Sobre transferencias, terminaciones y cambios de analista



Por: Daniel Castillo
“El destino de un buen analista es la nostalgia, la ausencia, y a la larga el olvido”
R. Horacio Etchegoyen

             La instalación y trabajo de la transferencia resulta fundamental para el devenir de todo proceso analítico. De manera inconsciente, el analizado coloca en la figura del analista diversos contenidos primarios, pertenecientes a sus primeros afectos, y a lo largo del tratamiento repite en la relación con éste aspectos no resueltos de su propia vida sobre los que no pareciera existir memoria. Si bien, la aparición del fenómeno transferencial no es exclusiva de la situación de análisis, al ser más fuerte en éste, nuestra técnica se vale de ella como un recurso imprescindible para el provecho de su función como terapia psicológica. De este modo, se espera la aparición de la neurosis de transferencia como una situación artificial, sustitutiva de la neurosis original del individuo, a la que tenemos acceso, y mediante la cual es posible trabajar en repetición y a través del vínculo establecido, una serie de aspectos inconscientes, sobre los que no se tendría conocimiento por la vía del recuerdo (Freud 1912, 1914). A partir de allí, y mediante el trabajo de las resistencias, podremos procurar la elaboración progresiva de algunas de estas mociones y la posterior inserción en la vida anímica en función de los intereses de la persona y ya no de la neurosis como sucedía en un comienzo.


       La transferencia comienza a instalarse desde un primer momento, de hecho, la elección del analista, rara vez es azarosa. Salvo que por algún motivo el profesional le haya sido asignado, tal como hacen algunos servicios de ayuda a la comunidad de nuestras instituciones psicoanalíticas, grupos de atención terapéutica, o le haya sido recomendado directamente por parte de algún profesor, amigo o familiar, al escoger al analista y realizar un primer contacto ya comienza a mostrarse las primeras señales de la relación transferencial. Conscientemente pueden ser muchas las razones que nos llevan a iniciar tratamiento con un determinado analista y no con otro: ubicación, horarios de atención, posibilidad o no de costear sus honorarios, entre otros factores. Sin embargo, la elección, partiendo del mismo hecho de si decidimos acudir con un hombre o una mujer, está determinada o al menos influida por distintas motivaciones inconscientes: presuponemos que alguien es quien creemos y por alguna razón desconocida pensamos que podemos poner en sus manos nuestra vida y el relato de nuestra intimidad. Aunque no conozcamos nada del analista como persona real, y después posiblemente sea poco lo que sepamos de éste, esperamos encontrar algo en él y por ello acudimos a su encuentro, por eso éste y no otro diferente.


     Así a lo largo del tratamiento, en conjunto con el encuadre, la transferencia sostendrá al proceso analítico como uno de los pilares insustituibles del mismo. Es posible que en diversos momentos el devenir de la transferencia pueda variar; en un principio el analista puede ser percibido de una forma y luego de otra: inicialmente de una forma más benévola y hasta idealizada, pero quizás luego más persecutoria, para dar paso posteriormente a una percepción más integrada, y dicho de otro modo, es posible que ésta en un determinado momento pueda parecer positiva, pero luego diversas mociones lleven a la aparición de una resistencia transferencial que sea necesario trabajar y resolver para poder continuar el trabajo. De este modo, la transferencia, con sus distintos momentos se sostiene a lo largo de los varios años que pudiera durar el tratamiento.

