Los que fracasan al triunfar, en Freud y la neurosis contemporánea...
En 1916, Sigmund Freud publicó en la revista Imago su artículo
denominado "Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo
psicoanalítico", se trata de un escrito breve en el que hace
referencia a los que se consideran una excepción sobre los demás mereciendo
privilegios especiales, a los que delinquen por conciencia de culpa y a un caso
muy particular, que en su momento llamó "los que fracasan cuando
triunfan".
El planteamiento de Freud
es bastante sencillo: en una serie de casos se puede apreciar como de forma
sorpresiva personas que tenían deseos o aspiraciones largamente arraigadas y
profundamente perseguidas, pero que no habían podido cumplir por circunstancias
externas que lo impedían, o porque simplemente no había llegado el momento para
ello, enfermaban súbitamente de los nervios o realizaban una serie de conductas
discordantes con sus antiguas aspiraciones cuando las circunstancias externas
finalmente habían cambiado a su favor, lo que en suma les impedía disfrutar del
éxito tan anhelado, como si no pudieran soportar la dicha. Freud lo asocia a
que una frustración interior se ha hecho camino por si sola, produciendo
efectos y ha surgido únicamente (y se ha hecho evidente) una vez que la
frustración exterior le ha cedido paso al cumplimiento de deseo. "En
modo alguno es inhabitual que el yo tolere un deseo por inofensivo mientras
este arrastra su existencia como fantasía y parece alejado del cumplimiento, en
tanto que se defiende con fuerza contra él tan pronto se acerca al cumplimiento
y amenaza hacerse realidad (…) son poderes de la conciencia moral los que
prohíben a la persona extraer de ese feliz cambio objetivo el provecho
largamente esperado” (Freud, 1916, Pp. 324-325).
Vemos como recae sobre lo
que posteriormente denominaría superyó la responsabilidad de tales conductas
que calificó de enigmáticas. Un mandato interior prohíbe el logro del triunfo
esperado, pues tal vez lograr alcanzarlo tendría implicaciones y costos más
altos que el no hacerlo, por lo que resulta preferible optar por diversos
síntomas o inhibiciones con tal de no conseguirlo. Diez años más tarde, en
Inhibición, Síntoma y Angustia, al referirse a las inhibiciones del trabajo ,
vuelve a hacer referencia a estas situaciones y dice que muchas de éstas
se producen al servicio de la autopunición, no siendo infrecuente en las
actividades profesionales: "El yo no tiene permitido hacer esas
cosas porque le proporcionarían provecho y éxito, que el severo superyó le ha
denegado. Entonces el yo renuncia a esas operaciones a fin de no entrar en
conflicto con el superyó". (Freud, 1926, p. 86). Observamos entonces
personas que se limitan a si mismos de alcanzar algo deseado que finalmente se
les ha concedido, para evitarse un conflicto mayor.
Muchos son los ejemplos que
pudiéramos considerar, Freud cita tres de ellos en su artículo de 1916, a
saber, la dama que se impide a si misma obtener una posición social deseada y
reconocida al casarse con el artista que le había rescatado de una vida
desenfrenada, el profesor que no logra asumir el cargo que le ha legado su
mentor una vez que éste se retira y Lady Macbeth de Shakespeare en los entreveros de la relación con su marido. Sin embargo, la lista se hace infinita si consideramos
los innumerables casos de neurosis en los que se pudiera aplicar esta causa, no
solo en los ejemplos e historiales de Freud sino también en la
contemporaneidad. La imposibilidad de concluir un requisito académico para
lograr un éxito anhelado que termina congelando a algunos al estatus de
"eternos estudiantes", bien para no superar a los padres en méritos
personales o para no titularse de algo que éstos no desearían, suele ser un
ejemplo bastante recurrente en la clínica actual. También el no asistir a la
firma de un contrato sobre un empleo esperado a pesar de ya tener la aprobación
de la empresa por no sentirse suficientemente capaz para asumir el cargo, o la
mujer que pierde su embarazo largamente buscado, producido dentro de un
matrimonio estable y feliz para no ser menos desdichada que su propia madre que
le crió a ella sola tras ser abandonada por su marido en plena gestación.
Pudiéramos citar decenas de ejemplos y todos se reducirían en el fondo a lo
mismo: su propia instancia crítica, severa y prohibitiva les impide alcanzar el
logro cuando finalmente están a punto de conseguirlo, no importa cuanto lo
hayan deseado o hayan trabajado en ello.
Por supuesto, las causas
particulares pueden variar de caso en caso, habrán algunos en los cuales
nos sea más fáciles acceder a estas motivaciones inconscientes y otros en los
que nos será más cuesta arriba, habrán casos más dramáticos que otros y algunos
cuyas inhibiciones sean más fáciles de superar mediante la intervención
analítica, sin embargo, la clínica nos corrobora día tras día que estas
observaciones de Freud siguen cada vez más vigentes aún más de 100 años
después, con su variedad de formas y manifestaciones y un importante monto de
sufrimiento implícito en ellas.
