Los que fracasan al triunfar, en Freud y la neurosis contemporánea...
“Ciertos hombres
enferman precisamente cuando se les cumple un deseo hondamente arraigado y por
mucho tiempo perseguido”.
Sigmund Freud (1916/1976a,
p.323).
En 1916,
Sigmund Freud publicó en la revista Imago[1]
su artículo denominado "Algunos tipos de carácter dilucidados por el
trabajo psicoanalítico", se trata de un escrito breve en el que hace
referencia a los que se consideran una excepción sobre los demás mereciendo
privilegios especiales, a quienes delinquen por conciencia de culpa y a un caso
muy particular, que en su momento llamó "los que fracasan cuando
triunfan".
El
planteamiento de Freud es bastante sencillo: en una serie de casos se puede
apreciar cómo de forma sorpresiva, personas que tenían deseos o aspiraciones
largamente arraigadas y profundamente perseguidas, pero que no habían podido
cumplir por circunstancias externas que lo impedían, o porque simplemente no
había llegado el momento para ello, enfermaban súbitamente de los nervios o
realizaban una serie de conductas discordantes con sus antiguas aspiraciones
cuando las circunstancias externas finalmente habían cambiado a su favor, lo
que en suma les impedía disfrutar del éxito tan anhelado, como si no pudieran
soportar la dicha. Freud lo asocia a que una frustración interior se ha hecho
camino por si sola, produciendo efectos, y ha surgido únicamente (haciéndose evidente)
una vez que la frustración exterior le ha cedido paso al cumplimiento de deseo.
"En modo alguno es inhabitual que el yo
tolere un deseo por inofensivo mientras este arrastra su existencia como
fantasía y parece alejado del cumplimiento, en tanto que se defiende con fuerza
contra él tan pronto se acerca al cumplimiento y amenaza hacerse realidad (…)
son poderes de la conciencia moral los que prohíben a la persona extraer de ese
feliz cambio objetivo el provecho largamente esperado”. (Freud, 1916/1976a, pp.
324-325)
Vemos cómo
recae sobre lo que posteriormente denominaría superyó la responsabilidad
de tales conductas que calificó de enigmáticas. Un mandato interior prohíbe el
logro del triunfo esperado, pues tal vez lograr alcanzarlo tendría
implicaciones y costos más altos que el no hacerlo, por lo que resulta
preferible optar por diversos síntomas o inhibiciones con tal de no
conseguirlo. Diez años más tarde, en Inhibición, Síntoma y Angustia, al
referirse a las inhibiciones del trabajo, vuelve a hacer referencia a estas
situaciones y dice que muchas de éstas se producen al servicio de la
autopunición, no siendo infrecuente en las actividades profesionales: "el
yo no tiene permitido hacer esas cosas porque le proporcionarían provecho y
éxito, que el severo superyó le ha denegado. Entonces el yo renuncia a esas
operaciones a fin de no entrar en conflicto con el superyó". (Freud, 1926/1976b,
p. 86). Observamos entonces personas que
se limitan a sí mismos de alcanzar algo deseado que finalmente se les ha
concedido, para evitarse un conflicto mayor.
Muchos son
los ejemplos que pudiéramos considerar, Freud cita tres de ellos en su artículo
de 1916, a saber: la dama que se impide a sí misma obtener una posición social
deseada y reconocida al casarse con el artista que le había rescatado de una
vida desenfrenada, el profesor que no logra asumir el cargo que le ha legado su
mentor una vez que éste se retira y Lady Macbeth de Shakespeare en los
entreveros de la relación con su marido. Sin embargo, la lista se hace infinita
si consideramos los innumerables casos de neurosis en los que se pudiera
aplicar esta causa, no solo en los ejemplos e historiales de Freud sino también
en la contemporaneidad. La imposibilidad de concluir un requisito académico
para lograr un éxito anhelado que termina congelando a algunos al estatus de
"eternos estudiantes", bien para no superar a los padres en méritos
personales o para no titularse de algo que éstos no desearían, suele ser un
ejemplo bastante recurrente en la clínica actual. También el no asistir a la
firma de un contrato sobre un empleo esperado a pesar de ya tener la aprobación
de la empresa por no sentirse suficientemente capaz para asumir el cargo, o la
mujer que pierde su embarazo largamente buscado, producido dentro de un
matrimonio estable y feliz para no ser menos desdichada que su propia madre que
le crio a ella sola, tras ser abandonada por su marido en plena gestación.