       Sin embargo, hay situaciones en las cuales puede ser necesario un cambio de analista. Las razones son múltiples y en ocasiones éstas pueden vincularse con un análisis que se ha complicado o no ha dado resultados satisfactorios, pero en otras no. Greenson (1976), menciona algunas de las situaciones en las cuales puede estar indicado el cambio, entre estas la ausencia de reacciones de transferencia importantes, o las reacciones de transferencia intratables, así como cuando han existido errores repetidos de parte del analista o cuando uno solo de éstos ha creado una situación irreversible. Otras razones aducen a un cambio sugerible avanzado ya cierto tiempo del tratamiento si no está próxima la finalización, o la introducción de una nueva persona en lugar de un re análisis con el analista anterior. Visto de ese modo, estaríamos frente a razones indicadas ante un análisis que no ha sido del todo exitoso o que en un determinado punto se ha complicado, se ha estancado o ha dado lo que tenía que dar. Habría que incluir acá la teoría del llamado impasse analítico (Etchegoyen, 2014; Lander, 2014) en la cual, pasado un cierto tiempo, analista y analizando parecen estar remando un bote que no va a ningún lugar, puesto que a pesar que las sesiones continúan, el análisis propiamente dicho, se ha paralizado.


       No obstante, hay razones distintas que no se vinculan con la falta de éxito o el estancamiento de un determinado proceso. Existen causas dramáticas como la muerte, retiro imperioso, o migración del analista, y otras que obedecen a exigencias institucionales, tal como es el caso de los análisis didácticos. También es posible que en un determinado punto, ambas partes pudieran coincidir en que para procurar mejores avances fuera necesario analizarse con otra persona, quizás más joven o mayor, a veces del sexo contrario, o incluso a veces de otra corriente psicoanalítica.


       Evidentemente, siempre que las circunstancias lo permitan, la aparición de la posibilidad de un cambio debe ser ampliamente trabajada, así como las angustias que correlativamente pudieran despertarse. Una vez decidido que es necesario dar este paso y que lo más conveniente e indicado es cambiar de analista, la situación lleva a la progresiva disolución de la transferencia previamente establecida y la entrada en un período de terminación previo al inicio del nuevo análisis si todo el proceso fluye en buenos términos y de acuerdo a lo esperado.


La terminación del análisis previo      


       Al hacer referencia a la palabra <terminación>, se está citando una situación que es posible precisar claramente: implica una culminación del tratamiento que es convenido entre las partes, el cual generalmente es propuesto por el analizado y frente al cual el analista considera es posible estar de acuerdo, aunque en alguno de los casos previamente citados cuando el tratamiento se hace inviable o debe cortarse por una causa de fuerza mayor, sería correcto que el mismo se planteara desde el lugar del analista, lo cual, no necesariamente es lo más común.  Es importante dejar en claro que no me refiero en esta situación a una interrupción unilateral de alguna de las partes, ni tampoco al llamado <fin de análisis>, sino a una terminación convenida entre analista y analizado la cual se arregla de mutuo acuerdo. 


       Una vez entrada en la etapa de terminación del análisis, corresponde definir con suficiente antelación una fecha precisa para la última sesión de trabajo, la cual, salvo en casos muy específicos no es conveniente aplazar. El proceso puede tomar meses, y durante este período es conveniente trabajar el duelo por la separación, pues se está ante una pérdida transferencial, pero también real, así como las angustias de diversa índole que pudieran aparecer frente a la pérdida del analista, o en este caso en particular, frente al cambio; este contenido puede surgir de manera directa en forma de preocupación o tristeza, o de forma más velada a través del material de los sueños o la relación de transferencia.


       Ya terminado el análisis, y más en estos casos en lo que es necesario un cambio, ambas partes no vuelven a verse más en esos roles; difícilmente quepa la posibilidad de un re análisis. Sí es posible que en el caso del análisis didáctico el antiguo analista pueda pasar a ejercer otros roles, como el de profesor del Instituto o el de futuro compañero de la misma Sociedad y así ocupar un nuevo lugar en la vida del antiguo analizado. Sin embargo, fuera de esta situación exclusiva de las instituciones psicoanalíticas, es inusual que ambos miembros de la pareja vuelvan a encontrarse. Por ello, sobre esta etapa resulta fundamental el trabajo de la transferencia y no sería descabellado pensar en la preparación progresiva del analizado para el desprendimiento y la separación; la neurosis de transferencia previamente instalada ha de ser paulatinamente resuelta y la libido asida sobre la figura del analista poco a poco retirada de éste, pues hay un duelo que elaborar. Esto facilitaría la posibilidad de un cambio y puede evitar reacciones transferenciales complejas que pudieran entorpecer el trabajo logrado previamente.  En algunas ocasiones, incluso hablar sobre la figura del nuevo analista dentro del espacio de trabajo ayuda a desmitificar el cambio y aproxima esa posibilidad a ser una situación cada vez más real y más digerible, lo cual no necesariamente implica que sea más sencilla.


