Sobre transferencias, terminaciones y cambios de analista
“El destino de un buen analista es la
nostalgia, la ausencia, y a la larga el olvido”
R. Horacio Etchegoyen
La transferencia comienza a instalarse desde un primer momento, de hecho, la
elección del analista, rara vez es azarosa. Salvo que por algún motivo el
profesional le haya sido asignado, tal como hacen algunos servicios de ayuda a la
comunidad de nuestras instituciones psicoanalíticas, grupos de atención terapéutica,
o le haya sido recomendado directamente por parte de algún profesor, amigo o familiar,
al escoger al analista y realizar un primer contacto ya comienza a mostrarse
las primeras señales de la relación transferencial. Conscientemente pueden ser
muchas las razones que nos llevan a iniciar tratamiento con un determinado
analista y no con otro: ubicación, horarios de atención, posibilidad o no de
costear sus honorarios, entre otros factores. Sin embargo, la elección,
partiendo del mismo hecho de si decidimos acudir con un hombre o una mujer,
está determinada o al menos influida por distintas motivaciones inconscientes:
presuponemos que alguien es quien creemos y por alguna razón desconocida pensamos
que podemos poner en sus manos nuestra vida y el relato de nuestra intimidad.
Aunque no conozcamos nada del analista como persona real, y después
posiblemente sea poco lo que sepamos de éste, esperamos encontrar algo en él y
por ello acudimos a su encuentro, por eso éste y no otro diferente.
Así a lo
largo del tratamiento, en conjunto con el encuadre, la transferencia sostendrá
al proceso analítico como uno de los pilares insustituibles del mismo. Es
posible que en diversos momentos el devenir de la transferencia pueda variar;
en un principio el analista puede ser percibido de una forma y luego de otra:
inicialmente de una forma más benévola y hasta idealizada, pero quizás luego
más persecutoria, para dar paso posteriormente a una percepción más integrada,
y dicho de otro modo, es posible que ésta en un determinado momento pueda
parecer positiva, pero luego diversas mociones lleven a la aparición de una
resistencia transferencial que sea necesario trabajar y resolver para poder
continuar el trabajo. De este modo, la transferencia, con sus distintos
momentos se sostiene a lo largo de los varios años que pudiera durar el
tratamiento.
Sin embargo, hay situaciones en las cuales puede ser necesario un cambio de
analista. Las razones son múltiples y en ocasiones éstas pueden vincularse con
un análisis que se ha complicado o no ha dado resultados satisfactorios, pero
en otras no. Greenson (1976), menciona algunas de las situaciones en las cuales
puede estar indicado el cambio, entre estas la ausencia de reacciones de
transferencia importantes, o las reacciones de transferencia intratables, así
como cuando han existido errores repetidos de parte del analista o cuando uno
solo de éstos ha creado una situación irreversible. Otras razones aducen a un
cambio sugerible avanzado ya cierto tiempo del tratamiento si no está próxima
la finalización, o la introducción de una nueva persona en lugar de un re
análisis con el analista anterior. Visto de ese modo, estaríamos frente a
razones indicadas ante un análisis que no ha sido del todo exitoso o que en un
determinado punto se ha complicado, se ha estancado o ha dado lo que tenía que
dar. Habría que incluir acá la teoría del llamado impasse
analítico (Etchegoyen, 2014; Lander, 2014) en la cual, pasado un
cierto tiempo, analista y analizando parecen estar remando un bote que no va a
ningún lugar, puesto que a pesar que las sesiones continúan, el análisis
propiamente dicho, se ha paralizado.
No obstante, hay razones distintas que no se vinculan con la falta de éxito o
el estancamiento de un determinado proceso. Existen causas dramáticas como la
muerte, retiro imperioso, o migración del analista, y otras que obedecen a
exigencias institucionales, tal como es el caso de los análisis didácticos.
También es posible que en un determinado punto, ambas partes pudieran coincidir
en que para procurar mejores avances fuera necesario analizarse con otra
persona, quizás más joven o mayor, a veces del sexo contrario, o incluso a
veces de otra corriente psicoanalítica.
Evidentemente, siempre que las circunstancias lo permitan, la aparición de la
posibilidad de un cambio debe ser ampliamente trabajada, así como las angustias
que correlativamente pudieran despertarse. Una vez decidido que es necesario
dar este paso y que lo más conveniente e indicado es cambiar de analista, la
situación lleva a la progresiva disolución de la transferencia previamente
establecida y la entrada en un período de terminación previo al inicio del
nuevo análisis si todo el proceso fluye en buenos términos y de acuerdo a lo
esperado.