Pudiéramos citar decenas de ejemplos y todos se reducirían en el fondo a lo
mismo: su propia instancia crítica, severa y prohibitiva les impide alcanzar el
logro cuando finalmente están a punto de conseguirlo, no importa cuánto lo
hayan deseado o hayan trabajado en ello.
Por
supuesto, las causas particulares pueden variar de caso en caso, habrá algunos en los cuales nos sea más fácil
acceder a estas motivaciones inconscientes y otros en los que será más cuesta
arriba; tendremos casos más dramáticos que otros y algunos cuyas inhibiciones
sean más fáciles de superar mediante la intervención analítica, sin embargo, la
clínica nos corrobora día tras día que estas observaciones de Freud siguen cada
vez más vigentes aún más de 100 años después, con su variedad de
manifestaciones y un importante monto de sufrimiento implícito en ellas.
Blasco
(1998) señala que en algunos casos como el del profesor, aunque el deseo que se
quiere alcanzar parece perfectamente legítimo, para el sujeto ha de equivaler
simbólicamente en lo inconsciente a algo prohibido, lo que le lleva a pensar
que la culpa en cuestión, aunque se haga visible al momento del fracaso que
imposibilita el triunfo, debía de estar presente desde un principio y por tanto
preceder al fracaso, que vendría a representar, como en el delincuente, el
castigo por la culpa que lo genera. Este autor señala que los que fracasan al
triunfar serían un tipo especial de carácter descubierto mediante el trabajo
analítico que devela la presencia de un modo especial de relación con el deseo,
de una forma de gozar (¿regodeándose en el sufrimiento?) que implica la
presencia de una fantasía que para poder subsistir exige que el deseo
largamente esperado no se cumpla. Blasco, al relacionarlo con los sujetos
melancólicos (Freud, 1917/1976c), menciona que, si se cumpliera el deseo que
resultó estar prohibido, el sujeto se quedaría sin deseo, siendo incapaz de
disfrutar lo que logró ni de continuar deseándolo, ni tampoco buscar otro
objeto al cual desear, por lo que, al quedar sin nada, caería en la
melancolía. El caso del melancólico
sería particular, explica, pues una parte del yo se ha identificado con el
objeto perdido, que es visto como malo por el superyó, arrastrando los
reproches que corresponden al objeto, por ende, también es malo lo que se
deseaba y lo cual en su triunfo casi se llega a tener, aunque se pierda de
inmediato por su fracaso. De este modo, aunque parezca una lógica de los que
triunfan al fracasar, más bien, el síntoma o la inhibición cobra sentido,
pero al ser inconsciente termina resultando inexplicable y disparatado para
quien lo padece.
Ahora, si
hablamos del superyó en la teoría freudiana, hay un aspecto que no podemos
dejar de lado: esta instancia es heredera del complejo de Edipo, por ende, es
posible que la culpa que impida el logro sea un aspecto no resuelto de aquél
complejo o una repetición derivada del mismo. Así, Freud establece una
equivalencia inconsciente entre el éxito alcanzado en la adultez con un el
triunfo sobre el padre rival del sexo opuesto en la infancia, produciéndose
entonces el correspondiente sentimiento de culpa y la sanción ante tan osado
acto (Pugliese, 2001). No en vano, podemos apreciar cómo en muchos casos de los
que fracasan al triunfar se revive la dinámica edípica, y no se puede, por
ejemplo, llegar más lejos que el padre, ganar más dinero que él o ser más
dichoso.