       A pesar que se espera que, como parte del progreso del análisis, hayan podido trabajarse diversas angustias primarias y se haya logrado el paso a una mejor relación con los objetos internos y un mayor nivel de integración, no necesariamente todos los analizados reaccionan de buena manera ante la terminación. Braier (1986) plantea una serie de situaciones que se presentan en la fase de terminación en aquellas personas que no toleran lo suficientemente bien la separación, entre las cuales se cuentan: sensaciones de abandono y vacío, así como el afloramiento de nuevos conflictos, los retrocesos y empeoramientos para no desligarse del vínculo, el acting out, y las manifestaciones de hostilidad transferencial, además de la reacción terapéutica negativa, acompañadas de algunas manifestaciones de carácter maníaco, como la negación de la pérdida o la desvalorización del analista. Aunque dichas reflexiones van orientadas al trabajo en psicoterapia breve de orientación psicoanalítica, estos fenómenos no quedan excluidos del análisis, sino que por el contrario pueden presentarse de modo más intenso dada la regresión transferencial previamente fomentada, por ello la importancia de trabajar el desprendimiento y la separación de manera acorde y con el suficiente tiempo para ello, sobre todo teniendo en cuenta las características estructurales de personalidad y el tipo de funcionamiento psíquico de nuestro paciente. 


Transitando un nuevo comienzo


       Cuando la terminación ha tenido lugar, es posible iniciar análisis con otra persona diferente. Las características del nuevo analista: género, edad, rasgos físicos, ubicación, y a veces hasta postura teórica, estarán mediadas por elecciones inconscientes y también por lo que se espere del nuevo espacio: es posible que se busque una figura diametralmente opuesta a la del analista anterior, o por el contrario alguien con algunos elementos similares si impera cierta fantasía de continuidad.  En el caso de los análisis didácticos, cuyos objetivos, aunque estén enmarcados en la institucionalidad, no deberían resultar distintos a los del análisis personal, la posibilidad de la elección en muchos institutos está restringida a una lista de miembros titulares en función didáctica, lo que puede hacer más limitada la libertad de elección sobre el nuevo analista, sin contar que es posible que la necesidad de terminar un análisis y comenzar otro nuevo, quizás haya estado condicionada por una exigencia institucional, y no por el verdadero deseo de cambiarse que tenga el analista que comienza a formarse, o porque así se haya considerado pertinente en el proceso anterior.  Distintos autores (Lander, 1993; Himiob 2002; Meliá, 2002) han discutido el peso y la influencia de lo institucional sobre la marcha de estos análisis en particular.


       Sin embargo, independientemente de la causa que lo motive, una vez superada la fase de escogencia y dado el nuevo inicio, el cambio puede resultar provechoso y enriquecedor, ya que se abre la posibilidad de obtener una nueva óptica y una escucha distinta sobre los mismos problemas; también puede que el analizado se anime a tratar diversos temas que le resultaron imposibles de revisar en el proceso previo y, cómo no, que el nuevo analista sea capaz de abordar ciertos conflictos que el colega anterior no pudo ser capaz de ver, tal vez por limitaciones derivadas de sus propios conflictos, o porque la transferencia establecida no lo permitió. Aunque no hay garantía de ello, se esperaría que el nuevo análisis pudiera ser tan bueno o mejor que el que le antecedió.