La terminación del análisis
previo
Al hacer referencia a la palabra <terminación>, se está citando una
situación que es posible precisar claramente: implica una culminación
del tratamiento que es convenido entre las partes, el cual generalmente es
propuesto por el analizado y frente al cual el analista considera es posible
estar de acuerdo, aunque en alguno de los casos previamente citados cuando el
tratamiento se hace inviable o debe cortarse por una causa de fuerza
mayor, sería correcto que el mismo se planteara desde el lugar del
analista, lo cual, no necesariamente es lo más común. Es importante dejar
en claro que no me refiero en esta situación a una interrupción unilateral de
alguna de las partes, ni tampoco al llamado <fin de análisis>, sino a una
terminación convenida entre analista y analizado la cual se arregla de mutuo
acuerdo.
Una vez entrada en la etapa de terminación del análisis, corresponde definir
con suficiente antelación una fecha precisa para la última sesión de trabajo,
la cual, salvo en casos muy específicos no es conveniente aplazar. El
proceso puede tomar meses, y durante este período es conveniente trabajar el
duelo por la separación, pues se está ante una pérdida transferencial, pero
también real, así como las angustias de diversa índole que pudieran aparecer
frente a la pérdida del analista, o en este caso en particular, frente al
cambio; este contenido puede surgir de manera directa en forma de preocupación
o tristeza, o de forma más velada a través del material de los sueños o la
relación de transferencia.
Ya terminado el análisis, y más en estos casos en lo que es necesario un
cambio, ambas partes no vuelven a verse más en esos roles; difícilmente quepa
la posibilidad de un re análisis. Sí es posible que en el caso del análisis
didáctico el antiguo analista pueda pasar a ejercer otros roles, como el de
profesor del Instituto o el de futuro compañero de la misma Sociedad y así
ocupar un nuevo lugar en la vida del antiguo analizado. Sin embargo, fuera de
esta situación exclusiva de las instituciones psicoanalíticas, es inusual que
ambos miembros de la pareja vuelvan a encontrarse. Por ello, sobre esta etapa
resulta fundamental el trabajo de la transferencia y no sería descabellado
pensar en la preparación progresiva del analizado para el desprendimiento y la
separación; la neurosis de transferencia previamente instalada ha de ser
paulatinamente resuelta y la libido asida sobre la figura del analista poco a
poco retirada de éste, pues hay un duelo que elaborar. Esto facilitaría la
posibilidad de un cambio y puede evitar reacciones transferenciales complejas
que pudieran entorpecer el trabajo logrado previamente. En algunas
ocasiones, incluso hablar sobre la figura del nuevo analista dentro del espacio
de trabajo ayuda a desmitificar el cambio y aproxima esa posibilidad a ser una
situación cada vez más real y más digerible, lo cual no necesariamente implica
que sea más sencilla.
A pesar que se espera que, como parte del progreso del análisis, hayan podido
trabajarse diversas angustias primarias y se haya logrado el paso a una mejor
relación con los objetos internos y un mayor nivel de integración, no
necesariamente todos los analizados reaccionan de buena manera ante la
terminación. Braier (1986) plantea una serie de situaciones que se presentan en
la fase de terminación en aquellas personas que no toleran lo suficientemente
bien la separación, entre las cuales se cuentan: sensaciones de abandono y
vacío, así como el afloramiento de nuevos conflictos, los retrocesos y
empeoramientos para no desligarse del vínculo, el acting out, y las
manifestaciones de hostilidad transferencial, además de la reacción terapéutica
negativa, acompañadas de algunas manifestaciones de carácter maníaco, como la
negación de la pérdida o la desvalorización del analista. Aunque dichas
reflexiones van orientadas al trabajo en psicoterapia breve de orientación
psicoanalítica, estos fenómenos no quedan excluidos del análisis, sino que por
el contrario pueden presentarse de modo más intenso dada la regresión
transferencial previamente fomentada, por ello la importancia de trabajar el
desprendimiento y la separación de manera acorde y con el suficiente tiempo
para ello, sobre todo teniendo en cuenta las características estructurales de
personalidad y el tipo de funcionamiento psíquico de nuestro paciente.
Transitando un nuevo comienzo
Cuando la terminación ha tenido lugar, es posible iniciar análisis con otra
persona diferente. Las características del nuevo analista: género, edad, rasgos
físicos, ubicación, y a veces hasta postura teórica, estarán mediadas por
elecciones inconscientes y también por lo que se espere del nuevo espacio: es
posible que se busque una figura diametralmente opuesta a la del analista
anterior, o por el contrario alguien con algunos elementos similares si impera
cierta fantasía de continuidad. En el caso de los análisis didácticos,
cuyos objetivos, aunque estén enmarcados en la institucionalidad, no deberían
resultar distintos a los del análisis personal, la posibilidad de la elección en
muchos institutos está restringida a una lista de miembros titulares en función
didáctica, lo que puede hacer más limitada la libertad de elección sobre el
nuevo analista, sin contar que es posible que la necesidad de terminar un
análisis y comenzar otro nuevo, quizás haya estado condicionada por una
exigencia institucional, y no por el verdadero deseo de cambiarse que tenga el analista
que comienza a formarse, o porque así se haya considerado pertinente en el proceso
anterior. Distintos autores (Lander, 1993; Himiob 2002; Meliá, 2002) han
discutido el peso y la influencia de lo institucional sobre la marcha de estos
análisis en particular.
