿debe darse la elaboración durante la sesión
analítica exclusivamente o se trata de un continuo que puede proseguir fuera
del análisis?
Para dar respuesta a estos planteamientos,
debemos tener en cuenta antes que nada, que hemos partido de la transferencia y
la interpretación de los contenidos reeditados en esta como punto de partida
para lograr un insight y que el paciente pueda adquirir y vivenciar un nuevo
conocimiento de si mismo, algo que antes le era imposible de colegir por
permanecer en lo inconsciente; se ha sustentado que este trabajo se da en el
marco de un campo bipersonal argumentando los planteamientos de los Baranger y
añadiendo las ideas de Winnicott sobre la zona intermedia en donde se
superponen las áreas de juego de analista y paciente y en la cual se da la
psicoterapia, dándose en ella la interpretación y podemos agregar también: el
insight. Siendo así, no habría motivo que justifique que la elaboración, bien
sea posterior al insight, o consitituya un proceso de ida y vuelta entre el
insight descriptivo y el ostensivo, tenga que darse de manera diferente. En
medio del esfuerzo del paciente por entender lo que le pasa e intentar
modificar el sufrimiento y la angustia que le genera su neurosis, lo que el
analista agregue con su palabra y con la habilidad de leer su contratransferencia
va a ser de gran utilidad, pudiendo considerarse que la elaboración forma parte
del mismo proceso analítico que se da entre dos y para el cual la noción de
pareja es tan importante, por lo cual responsabilizar sólo al paciente o sólo
al analista del proceso de elaboración sería dejar fuera la otra mitad. En
palabras de Thoma y Kachele (1989), la ayuda interpretativa del analista en la
elaboración consiste en que con ella el paciente aprenda a percibir y controlar
las intenciones inconscientes de sus actitudes y sus comportamientos.
Adicionalmente, pudiésemos afirmar, que al
ser un proceso que se da longitudinalmente es imposible que se restrinja
únicamente al contexto de la situación analítica; el intercambio entre el
paciente y su interlocutor, conlleva paulatinamente un aprendizaje de un modo
de pensar sobre si mismo que trasciende el espacio físico del consultorio y de
los límites de la sesión. Ciertamente sin proceso analítico no es posible que
se de el trabajo sobre las resistencias que conlleve a integración de los
nuevos contenidos que se han intelegido por medio de la interpretación y a
través de transferencia, pero eso no quiere decir que el proceso no pueda
continuar por sí mismo más allá de la sesión. Inclusive, diversas vivencias
para ser elaboradas deberán ser puestas a prueba en el día a día del paciente y
más allá del encuentro y la situación transferencial, facilitándose con ello la
comprensión, la síntesis y ¿por qué no? el surgimiento de nuevos insights que
será necesario poder elaborar en el marco de nuevas sesiones y también más allá
de ellas...
Referencias:
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(1958). Nota introductoria. En Freud, S. (1914). Recordar
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Kachele, H. (1989). Teoría y Práctica del psicoanálisis, Vol. I,
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Winnicott, D. (1971). Realidad y juego. Barcelona:
Gedisa, 1979.
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