Particularidades sobre el uso del diván


Por: Daniel Castillo S.

Desde los inicios del psicoanálisis, el diván, tomó rápidamente el lugar de un símbolo indiscutible que representa el ejercicio de nuestra práctica. Se convirtió en un factor común para los analistas de todo el mundo y en gran medida, en parte de nuestra identidad y en cómo nos damos a conocer frente al público fuera del mundo psi. En esto contribuyó la cultura popular, a través de películas, series televisivas e incluso caricaturas, la forma de representar al psiquiatra, pero sobre todo al analista, era y sigue siendo, acompañado de su diván. 

El origen del uso del diván, data de una época previa al surgimiento del psicoanálisis tal como le conocemos, puesto que fue un recurso utilizado por Freud en sus inicios como terapeuta, siendo de alguna manera un resto de la época hipnótica y de sugestión que antecedieron a la adopción de la asociación libre como método y regla fundamental. Se dice que el diván de Freud, fue obsequio de una paciente conocida como Madame Benvenisti, quien se lo regala en torno a 1890, de hecho, en plena pre historia psicoanalítica.  Sin embargo, posiblemente Freud conservase su uso, aún con el surgimiento de la técnica de la asociación libre, puesto que le permitía una mejor escucha, fuera de la vista del paciente, sin necesidad de sostener la mirada de éstos durante horas continuas de trabajo, y además, fomentaba en sus interlocutores una mejor capacidad de asociación e introspección aún cuando eran conscientes y partícipes de su proceso.

Con el paso del tiempo, y al ser un elemento muy sui generis, que permitía distinguir al psicoanálisis de la psiquiatría clásica y también de la medicina, su uso se institucionalizó y ha venido formando parte del ejercicio del psicoanálisis a lo largo de generaciones y generaciones de analistas. Sin embargo, recordemos que Freud, principalmente atendió casos de neurosis, para los cuales el uso del diván probablemente resultó bastante apropiado y que posteriormente, con la apertura del psicoanálisis a la atención de otro tipo de patologías, así como su adaptación mediante terapias psicodinamicamente orientadas que se practicaban en contextos distintos al del consultorio, o en situaciones en las cuales un análisis convencional no era viable,  su uso quedó reservado para un número más limitado de pacientes y situaciones, quedando en algunos casos como un objeto decorativo del consultorio que no interviene para nada en el trabajo terapéutico, o siendo simplemente inexistente en otros contextos.

¿Diván si, diván no? 

Hoy en día, el uso del diván no es sinónimo del ejercicio del psicoanálisis, si bien casi la totalidad de analistas tienen uno en su consultorio, su práctica puede llevarse a cabo sin necesidad del mismo, e incluso en algunas situaciones no resultaría para nada conveniente emplearlo. Por supuesto, su uso no es posible, ni en tratamientos a distancia a través del internet, ni tampoco en contextos hospitalarios o institucionales donde más bien se emplean psicoterapias de corte dinámico de menor frecuencia y duración. 

En segundo lugar, requiere que el paciente sea capaz de tolerar estar en ausencia de la mirada de su analista sin que esto implique un riesgo importante de desorganización a nivel psíquico. Esto requiere fortalezas yóicas y defensas más o menos evolucionadas para que pueda soportarse. Pacientes con rasgos importantes de funcionamiento psicótico en su personalidad, o aquellos muy angustiados o con demasiada necesidad de contención, que requieren el holding de la mirada del analista no serán buenos candidatos para recostarse en el diván. 

Así mismo, juega un papel muy importante el timing dentro del cual se de el pase al uso del diván. Esto requiere que el paciente haya logrado salir de lo anecdótico en relación a los otros, de lo clínico en relación a su síntoma y haya pasado a preguntarse y cuestionarse sobre si mismo, de algún modo esto marca el camino para devenir analizando y profundizar mucho más en el conocimiento de sí.  En lo personal he notado que cuando se trata de un re análisis, puede darse un inicio rápido de trabajo en diván, luego de unas pocas entrevistas preeliminares. En general hay analistas que suelen proponer bastante pronto el uso del diván, otros que lo postergan un poco más, considero que esto requiere cautela, conocer lo suficiente al paciente como para estar seguro que puede funcionar y ser tolerado, pero a la vez no prolongarse demasiado en la espera, puesto que esto puede tender a acostumbrar al paciente en el trabajo cara a cara y generar más resistencias para aceptar el pase a diván una vez llegado el momento. 