       Sanchez Medina (s.f.) plantea que, a pesar del cambio de analista, persiste una continuidad inconsciente del proceso analítico, señalando que longitudinalmente éste es uno solo para el analizado. Señala: “lo que cambia es el analista, con las modalidades inherentes a su personalidad y en sus posibles contratransferencias, sin embargo, el proceso transferencial sigue su marcha dentro de la modalidad dinámica del analizado”. Esta afirmación da que pensar; personalmente considero que aunque los modos de transferencia que establece el analizado pueden ser los mismos, la instalación transferencial con el nuevo objeto-analista puede variar de modo importante de la primera experiencia, sobre todo cuando el segundo análisis se inicia años después del primero, quizás porque la persona que en un momento determinado acudió al primer tratamiento, por efecto de éste no es el mismo sujeto, ni percibe ni se vincula igual con sus objetos internos y externos. Por ende, no es absurdo pensar que la aparición de una nueva persona en un momento vital distinto y en un analizado que, se supone, ha logrado trabajar algunos de sus conflictos más primarios, probablemente suscitará transferencias un tanto diferentes que quizás no se hubiesen desplegado antes.


      Sea como fuere, el despliegue de la transferencia y la valoración dirigida hacia el segundo analista, puede tomar un tiempo, seguramente mayor que aquel que demanden las entrevistas iniciales de esta nueva etapa. En el caso que la terminación anterior se hubiese dado de común acuerdo y en buenos términos, es posible que durante un primer período el analizado pueda extrañar y añorar el estilo y la continuidad del proceso anterior y que en un primer momento resulte más difícil la aparición de material nuevo, siendo casuales las referencias al proceso previo e incluso comentarios sobre las interpretaciones que se le hicieron respecto a un determinado asunto en particular. Pasado un tiempo, en el cual el analista deberá esperar pacientemente y si fuese necesario, asumir con entereza la comparación y el duelo por la pérdida recién experimentada, poco a poco el analizado podrá asumir mejor esta nueva etapa y entonces, a la vez que se han establecido nuevas transferencias, éste sin darse cuenta comenzará a mostrar nuevas repeticiones y posiblemente se abrirá la oportunidad para nuevas elaboraciones: se habrá puesto en marcha entonces un nuevo acontecer analítico no exento de semejanzas y diferencias, pero sobre todo lleno de nuevas oportunidades.

Referencias:

Braier, E. (1986). Psicoterapia breve de orientación psicoanalítica. Buenos Aires: Nueva Visión.

Etchegoyen, H. (2014). Los fundamentos de la técnica psicoanalítica (3era Ed.) Buenos Aires: Amorrortu. 

Freud, S. (1912).Sobre la dinámica de la transferencia. En Sigmund Freud, Obras Completas Vol. XII. Buenos Aires: Amorrortu: 1979.

Freud, S. (1914). Recordar, repetir y reelaborar. En Sigmund Freud, Obras Completas Vol. XII. Buenos Aires: Amorrortu: 1979.

Greenson (1976). Técnica y práctica del psicoanálisis (3era Ed). Siglo XXI Editores: México DF: 2004.

Himiob, M. (2002). Algunos problemas de la reglamentación de los análisis didácticos. Trópicos Revista de Psicoanálisis 10, (1). Pp. 145 – 149.

Lander, R. (1993). Topología y formación psicoanalítica. Trópicos Revista de Psicoanálisis 3, (2). Pp. 109 – 115.

Lander, R. (2014). Psicoanálisis, teoría de la técnica. Caracas: Editorial Psicoanalítica.

Meliá, J. (2002). Cultura institucional. Su incidencia en la praxis de los didactas. Trópicos Revista de Psicoanálisis 10, (1). Pp. 150 – 160.


Sanchez Medina (s.f.). El cambio de Analista. ¿Por qué se puede cambiar? Recuperado el 26 de Marzo de 2017 de: https://encolombia.com/medicina/psiquiatria-salud-mental/psicoanalisis-profesion/cambio-analista/

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