La novela familiar de los neuróticos, ciento diez años después. Una mirada a la adopción.
Por: Daniel Castillo S.
“En
el análisis, el proceso de revisión, deconstrucción, reconstrucción y
resignificación de sus propias vivencias infantiles, permitirá darle
nuevos sentidos, los cuales el adulto puede estar en mejores condiciones
de saber y entender…”
I. Introducción.
En
1908, Freud escribe “La novela familiar de los neuróticos”, un artículo
corto, de apenas unas 4 páginas, en el cual sin embargo, plasma una
idea que ya venía rondando en la construcción de su teoría
psicoanalítica: la presencia de un relato fantasioso en sus pacientes
que daba cuenta de la problemática familiar que había sido experimentada
en la infancia y la necesidad de querer que esta situación hubiese sido
diferente, lo que se manifestaba en relatos distorsionados sobre sus
orígenes y el proceder de uno o ambos progenitores, lo cual, a su vez se
relacionaba con la necesaria, pero no por ello menos dolorosa tarea de
desasirse de la autoridad parental.
Partiendo
de una máxima idealización y el deseo de ser como sus padres, el niño
va pasando por diversas etapas en su forma de vincularse con éstos, en
parte influido por el conocimiento de otros padres diferentes a medida
que avanza en su desarrollo intelectual, el percatarse que sus
padres pueden entrar o no en una categoría determinada, la presencia de
los hermanos con el correspondiente sentimiento de rivalidad, y la suma
de pequeños –o grandes- disgustos durante la infancia; todo esto en
conjunto puede terminar haciéndole notar que otros padres son
preferibles en muchos aspectos (Freud, 1908).
Así,
en la novela familiar –posterior a la idealización-, la actividad
fantaseadora es abundante y a través de ésta, el infante busca
deshacerse de sus menospreciados padres y sustituirlos por otros
diferentes (en el texto, Freud menciona que de posición social más
elevada), para lo cual se vale de experiencias cotidianas, que le sirven
de base para su actividad creativa. Esto se inicia en algún punto de la
infancia a través de los juegos y cobra mayor intensidad a través del
relato a veces verosímil, a veces no tanto, de las relaciones
familiares, en época cercana a la pubertad, pudiendo mantenerse más allá
de ésta a través de los sueños diurnos. Tras un primer período no
sexual dentro de la novela familiar, destaca un siguiente período, de
carácter sexual, en el cual son comunes diversas historias acerca del
proceder amatorio, sobre todo de la madre, que le sirve también para
lidiar y rivalizar con sus propios hermanos, a la vez que para suplantar
y reemplazar al padre real por otro cualquiera.
Aclara
Freud, que si bien no se puede dudar de este proceder en los niños, las
motivaciones subyacentes no son tan infieles y desagradecidas como
parecen, pues los nuevos padres fantaseados toman parte de sus padres
originales mediante recuerdos reales de los cuales no se tenía noticia, y
en el fondo está presente el deseo de volver a enaltecer al padre y la
añoranza por la primera época en la cual sus padres eran el centro de
toda admiración, por lo cual en un momento determinado el niño se
extrañará de los padres que ahora conoce –o ha construido- y volverá a
tratar de mirarlos como en su infancia más temprana, aunque la
problemática sobre el valor de los padres le acompañará a posteriori,
como muestra el relato de sueños interpretados años después.
II. Más allá de la posición social o económica y las rivalidades fraternas…
Aunque
originalmente fue una contribución para un escrito mayor de Otto Rank
denominada “El mito del Nacimiento del Héroe” (Laplanche 1967; Strachey
1976), a quien por cierto Freud le profesaba un afecto paternal para la
época denominándole “El pequeño Rank” (Gay, 1989), lo corto de la
publicación y que se limitara a dar por sentado que la novela familiar
únicamente buscaba sustituir a los padres originales por otros de mayor
posición socioeconómica o deslegitimar a hermanos con los que rivaliza,
llama particularmente la atención. Bien pudiera estar enmarcado dentro
del contexto social de la Viena de inicios del Siglo XX, pero también es
probable que al tratarse de una temática familiar, y pese a sus
conexiones directas con el complejo de Edipo, castración, y las teorías
psicosexuales ya previamente descritas, Freud no tuviese demasiado
interés en profundizar al respecto o ampliar el margen de situaciones
que ilustrarían la novela familiar. Gaspari (2000) comenta que
considerando el enfoque que Freud le dio a la terapia psicoanalítica
como un método individual, es probable que ya en los adultos los
vínculos familiares fueran tomados inclusive como un obstáculo para la
continuidad de ciertos tratamientos, sin dejar de lado los límites
teóricos y del contexto social de la época. Pudiera pensarse que aunque
fue agudamente descrito (en otras obras de Freud), el conflicto entre
los miembros de una familia no generaba interrogantes como para ampliar
el campo de acción del psicoanálisis, sino que resultaba una
perturbación para los intereses teóricos de Freud, ya que la familia no
era su pregunta, o era una que quizás no estaba en condiciones de
formularse aún, por lo que quizás esperar una teorización más amplia al
respecto, fuera de lo pertinente al complejo de Edipo y sus efectos
sobre lo individual, no tendría demasiado sentido.