Blasco (1998) señala que
en algunos casos, como el del profesor, aunque el deseo que se quiere
alcanzar parece perfectamente legítimo, para el sujeto ha de equivaler
simbólicamente en lo inconsciente algo prohibido, lo que le lleva a pensar que
la culpa en cuestión aunque se haga visible al momento del fracaso que
imposibilita el triunfo, debía estar presente desde un principio y por tanto
preceder al fracaso, que vendría a representar, como en el delincuente el
castigo por la culpa que lo genera. Este autor señala que los que fracasan al
triunfar serían un tipo especial de carácter descubierto mediante el trabajo
analítico que devela la presencia de un modo especial de relación con el deseo,
de una forma de gozar (¿regodeándose en el sufrimiento?) que implica la
presencia de una fantasía que para poder subsistir exige que el deseo
largamente esperado no se cumpla. Blasco, al relacionarlo con los sujetos
melancólicos (Freud, 1917), menciona que si se cumpliera el deseo que resultó
estar prohibido, el sujeto se quedaría sin deseo, siendo incapaz de disfrutar
lo que logró ni de continuar deseándolo, ni tampoco buscar otro objeto al cual
desear, por lo que al quedar sin nada cae en la melancolía. El caso del
melancólico sería particular, explica, pues una parte del yo se ha identificado
con el objeto perdido, que es visto como malo por el superyó, arrastrando los
reproches que corresponden al objeto, por ende, también es malo lo que se
deseaba y lo cual en su triunfo casi se llega a tener, aunque se pierda de
inmediato por su fracaso. De este modo, aunque parezca una lógica de los
que triunfan al fracasar, más bien, el síntoma o la inhibición cobra
sentido, pero al ser inconsciente termina resultando inexplicable y disparatado
para quien lo padece.
Ahora, si hablamos del superyó
en la teoría freudiana, hay un aspecto que no podemos dejar de lado: esta
instancia es heredera del Complejo de Edipo, por ende es posible que la culpa
que impida el logro sea un aspecto no resuelto de aquél complejo o una
repetición derivada del mismo. Así, Freud establece una equivalencia
inconsciente entre el éxito alcanzado en la adultez con un el triunfo sobre el
padre rival del sexo opuesto en la infancia, produciéndose entonces el
correspondiente sentimiento de culpa y la sanción ante tan osado acto
(Pugliese, 2001). No en vano, podemos apreciar como en muchos casos de los que
fracasan al triunfar se revive la dinámica edípica, y no se puede, por ejemplo,
llegar más lejos que el padre, ganar más dinero que él o ser más dichoso. Tal
vez pese demasiado la sensación de haber sido preferidos por la madre, con la
correspondiente exclusión del padre que ha podido quedar furioso o dañado fuera
de esta díada. Pugliese plantea una explicación que vale la pena considerar: estos niños han podido percibir al padre como agresivo e intensamente envidioso
del vínculo que sostenían con la madre, mientras que a la madre se le percibía
como intrusiva y demandante de atención y gratificación; podríamos decir que se
constituye un objeto interno, una representación psíquica de la madre que
podría calificarse de madre atrapadora (Valedon, 2006). Siendo así, en sus
desesperados esfuerzos de romper el lazo con la madre, ya en la juventud o en
la adultez, esta persona puede sentir el éxito como una confirmación del triunfo
edípico, erigiéndose como el falo de la madre, algo que resultaría demasiado
escandaloso para la represión y produciría la angustia de cometer incesto, y
además, podemos agregar, continuaría fomentando la sensación de atrapamiento,
por lo que al fracasar, si bien se castran a si mismos, coartando un éxito que
implicaría seguir siendo una parte de la madre, este fracaso les permite
separarse de ésta, siendo percibido como algo propio y permitiéndoles obtener
cierta autonomía.
Esta interesante óptica
pudiera dar respuesta a algunos de los casos que vemos en la clínica
contemporánea, aunque no a todos, pienso que no se pudiera generalizar pero si
pudiera ser válido en algunas situaciones. Sea como fuere, es importante
considerar el caso por caso y las valoraciones tanto internas como externas que
se hagan del éxito y el fracaso, no todos los que fracasan al triunfar son
necesariamente melancólicos o han desterrado al padre en su complejo edípico,
quizás la forma en como se configure la culpa y sus causas pudiera ser distinta
para otros sujetos. Otro tipo de estos casos los vemos en aquellas personas
que quedan paralizadas por la angustia ante la posibilidad de obtener un cambio
que mejore sustancialmente sus condiciones de vida. García (2008), habla del
miedo al cambio entre las situaciones que pudieran llevar al fracaso frente al
triunfo, al haberse acomodado en la incomodidad y frente a la presencia de una
demanda de cambio que aunque parece real, en el fondo no es verdadera. La queja
y el lamento que pueden expresar son conscientes, el aparente deseo por
cambiarlo también, pero las causas que se lo impiden son del orden de lo
inconsciente: tal vez no se sienten merecedores de tal cambio, o simplemente
sienten que les corresponde vivir con la desazón con la que lo han hecho, como
si formara parte de su propia identidad subjetiva de la que no se pueden
desprender. Con otra presentación aparece de nuevo el superyó...