Tal vez
pese demasiado la sensación de haber sido preferidos por la madre, con la
correspondiente exclusión del padre que ha podido quedar furioso o dañado fuera
de esta díada. Pugliese plantea una explicación que vale la pena considerar:
estos niños han podido percibir al padre como agresivo e intensamente envidioso
del vínculo que sostenían con la madre, mientras que a la madre se le percibía
como intrusiva y demandante de atención y gratificación; podríamos decir que se
constituye un objeto interno, una representación psíquica de la madre que
podría calificarse de madre atrapadora (Valedón, 2006). Siendo así, en sus
desesperados esfuerzos de romper el lazo con la madre, ya en la juventud o en
la adultez, esta persona puede sentir el éxito como una confirmación del
triunfo edípico, erigiéndose como una posesión de la madre o en todo caso como
poseedores de ésta, algo que resultaría demasiado escandaloso para la represión
y produciría la angustia de cometer incesto, y además, podemos agregar,
continuaría fomentando la sensación de atrapamiento; por ello, al fracasar, si
bien se castran a sí mismos coartando un éxito que implicaría seguir estando
muy cerca de la madre, el fracaso les permite separarse de ésta, siendo
percibido como algo propio que les habilita a obtener cierta autonomía.
Esta
interesante óptica pudiera dar respuesta a algunos de los casos que vemos en la
clínica contemporánea. Sea como fuere, es importante considerar el caso por
caso y las valoraciones tanto internas como externas que se hagan del éxito y
el fracaso, no todos los que fracasan al triunfar son necesariamente
melancólicos o han desterrado al padre en su complejo edípico, quizás la forma
en cómo se configure la culpa y sus causas pudiera ser distinta para otros
sujetos; por ejemplo, podrían fracasar para evitar un crecimiento que les
separara de los cuidados maternos que lejos de resultar amenazantes como hemos
dicho, fuesen ampliamente deseados aún en la adultez, sintiendo culpa más bien
ante una eventual independencia.
Un tipo
diferente de estos casos los vemos en aquellas personas que quedan paralizadas
por la ansiedad ante la posibilidad de obtener un cambio que mejore
sustancialmente sus condiciones de vida. García (2008), habla del miedo al
cambio entre las situaciones que pudieran llevar al fracaso frente al triunfo,
al haberse acomodado en la incomodidad y frente a la presencia de una demanda
de cambio que, aunque parece real, en el fondo no es verdadera. La queja y el
lamento que pueden expresar son conscientes, el aparente deseo por cambiarlo
también, pero las causas que se lo impiden son del orden de lo inconsciente:
tal vez no se sienten merecedores de tal cambio, o simplemente sienten que les
corresponde vivir con la desazón con la que lo han hecho, como si formara parte
de su propia identidad subjetiva de la que no se pueden desprender. Con otra
presentación aparece de nuevo el superyó...
Hay otros
neuróticos que simplemente no se permiten vivir el éxito, pues ante éste se
vive la necesidad de una especie de pago que no están dispuestos, o simplemente
están impedidos de realizar. Es preferible retroceder ante el acto,
sacrificarse. De este modo, el uso de la fantasía que hace el neurótico sirve
para indeterminar la realización del deseo, y como no hay nada más traumático y
egodistónico para un neurótico que el éxito, es preferible quedarse paralizado
en la indeterminación (Lutereau, 2012); se tiene la sensación que lo que se
está viviendo es "demasiado bueno para ser verdad" y por ende hay que
dar marcha atrás ante ello.