Más
allá de esto, es importante destacar que aunque la novela familiar
forma parte de la vida y el fantaseo de todos los neuróticos, las
situaciones a las cuales aplica van mucho más allá del deseo de tener
unos padres mejor posicionados socioeconómicamente o deslegitimar a sus
hermanos. Esta podría ser apenas unas de las situaciones, pero no por
ello quedan de lado, por ejemplo, casos de personas adoptadas que
construyen una teorización fantasiosa sobre qué hubiese sido su vida con
sus padres biológicos, de los cuales muchas veces no llegan a tener
noticias, llegando incluso a rechazar a sus padres adoptivos, pese a lo
brindado por éstos. Otra situación común en la clínica hace referencia
al deseo de ser hijo de otras parejas: sus tíos, de sus abuelos, de
cualquier otro miembro de la familia extendida, pero no de los padres.
Las circunstancias que llevan a este deseo único de cada paciente o
analizando son diversas, pero no es extraño que se relacionen con
sentirse rechazado, poco querido o valorado, o inclusive reprendido en
exceso por los padres originales, instaurándose el deseo de sustituirles
por otros miembros de la familia que sí cumplan con lo añorado por el
niño que es justamente lo que según su vivencia no está presente en sus
padres.
Vemos
también, el ser hijo de otro padre aunque de la misma madre (algo ya
mencionado por Freud), o inclusive fantasías incestuosas dentro de la
familia, como ser hijo de la madre y el abuelo, o la madre y un tío.
Entran acá ciertamente rivalidades fraternas, pero también por muchas
otras circunstancias que las planteadas en el texto original de 1908. El
rango de la novela familiar parece ser mucho más amplio que lo descrito
originalmente por Freud y toca diversos aspectos inconscientes e
inclusive fantasmáticos de cada uno que construye su propia novela
familiar, tomando como base el hecho fantaseado de querer sustituir a
los padres originales por otros distintos y presuntamente mejores, sean
cuales fueran las causas y circunstancias alrededor que motiven su
construcción.
En
cuanto a la utilidad o finalidad de la existencia de la novela
familiar, Fudin (2000), señala que con las nuevas historias familiares
construidas, podemos ver cómo padres idealizados de la primera etapa de
la novela familiar pasan a la degradación y el desprecio en la segunda
etapa, por lo tanto la novela familiar implica la ruptura de un orden
previamente establecido y nuevos intentos de ligaduras, dando
explicaciones sobre los orígenes (del propio sujeto) y formando parte
del proceso constitutivo del ideal del yo que a juicio de Kury (1998),
transcurre en paralelo a la creación de la novela familiar.
Siguel
(2002), retomando a Freud menciona que resulta importante no perder la
distinción entre el acontecer histórico (real, objetivo) y la historia
vivencial (lo subjetivo para cada quien). La última etapa de la novela
familiar, pudiera pensarse entonces, implicaría un punto de encuentro, o
contraste entre la historia real y la vivenciada o construida por el
niño, dando paso a un intento de retorno a la primera etapa de
idealización, pero donde existen matices y diferencias dado el nuevo
conocimiento adquirido, aunque distorsionado, sobre los padres y la
familia a lo largo de su novela.
Al
respecto, esta autora menciona que sólo desde el punto de vista del
acontecer histórico es que podemos decir que una familia es la
“auténtica” y la otra es la “ficticia”, la de la invención literaria.
Considerando entonces que las dos familias son “espejamientos de la
propia”, tal como señala Freud, lo central se encontraría en esta
tercera familia, que denomina “propia” y que proviene del encuentro de
un conjunto de “historias” que hace aparecer, de su conjunción, otra
realidad, abierta a nuevas experiencias (Siguel, 2002).