Hay otros neuróticos que
simplemente no se permiten vivir el éxito, pues ante éste se vive la necesidad
de una especie de pago que no están dispuestos, o simplemente están impedidos
de realizar. Es preferible retroceder ante el acto, sacrificarse. De este modo
el uso de la fantasía que hace el neurótico sirve para indeterminar la realización
del deseo, y como no hay nada más traumático y egodistónico para un
neurótico que el éxito, es preferible quedarse paralizado en la indeterminación
(Lutereau, 2012); se tiene la sensación que lo que se está viviendo es
"demasiado bueno para ser verdad" y por ende hay que dar marcha atrás
ante ello.
No
podemos cerrar sin hacer referencia ante un tipo de fracaso particular que
ocurre en los neuróticos, que no es otro que el fracaso frente al avance y
eventual éxito del proceso analítico. El sujeto se muestra interesado, ha
logrado desentrañar aspectos reprimidos de su vida y elaborar otros tantos,
pero de pronto el avance del proceso se tranca por la fuerza de las
resistencias del superyó (Freud, 1926), y entonces el masoquismo moral condena
al paciente a seguir sufriendo y ser incapaz de resolver -un poco - su
neurosis, como si un mandato superior así lo dispusiera. Queda entonces el
sujeto anclado a repeticiones ineficaces que sostienen su síntoma pese a los
intentos suyos y del analista por destrabarlo. El síntoma puede asumirse como
un merecimiento desdichado con el cual hay que vivir y los intentos de
superarlo a través del tratamiento perderían sentido para el paciente,
siendo de los tipos de resistencia de
más difícil manejo y que requieren de mayor trabajo e interpretación (Morabito,
2003; Rojas 2017).
Tal vez una de las situaciones más complejas de manejar
pero que mejor puede ejemplificar las trabas impuestas por el superyó y poner
en riesgo el éxito del análisis es la Reacción Terapéutica Negativa (Freud,
1923). Este fenómeno, inusual, pero propio de pacientes narcisistas, consiste en un retroceso
notable, en lugar de existir una mejoría ante la novedad de la
interpretación y la revelación ofrecida, como si algo de ellos se opusiera al
avance, como si se tratara de un peligro, algo que es asociado por Freud al
sentimiento de culpa inconsciente que le impide lograr mejorías en su vida, el
cual puede tener su origen en acontecimientos traumáticos ocurridos en la
temprana infancia. Aunque en un principio pudiera haber cierta mejoría,
el evento se presenta cuando se toma conciencia de lo que el analista le ha
mostrado y más que no mejorar, la persona no quiere saber al respecto, ya que el
saber le produciría un dolor intolerable. Se trata de una combinación entre un
superyó primitivo, cruel (y persecutorio) y aspectos masoquistas del yo que se
se somete a la punición inconsciente, retomando sorpresivamente síntomas que el
paciente había desechado porque había encontrado nuevas formas de adaptación; Melanie
Klein destacaría más tarde el papel de la envidia inconsciente en este fenómeno
sin refutar las propuestas freudianas (Lander, 2014).
Finalmente, a modo de cierre, pero poniendo la mirada en la clínica y nuestro quehacer diario, quisiera resaltar dos aspectos importantes que ya han sido mencionados: el primero de ellos es la vigencia de este tipo de manifestaciones en la casuística contemporánea, estando presentes en un importante número de casos, algunos de forma más notoria, dramática e incapacitante que en otros. El segundo, el peso de los efectos de un superyó severo que impide al sujeto hacerse con su éxito tan deseado. En estos casos, desde el trabajo que podamos efectuar en el análisis, considero como un factor importante poder prestar atención a la valoración individual que cada quien haga de su éxito o fracaso, los factores inconscientes inherentes a cada una de las situaciones que terminen produciendo la configuración sintomática que se nos presenta y por último se hace cada vez más necesario el trabajo con el superyó y el sentimiento de culpa, para de este modo facilitar a través del proceso, que el paciente pueda vivir más sin tener tan presente la prohibición de sus propios logros y sin sentirse tan culpable y perseguido por ello. Hornstein (2018) señala que tanto el niño como el adulto necesitan ser amados por su superyó, así como por las personas de su entorno, agregando que el superyó cruel, constituido a través de un proceso de simbolización que lo despersonalizó al alejarlo de las figuras parentales, no tiene el poder, sino que lo detenta, retiene lo que no le pertenece, por lo que es posible desmontarlo. Quizás en estas direcciones debamos apuntar al emprender nuestro trabajo con este tipo de pacientes, o al menos esperar tocar el tema y profundizar en el en algún momento, procurando la mayor deconstrucción y reelaboración de los nuevos significados, sea cual sea el motivo que les hubiera hecho demandar análisis, de lo contrario, posiblemente estemos en camino de fracasar al analizar, tal vez sin estar siquiera conscientes de ello.