Por otra
parte, no podemos dejar de hacer referencia ante un tipo de fracaso particular
que ocurre en los neuróticos, que no es otro que el fracaso frente al avance y
eventual éxito del proceso analítico. El
sujeto se muestra interesado, ha logrado desentrañar aspectos reprimidos de su
vida y elaborar otros tantos, pero de pronto el avance del proceso se tranca
por la fuerza de las resistencias del superyó (Freud, 1926/1976b), y entonces
el masoquismo moral condena al paciente a seguir sufriendo y ser incapaz de
resolver -un poco - su neurosis, como si un mandato superior así lo dispusiera.
Queda entonces el sujeto anclado a repeticiones ineficaces que sostienen su
síntoma pese a los intentos suyos y del analista por destrabarlo. El síntoma
puede asumirse como un merecimiento desdichado con el cual hay que vivir y los
intentos de superarlo a través del tratamiento perderían sentido para el
paciente, siendo de los tipos de resistencia de más difícil manejo y que
requieren de mayor trabajo e interpretación (Morabito, 2003; Rojas, 2017).
Tal vez
una de las situaciones más complejas de manejar, pero que mejor puede
ejemplificar los obstáculos impuestos por el superyó y poner en riesgo el éxito
del análisis, es la reacción terapéutica negativa (Freud, 1923/1976d).
Este fenómeno, inusual, pero propio de pacientes narcisistas, consiste en un
retroceso notable, en lugar de existir una mejoría ante la novedad de la
interpretación y la revelación ofrecida, como si algo de ellos se opusiera al
avance, como si se tratara de un peligro, algo que es asociado por Freud al
sentimiento de culpa inconsciente que le impide lograr mejorías en su vida, el
cual puede tener su origen en acontecimientos traumáticos ocurridos en la
temprana infancia. Aunque en un principio pudiera haber cierta mejoría, el
evento se presenta cuando se toma conciencia de lo que el analista le ha
mostrado y más que no mejorar, la persona no quiere saber al respecto, ya que
el saber le produciría un dolor intolerable. Se trata de una combinación entre
un superyó primitivo, cruel (y persecutorio) y aspectos masoquistas del yo que
se somete a la punición inconsciente, retomando sorpresivamente síntomas que el
paciente había desechado porque había encontrado nuevas formas de funcionamiento
gracias al avance del tratamiento; Melanie Klein destacaría más tarde el papel
de la envidia inconsciente en este fenómeno sin refutar las propuestas
freudianas.
Un paso más allá: acerca
de la autoenvidia.
Tomando
los planteamientos kleinianos acerca del papel de la envidia tanto Clifford
Scott (1975) como Rafaél López Corvo (1992, 2008) siguiendo a Scott,
desarrollan el concepto de autoenvidia, el cual, sin embargo, encuentro poco
explorado en nuestra teoría psicoanalítica a pesar de la relevancia que podría
tener en algunos pacientes con características más narcisistas.
En suma,
se trata de la idea de una dinámica entre aspectos internos del self
identificados con partes buenas de los padres, de la relación entre ellos, de
los padres con los hijos, o de la familia en general y que habiendo sido
idealizadas en la primera infancia, evocarían sentimientos de bondad, amor,
amistad, creatividad, armonía, incluso éxito, pero que a su vez tiende a ser
atacada envidiosamente por otra parte del mismo self que quedó identificada con
el hecho de haber sido excluida de aquellas relaciones idealizadas, siendo el
sentimiento infantil de venganza y la destructividad el único camino posible
para buscar una reivindicación.
Estos
sentimientos idealizados infantiles pueden ser proyectados en diferentes
situaciones y relaciones y son posteriormente atacados y destruidos de manera
sistemática por pura envidia por otra parte más cruel y nociva del sí mismo. A simple vista pareciera que el sujeto entra
en contradicción, atacando aquello que pudiera representarle un beneficio o una
relación “sana”, pero en realidad a nivel intrapsíquico se trata de una guerra
interna que no cesa y que parece impedir un desenvolvimiento del sujeto cónsono
con alcanzar aquellos aspectos que otrora fueron idealizados y que ahora incluso
son deseados y perseguidos de manera consciente.