Sin embargo, independientemente de la causa que lo motive, una vez superada la
fase de escogencia y dado el nuevo inicio, el cambio puede resultar provechoso
y enriquecedor, ya que se abre la posibilidad de obtener una nueva óptica y una
escucha distinta sobre los mismos problemas; también puede que el analizado se
anime a tratar diversos temas que le resultaron imposibles de revisar en el
proceso previo y, cómo no, que el nuevo analista sea capaz de abordar ciertos
conflictos que el colega anterior no pudo ser capaz de ver, tal vez por
limitaciones derivadas de sus propios conflictos, o porque la transferencia
establecida no lo permitió. Aunque no hay garantía de ello, se esperaría que el
nuevo análisis pudiera ser tan bueno o mejor que el que le antecedió.
Sanchez Medina (s.f.) plantea que, a pesar del cambio de analista, persiste una
continuidad inconsciente del proceso analítico, señalando que longitudinalmente
éste es uno solo para el analizado. Señala: “lo que cambia es el
analista, con las modalidades inherentes a su personalidad y en sus posibles
contratransferencias, sin embargo, el proceso transferencial sigue su marcha
dentro de la modalidad dinámica del analizado”. Esta afirmación da que
pensar; personalmente considero que aunque los modos de transferencia
que establece el analizado pueden ser los mismos, la instalación transferencial
con el nuevo objeto-analista puede variar de modo importante de la primera
experiencia, sobre todo cuando el segundo análisis se inicia años después del
primero, quizás porque la persona que en un momento determinado acudió al
primer tratamiento, por efecto de éste no es el mismo sujeto, ni percibe ni se
vincula igual con sus objetos internos y externos. Por ende, no es absurdo
pensar que la aparición de una nueva persona en un momento vital distinto y en
un analizado que, se supone, ha logrado trabajar algunos de sus conflictos más
primarios, probablemente suscitará transferencias un tanto diferentes que
quizás no se hubiesen desplegado antes.
Sea
como fuere, el despliegue de la transferencia y la valoración dirigida hacia el
segundo analista, puede tomar un tiempo, seguramente mayor que aquel que
demanden las entrevistas iniciales de esta nueva etapa. En el caso que la
terminación anterior se hubiese dado de común acuerdo y en buenos términos, es
posible que durante un primer período el analizado pueda extrañar y añorar el
estilo y la continuidad del proceso anterior y que en un primer momento resulte
más difícil la aparición de material nuevo, siendo casuales las referencias al
proceso previo e incluso comentarios sobre las interpretaciones que se le
hicieron respecto a un determinado asunto en particular. Pasado un tiempo, en
el cual el analista deberá esperar pacientemente y si fuese necesario, asumir
con entereza la comparación y el duelo por la pérdida recién experimentada,
poco a poco el analizado podrá asumir mejor esta nueva etapa y entonces, a la
vez que se han establecido nuevas transferencias, éste sin darse cuenta
comenzará a mostrar nuevas repeticiones y posiblemente se abrirá la oportunidad
para nuevas elaboraciones: se habrá puesto en marcha entonces un nuevo
acontecer analítico no exento de semejanzas y diferencias, pero sobre todo
lleno de nuevas oportunidades.
Referencias:
Braier, E.
(1986). Psicoterapia breve de orientación psicoanalítica. Buenos Aires: Nueva
Visión.
Etchegoyen, H.
(2014). Los fundamentos de la técnica
psicoanalítica (3era Ed.) Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S.
(1912).Sobre la dinámica de la transferencia. En Sigmund Freud, Obras Completas Vol. XII. Buenos Aires:
Amorrortu: 1979.
Freud, S.
(1914). Recordar, repetir y reelaborar. En
Sigmund Freud, Obras Completas Vol. XII. Buenos Aires: Amorrortu: 1979.
Greenson
(1976). Técnica y práctica del
psicoanálisis (3era Ed). Siglo XXI Editores: México DF: 2004.
Himiob, M.
(2002). Algunos problemas de la reglamentación de los análisis didácticos. Trópicos Revista de Psicoanálisis 10,
(1). Pp. 145 – 149.
Lander, R.
(1993). Topología y formación psicoanalítica. Trópicos Revista de Psicoanálisis 3, (2). Pp. 109 – 115.
Lander, R. (2014).
Psicoanálisis, teoría de la técnica. Caracas: Editorial Psicoanalítica.
Meliá, J.
(2002). Cultura institucional. Su incidencia en la praxis de los didactas. Trópicos Revista de Psicoanálisis 10,
(1). Pp. 150 – 160.
Sanchez Medina
(s.f.). El cambio de Analista. ¿Por qué se puede cambiar? Recuperado el 26 de
Marzo de 2017 de: https://encolombia.com/medicina/psiquiatria-salud-mental/psicoanalisis-profesion/cambio-analista/
Comentarios
Publicar un comentario