Finalmente, a modo de cierre, pero poniendo la mirada en la clínica y nuestro quehacer diario, quisiera resaltar dos aspectos importantes que ya han sido mencionados: el primero de ellos es la vigencia de este tipo de manifestaciones en la casuística contemporánea, estando presentes en un importante número de casos, algunos de forma más notoria, dramática e incapacitante que en otros. El segundo, el peso de los efectos de un superyó severo que impide al sujeto hacerse con su éxito tan deseado. En estos casos, desde el trabajo que podamos efectuar en el análisis, considero como un factor importante poder prestar atención a la valoración individual que cada quien haga de su éxito o fracaso, los factores inconscientes inherentes a cada una de las situaciones que terminen produciendo la configuración sintomática que se nos presenta y por último se hace cada vez más necesario el trabajo con el superyó y el sentimiento de culpa, para de este modo facilitar a través del proceso, que el paciente pueda vivir más sin tener tan presente la prohibición de sus propios logros y sin sentirse tan culpable y perseguido por ello. Hornstein (2018) señala que tanto el niño como el adulto necesitan ser amados por su superyó, así como por las personas de su entorno, agregando que el superyó cruel, constituido a través de un proceso de simbolización que lo despersonalizó al alejarlo de las figuras parentales, no tiene el poder, sino que lo detenta, retiene lo que no le pertenece, por lo que es posible desmontarlo. Quizás en estas direcciones debamos apuntar al emprender nuestro trabajo con este tipo de pacientes, o al menos esperar tocar el tema y profundizar en el en algún momento, procurando la mayor deconstrucción y reelaboración de los nuevos significados, sea cual sea el motivo que les hubiera hecho demandar análisis, de lo contrario, posiblemente estemos en camino de fracasar al analizar, tal vez sin estar siquiera conscientes de ello.
Referencias:
Blasco,
J. (Febrero de 1998). Depresión y triunfo. Los que fracasan al triunfar. En VI Congreso Psicoanalítico
Internacional, Madrid.
Freud, S. (1916). Algunos tipos de carácter
dilucidados por el trabajo psicoanalítico. Cap II: los que fracasan cuando
triunfan. Sigmund Freud: Obras Completas Vol. XIV. (2da Ed.).
Buenos Aires: Amorrotu, 1986.
Freud, S. (1917). Duelo y melancolía. Sigmund
Freud: Obras Completas Vol. XIV. (2da Ed.). Buenos Aires: Amorrotu, 1986.
Freud, S. (1923). El yo y el ello. Sigmund
Freud: Obras Completas Vol. XIX. (2da Ed.). Buenos Aires: Amorrotu, 1986.
Freud, S. (1926). Inhibición, Síntoma y
Angustia. Sigmund Freud: Obras Completas Vol. XX. (2da Ed.). Buenos
Aires: Amorrotu, 1986.
García, J. (2008). Los que fracasan al triunfar (el
miedo a cambiar). Revista Editorial Alaire, 5.
Hornstein, L. (2018). Ser Analista hoy. Fundamentos de la práctica. Buenos Aires: Paidós.
Lander, R. (2014). Psicoanálisis
Teoría de la Técnica. Caracas: Editorial Psicoanalítica.
Lutereau, L (2012). Los que triunfan al
fracasar. Imago agenda, 164.
Morabito, L.
(2003). Resistencias: obstáculo e instrumento. En IV
Jornadas de psicoterapia psicoanalítica de la Asociación Venezolana de
Psicoanálisis, Caracas.
Pugliese, I. (18 de Febrero de 2001). Los que
fracasan al triunfar. La Prensa.
Rojas, R. (2017). Reflexiones sobre el concepto de
resistencia. Crónicas Psicoanalíticas, recuperado el 16/11/2018
de: http://cronicaspsicoanaliticas.blogspot.com/2017/03/reflexiones-sobre-el-concepto-de.html
Valedon, C. (2006). La madre atrapadora. Trópicos,
Revista de psicoanálisis, 14 (2). Pp. 101-117
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