A juicio
de López Corvo (1992), las bases teóricas de este planteamiento estarían ya
implícitas en la descripción freudiana de “los que fracasan cuando triunfan” y
agrega que siguiendo a Klein podría pensarse que “la envidia juega un papel
definitivo en la interacción íntima entre una parte niño y las representaciones
internas de los padres” (p. 150). A su criterio, esta noción estaría también
emparentada con el “gang mafioso criminal” descrito por Hebert Rosenfeld (1971)
quien hacía referencia a un aspecto muy importante del narcisismo presente en
algunos pacientes al cual llamó “narcisismo destructivo”, que terminaba
ejerciendo mediante ataques, amenazas, engaños y coerción al mismo self, un
control total del mundo interno.
Ahora,
esta especie de “gran saboteador interno” no se limitaría únicamente al ataque
de elementos intrapsíquicos en nuestros pacientes o de relaciones
extratransferenciales, sino que también podríamos ver sus efectos en la
transferencia, intentando perturbar el proceso analítico al atacar e interferir
entre la buena relación que pudiera darse entre el analista y la parte buena,
laboriosa y creativa del self. En casos más extremos, induciría a la reacción
terapéutica negativa, de la cual ya hemos hablado brevemente.
A modo de cierre:
Poniendo
la mirada en la clínica y nuestro quehacer diario, quisiera resaltar tres aspectos
importantes que ya han sido mencionados: el primero de ellos es la vigencia de
este tipo de manifestaciones en la casuística contemporánea, estando presentes
en un importante número de casos, algunos de forma más notoria, dramática e
incapacitante que en otros. El segundo, el peso de los efectos de un superyó
severo, cruel y persecutorio que impide al sujeto hacerse con su éxito tan
deseado; en tercera instancia el monto de envidia presente y la posibilidad que
la misma esté atacando partes del self identificadas con el éxito y el progreso,
impidiéndole avanzar.
En estos
casos, desde el trabajo que podamos efectuar en el análisis, considero como un
factor importante poder prestar atención a la valoración individual que cada
quien haga de su éxito o fracaso, los factores inconscientes inherentes a cada
una de las situaciones que terminen produciendo la configuración sintomática
que se nos presenta y además, se hace cada vez más necesario el trabajo con el
superyó y el sentimiento de culpa, para de este modo facilitar a través del
proceso, que el paciente pueda vivir más sin tener tan presente la prohibición
de sus propios logros y sin sentirse tan culpable y perseguido por ello.
Hornstein
(2018) señala que tanto el niño como el adulto necesitan ser amados por su
superyó, así como por las personas de su entorno, agregando que el superyó
cruel, constituido a través de un proceso de simbolización que lo
despersonalizó al alejarlo de las figuras parentales más benevolentes, no tiene
el poder, sino que lo detenta, retiene lo que no le pertenece, por lo que es
posible desmontarlo. En las situaciones más graves y donde el conflicto
narcisista esté más presente, la autoenvidia podría tener un lugar importante a
ser considerado e interpretado.
En este
sentido, la interpretación de la autoenvidia tendría que hacerse desde un
terreno extratransferencial al transferencial y de allí a la dinámica
intrapsíquica. Sin embargo, requiere de un clima particular previo que permita
al analista intervenir, pues como efecto de lo que se interpreta, se espera que
parte de las proyecciones retornen al mundo interno, escenario propio de la
“guerra” antes descrita; no obstante, una interpretación de esta índole que se
dé fuera del timing y clima necesario en la relación transferencial podría ser
contraproducente ya que al retornar la proyección puede incrementar el
potencial acusatorio del superyó, así como los sentimientos de culpa y
ansiedad.