Otro factor que debe tenerse en consideración y que resulta clave es la frecuencia de trabajo. Si bien, actualmente se considera formalmente análisis una frecuencia de al menos tres veces por semana, es común el empleo del diván con una frecuencia menor, de dos veces por semana, resultando bastante acorde con la búsqueda de una mayor profundización y soltura en el discurso de algunos pacientes. Recostarse para analizarse, permitirá que se desplieguen una serie de aspectos inconscientes y tenderá a producir mayor desorganización, movilizará sentimientos más intensos y posiblemente ayudará a tocar conflictos más profundos, por lo cual su uso en una frecuencia menor, de tan solo una vez a la semana puede resultar contraproducente, y muchas veces también, totalmente insuficiente, aunque pacientes que en algún punto de su tratamiento lo utilizaron con una frecuencia mayor, pudieran seguirlo utilizando sin mayor inconveniente independientemente de la frecuencia de trabajo, ya allí el problema sería la frecuencia y no el diván como tal. 

Una herramienta de trabajo bastante útil, pero no imprescindible. 

Fuera del simbolismo que ha adquirido, el diván es justamente eso, una herramienta de trabajo que en su momento, cuando Freud lo utilizó para hacer análisis, permitió crear un ambiente más íntimo, pero igualmente clínico. No hace mejor tratamiento quien se analiza en diván que quien no lo hace, sin embargo, su uso en los casos y con la frecuencia adecuada, puede fomentar un mayor despliegue de la neurosis de transferencia, permitir que se ahonde más en la conflictiva del analizando y resultarle más cómodo a los dos miembros de la dupla analítica. 

En el caso del paciente, fomentará una mejor capacidad de asociación libre y le permitirá profundizar más al poder meterse más en si mismo, sin necesidad de estar al pendiente del diálogo que sostiene y las reacciones del otro. En el caso del analista, fomentará una mayor capacidad de escucha, al permitir pueda desplegarse mejor su atención flotante y además le mantendrá libre de la mirada, deseo y a veces, del escrutinio directo de su interlocutor, dejándose el intercambio interpersonal consciente de lado, permitiendo que surja de forma más directa y espontánea la transferencia y lo inconsciente, pudiendo trabajarse y aprovechar más los elementos y significantes que aparezcan en el camino de este encuentro y recorrido tan particular del tratamiento analítico. 

Finalmente, debe agregarse que aunque la preferencia de muchos de nosotros sea trabajar con diván en los casos en los que sea apropiado, es frecuente que muchos pacientes prefieran el cara a cara, o simplemente pasen gran parte del tratamiento temerosos del diván. Este es un auxiliar cómodo, que se puede ofrecer llegado al momento, incluso explicando sus beneficios, pero que no deberá imponerse, dejando en manos de nuestro paciente la decisión sobre si utilizarlo o no una vez lo consideremos pertinente. A veces, interpretar la resistencia del mismo para pasar finalmente a diván puede ser un recurso válido, ya que puede darse el caso en que tal resistencia implique una resistencia en si misma al tratamiento analítico como tal, pues sería mucho el provecho que sacaría de él si se recostara.


A fin de cuentas, el psicoanálisis es mucho más que la presencia del diván o no y su buena práctica dependerá, entre otras cosas, del encuadre establecido, de nuestra capacidad de escucha, del trabajo en asimetría, neutralidad y abstinencia, del poder dar espacio para desplegar la transferencia y sostenerla adecuadamente, interpretar lo inconsciente más allá de las fachadas del discurso y ser capaz de decir lo justo en el momento adecuado. El resto, incluyendo nuestro clásico y alguna vez victoriano mueble ayuda, pero su presencia no debe determinar la práctica en sí. 

Comentarios

  1. El diván le sirve al psicoanalista para deprivarse de toda la información que su cerebro social podría darle y de lo que podría transmitir a su paciente, mientras de llena la boca de transferencia y contratransferencia

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  2. El diván para el psicoanalista, es para llevar a la práctica la asociación libre y el no contacto visual, permitiendole así al paciente una mayor introspección?

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  3. Ósea que tuve resistencia por no pedirlo?... rayos y yo pensado que era una estrategia nueva de mi analista después de un gran hecho que marcó mi vida.

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