Cabe
destacar que la novela familiar guarda un tesoro, pues da cuenta de las
vivencias infantiles y de cómo el niño intentó reconstruir su propia
historia para adaptarla, bien a sus deseos, bien a sus necesidades del
momento. En el análisis, el proceso de revisión, deconstrucción,
reconstrucción y resignificación de sus propias vivencias infantiles
será parte importante de la tarea a realizar; analizar acontecimientos
pasados – desde la vivencia subjetiva, tal como son traídos a sesión y
recordados – permitirá darle nuevos sentidos, los cuales el adulto puede
estar en mejores condiciones de saber y entender que el niño que un día
creó una novela para tratar de sobrellevar su realidad.
III. La novela familiar y la adopción. Un ejemplo clínico en la TV…
En
la tercera temporada de la serie “En Terapia” (Televisión Pública
Argentina, 2014), reedición bonaerense de la serie israelí “BeTipul”,
que fue producida y globalmente difundida por HBO como “In Treatment”,
el actor Diego Peretti en el papel del terapeuta Guillermo Montes,
recibe en su consulta a Julián, un adolescente rebelde, homosexual, de 17 años, que se encuentra
cursando finales de su escuela secundaria.
Lleva a sesión su
problemática por ser adoptado y la aparición sorpresiva de su madre
biológica Claudia, tras toda su vida sin conocerla ni tener ninguna
noticia de ella. A lo largo de las sesiones puede verse su malestar
dirigido a los padres biológicos –desconocidos - a quienes siempre se
refiere despectivamente: en su fantasía siempre su padre es alguien
distinto pero descalificado, mientras que su madre biológica siempre es
calificada como “una puta drogadicta”. Del mismo modo, los padres
adoptivos también son frecuentemente criticados por sus limitaciones
económicas y por no ser lo suficientemente activos en su rol de padres,
principalmente su madre Marissa; esto también da pie al surgimiento de
historias fantaseadas donde Julián se muestra ante los demás como
huérfano, se plantea junto a sus padres adoptivos como indigentes, o
construye cualquier historia para sustentar la situación económica de la
familia y a la vez atacarles. A veces pareciera difuso el límite entre
el ataque a los padres biológicos por abandonarle y a los adoptivos por
su crianza.
Detrás
de la rabia manifiesta hacia sus padres adoptivos se oculta un profundo
reclamo por no ser lo suficientemente atendido por ellos, resintiendo
la falta de cercanía e instinto maternal de Marissa hacia él. La
reaparición de Claudia, su madre biológica, reactiva en Juilán la novela
familiar, pues le hace contrastar la familia que tuvo con la que
hubiese podido tener de no haber sido dado en adopción; así, vemos como
el contacto reiterativo de ésta a través de llamados, mensajes de voz y
cartas despierta en Julián sentimientos encontrados, donde si bien por
un lado parece importante para él ser buscado y tomado en cuenta, por
otra parte, resiente la adopción y el abandono de parte de Claudia
debido a los años en los cuales no hizo nada por encontrarse con él.
Todo esto además incrementa su malestar y rechazo hacia unos padres
adoptivos que describe como indiferentes y poco cercanos (sobre todo su
padre Roberto), aunque a medida que avanza la historia, logra admitir
que pese a su incomodidad, éstos si se tomaron el trabajo de cuidarlo y
desempeñaron un rol paterno que finalmente parece reconocer y agradecer.
La
transferencia instalada desde Julián hacia Guillermo, no es del todo
positiva. Constantemente Guillermo también es atacado, criticado,
molestado a través de comentarios intrusivos sobre su vida privada o
familiar y sobre todo de otros de índole sexual que le resultan
incómodos. Julián tiende a asumir una actitud agresiva contra éste,
sobre todo cada vez que en las sesiones surge un señalamiento o
interpretación que le hace sentir vulnerable y le hace contactar con el
dolor de los padres ausentes o cuando le es mostrado el uso que hace de
sus propios mecanismos de defensa. En lo transferencial el terapeuta es
vivido como un padre “buena onda”, pero que a la vez es merecedor de
las mismas críticas, rabia y descalificación que sus padres biológicos y
adoptivos, sobre todo cuando dice algo que el paciente no está
dispuesto a escuchar; esto esconde una puesta a prueba, de modo de
conocer si Guillermo sería capaz de tolerarlo, quererlo y aceptarlo, no
sólo como paciente, sino también como su hijo si hubiera sido el caso.
Cabe destacar que, visto como un representante paterno, la relación con
Guillermo mejora o empeora según sea el nivel de tensión que Julián
mantenga con sus padres adoptivos en ese momento y con un mayor o menor
nivel de angustia producto del contacto o no de su madre biológica,
quedando como depositario de su rabia y sus frustraciones. Sin embargo,
el vínculo con Guillermo parece ser vivido por Julián como un vínculo
seguro, donde a pesar de la hostilidad que en un primer momento
manifiesta, pareciera que el espacio de la terapia termina siendo para
él un espacio de refugio ante las dificultades de su vida, de un chico
que además parece sentirse muy solo y necesitar aceptación y sobre todo
contención pues parece sentirse constantemente juzgado, rechazado y poco
querido.