Deconstrucción
del sentido de triunfo, trabajo con los aspectos más crueles y exigentes del
superyó y manejo de la autoenvidia; quizás en estas direcciones debamos apuntar
al emprender nuestro trabajo con este tipo de pacientes que “fracasan cuando
triunfan”, de lo contrario, posiblemente estemos en camino de fracasar al
analizar, tal vez sin estar siquiera conscientes de ello.
Referencias de este
capítulo:
Blasco, J. (febrero de 1998). Depresión
y triunfo. Los que fracasan al triunfar. [Trabajo
presentado]. En VI Congreso Psicoanalítico Internacional “La depresión. Una
enfermedad sin rostro”, Madrid.
Freud, S. (1976a). Algunos tipos de
carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico. Cap. II: los que fracasan
cuando triunfan. En J.L Etcheverry (trad.) Obras Completas (vol. XIV).
Amorrortu. (Original publicado en 1916).
Freud, S. (1976b). Inhibición, Síntoma y
Angustia. En J.L Etcheverry (trad.) Obras Completas (vol. XX).
Amorrortu. (Original publicado en 1926).
Freud, S. (1976c). Duelo y melancolía. En
J.L Etcheverry (trad.) Obras Completas (vol. XIV). Amorrortu. (Original
publicado en 1917).
Freud, S. (1976d). El yo y el ello. En J.L
Etcheverry (trad.) Obras Completas (vol. XIX).
Amorrortu. (Original publicado
en 1923).
García, J. (2008). Los que fracasan al
triunfar (el miedo a cambiar). Revista Editorial Alaire, 5. (En
línea).
Hornstein, L. (2018). Ser Analista hoy.
Fundamentos de la práctica. Paidós.
López, R. (1992). Sobre la interpretación
de la auto-envidia. En Libro Anual de Psicoanálisis 1992, 141 – 151.
López, R. (2008). La
autoenvidia. Biblioteca Nueva.
Lutereau, L (2012). Los que triunfan al
fracasar. Imago agenda, 164. (En línea).
Morabito, L. (2003). Resistencias:
obstáculo e instrumento. [Trabajo presentado]. En
IV Jornadas de psicoterapia psicoanalítica de la Asociación Venezolana de
Psicoanálisis, Caracas.
Pugliese, I. (18 de febrero de 2001). Los
que fracasan al triunfar. La Prensa. https://www.laprensa.com.ar/Los-que-fracasan-al-triunfar-254753.note.aspx
Rojas, R. (2017). Reflexiones sobre el
concepto de resistencia. Crónicas Psicoanalíticas. http://cronicaspsicoanaliticas.blogspot.com/2017/03/reflexiones-sobre-el-concepto-de.html
Rosenfeld,
H. (1971). A clinical approach to the
psychoanalytic theory of life an death instincts: an investigation into
aggressive aspects of narcisism. En International Journal of Psychoanalysis,
52, 169-178.
Scott,
C. (1975). Self-envy and envy of dreams and dreaming. In: “Remembering, sleep
and dream”. International
Review of Psychoanalysis, 2,
333-338.
Valedón, C. (2006). La madre atrapadora. Trópicos,
14 (2), 101-117.
[1]
Imago. Zeitschrift für die Anwendung der
Psychoanalyse auf die Geisteswissenschaften (Revista para la aplicación del psicoanálisis a las humanidades) fue
una de las primeras revistas psicoanalíticas, fundada en 1912 por Sigmund Freud
junto a Hanns Sachs y Wilhem Stekel. En ella fueron publicados numerosos
artículos freudianos no clínicos o metapsicológicos, sino con mayor orientación
al intercambio con las artes y las humanidades, considerándose de gran
importancia para la difusión cultural e interdisciplinaria del psicoanálisis. Convivió con la Internationale Zeitschrift
für Psychoanalyse (Revista Internacional de Psicoanálisis) que tenía un
corte más teórico, técnico y clínico específico y que llegó a ser el órgano
divulgativo oficial de IPA, con la cual fue fusionada en 1939.

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