IV. Breves comentarios finales:
La
puesta en escena de la novela familiar de este adolescente adoptado,
ilustra no sólo los elementos difíciles de su realidad familiar: unos
padres biológicos inexistentes y unos adoptivos hasta cierto punto
insuficientes, que se conjuga con el deseo de tener una madre más
cercana, afectuosa y activa y un padre menos indiferente al que
realmente le importe independientemente de su propia condición sexual.
También
muestra los elementos propios de la novela familiar en el registro de
la fantasía: la denigración de los padres originales – en este caso
adoptivos -, el deseo de sustituirlos por otros que resulten mejor en
diversos aspectos –lo cual se ve en su máxima expresión cuando aparece
Claudia, la madre biológica, además adinerada – y finalmente una vuelta
al cariño, el respeto y la idealización de éstos, que aunque toma
elementos adquiridos y conocidos durante la novela familiar, conlleva
implícita la intención de volver a una primera etapa previa a la novela,
donde los padres originales eran el centro de su admiración. En el caso
de Julián, esto sólo es posible una vez que se quiebra el status quo
familiar con la reaparición de Claudia, lo que motiva a los padres a
retomar una posición más activa y afectuosa con Julián, cambios que
finalmente le permiten a éste, sentirse parte de la familia, por lo que
decide continuar viviendo con ellos, rechazando la posibilidad de irse a
vivir con la madre biológica, o retomar algún tipo de relación directa
con ella, al menos en un primer momento, al parecerle algo fuera de
lugar, idea que toma del padre y al verla como una muestra de interés,
obtura el deseo de sustitución.
En
palabras de Fagundez (2012), sólo es posible el encuentro de una
familia adoptiva cuando se puede figurar un futuro vincular y el joven
logra verse a sí mismo como incluido y reconocido por otro, no como niño
o adolescente, sino como hijo, algo que parecía haberse borrado en los
últimos años de vida de Juilán, quien expresaba su reclamo por lo
perdido a través de la fantasía, mediante historias que narraban la
denigración de los padres originales y a su vez el deseo de tener unos
padres distintos, casi sin importar como fueran. Es sólo a través de la
reaparición de la madre biológica y las consecuencias que esto trae en
sus padres adoptivos, con un correspondiente cambio de actitud, que
Julián logra volverse a sentir tomado en cuenta, aceptado e incluido,
como hijo, y no como una carga para Roberto y Marissa, a quienes por
cierto, se refería casi siempre por su nombre de pila y no como papá o
mamá, algo que solo logrará posteriormente, transitando el camino del
rechazo a la aceptación.
Vemos
pues, una escenificación de un caso difícil dentro de un terreno
espinoso, pues la clínica de la adopción lo es, tanto para los padres
como para los hijos, quienes a decir de Siguel (2002), si conocen la
verdad sobre su adopción, experimentan una especie de paradoja, donde
sus padres son sus padres pero a la vez no lo son, lo cual crea una
suerte de espacio transicional donde pueden ubicar su propia
experiencia, cultural, familiar social, y poder crear su propia novela
familiar, que posiblemente en estos chicos sea más necesaria –y agrego:
ha de tener un mayor carácter estructurador – que en otros casos, pues
tal vez necesitan más que los demás construir su propia novela, su
propia familia.
Tal
vez así, tras una intensa vivencia emocional representada y
escenificada en su propia novela familiar, quizás vivida en la infancia y
vuelta a escenificar años después en la adolescencia, como en el caso
de Julián, estos chicos pueden poco a poco ir logrando integrar y
estructurar, no solo las preguntas y las respuestas por sus orígenes que
seguro estarán, sino también aquellas concernientes a su pertenencia al
núcleo familiar en donde coexisten y conviven. Por si fuera poco, en
simultáneo, intentan poder vivirse y sentirse merecedores y poseedores
de un lugar como hijo, que bien podría resultarles ajeno en
circunstancias desfavorables o ante padres adoptivos que no sean lo
“suficientemente buenos” para ellos o no sepan lidiar con las
vicisitudes de la adopción, la comunicación con sus hijos, o no sepan
cumplir con el maternizaje y la puesta de límites de un modo adecuado o
conveniente.
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Televisión
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https://www.youtube.com/watch?v=63kma8ThQtc&list=PL1LoT_K8211f7i_RlSN1Z79gc76nWr-j3
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