El analista y su consultorio...



       ¿Qué es el consultorio y qué representa para el analista? Podríamos comenzar diciendo que por una parte es el lugar de trabajo, ese espacio donde son recibidos los pacientes uno tras otro, día tras día, y que sirve de escenario para la escucha, la elaboración, y la expresión de diversas emociones, desde aquellas más alegres, hasta las más crudas y desgarradoras; en él somos testigos de la evolución, los logros, alegrías y realizaciones de muchas personas, pero también de la crudeza del dolor humano,  por lo que como tal cumple una función fundamental dentro de la práctica clínica cotidiana: sin consultorio no puede haber una praxis del psicoanálisis.

       No obstante, más allá de una oficina o despacho que sirve para el trabajo del psicoanalista, el consultorio tiene una relación muy cercana con él: funge como morada para éste y es casi una especie de confesionario para el paciente; desde lo simbólico, termina representando aquel espacio donde la figura del analista cobra un lugar y donde se ve realizada la práctica, que como sabemos, no es nada sencilla de ejercer. Y así mismo, se convierte en el recinto donde aquel concepto de "campo analítico" cobra vida y sentido, y donde finalmente este abnegado profesional terminará por pasar la mayor parte de los días de su vida, a lo largo de muchos años, escuchando las quejas y el sufrimiento ajeno, a la vez que les intenta dar un sentido para que estas experiencias se puedan tramitar de una mejor manera.

       Así, para el analista, el consultorio no es cualquier oficina; hay una relación particular de cercanía con éste, pues de algún modo forma parte de su identidad como profesional. A pesar de la regla de abstinencia,  el estilo y manera en cómo están distribuidos los muebles, los cuadros que son colgados en las paredes, así como los libros y objetos decorativos que allí se encuentran: plantas, adornos, accesorios... dicen algo de éste y de lo que quiere transmitir a quien acude a su encuentro, más allá que en la mayoría de los casos y salvo algún detalle, la mayoría se cuide de no mostrar demasiado de sí a través de objetos personales. ¿Pero cómo no podría ser así? considerando la cantidad de horas diarias que pasa en él, resulta lógico y hasta necesario que exista armonía e identificación con el sitio en el cual se trabaja, no en vano se ha escuchado decir más de una vez que "se vive en el consultorio, pero se duerme en la casa". Siendo así, si bien ciertamente es de esperar que el paciente se sienta grato en este rincón del mundo tan particular, más importante es que el analista lo haga primero, puesto que incluso cuando no está trabajando con pacientes, es posible que se encuentre allí realizando alguna otra actividad inherente a su práctica. 

       ¿Cómo está pensado y diseñado un espacio de este tipo? En el consultorio psicoanalítico resulta fundamental que exista la posibilidad de tener en principio dos butacas principales, una para el terapeuta y otra para el paciente, las cuales algunas veces suelen ser iguales, otras no, aunque algunos principios más ortodoxos indicarían la necesidad de que fuesen idénticas para no marcar de entrada distinciones entre uno y otro. Éstas algunas veces están colocadas frente a frente, otras tantas en modo lateral, pero lo más importante es que no exista nada que se interponga entre la relación de la pareja analítica: no debe haber por ejemplo un escritorio de por medio que obstaculice el vínculo entre las partes, lo más recomendable es que éste quede a un lado de la butaca o silla del analista, o en un rincón aparte que puede destinarse a entrevistas de otra índole o a otro tipo de trabajos que también forman parte de la práctica del psicólogo o psiquiatra que luego se forma como analista.  Del mismo modo, resulta siempre práctico poder tener otro asiento disponible para al menos una persona más, lo cual será muy necesario si se trabaja con parejas o familias. Además de las butacas, estará por supuesto el diván, ubicado al lado del terapeuta . Este tradicional dispositivo, por una parte es una herramienta de trabajo muy valiosa, pero por otra también se ha vuelto a lo largo de los años un elemento clásico de este tipo de consultorios: aún, quienes con el tiempo han dejado de utilizarlos por diversos motivos, suelen mantenerlo en su consulta como parte de su identidad profesional. 

       En conjunto con todo esto, estarán presentes accesorios más o menos comunes como algunas lámparas, cojines, un reloj a la vista del analista para poder llevar el tiempo de la sesión, los imprescindibles pañuelos faciales, cuadros de todos los estilos, algunos libros relacionados con el oficio, y frecuentemente algún retrato de Freud en alguna ubicación, discreta, pero no oculta,  el cual en algunas ocasiones suele estar acompañado de algún otro famoso analista, Lacán o Klein entre los que más se repiten.  En el consultorio psicoanalítico todo está pensado para generar una determinada atmósfera que brinde calidez y sensación de bienestar; aunque parezca mentira, hay aspectos que también son cuidados como la ubicación o control de la puerta, qué ve el paciente cuando está sentado en su asiento o recostado en el diván, el color de algunos detalles como las alfombras, la temperatura del aire y por supuesto la luz: un ambiente iluminado, pero con calidez, por lo general tiende a favorecer una mayor asociación que un ambiente con tonalidades frías o con demasiada luz. En su conjunto, todos estos elementos y la forma en cómo se conjugan deben propiciar la mayor tranquilidad posible y procurar que el paciente se sienta con el confort suficiente para poder abrirse de cara a su padecimiento mientras es sostenido por la escucha y el decir de su interlocutor. 

       En cuanto a la sala de espera no es siempre un lugar indispensable, pero a veces puede ser útil para que el visitante aguarde antes de su horario, o lo haga algún acompañante. La decoración y distribución de esta área, muchas veces suele ser más neutra que el propio consultorio como tal, sobre todo si es compartida por varios profesionales. lo más importante, es que si tenemos una espera, procuremos en la mayor medida posible que el ruido no interfiera dentro del espacio de consulta, y sobre todo que nada de lo que se diga dentro de éste sea escuchado fuera por un tercero, lo cual generaría infidencias terribles e influiría de forma muy negativa en el curso del tratamiento.  Una buena acústica dentro del despacho, así como un radio o televisor bien ubicados en esta sala de espera, e incluso algún sonido de ambiente musical podrían ayudar a lidiar con estos inconvenientes. 

La consulta del analista en su casa.

       En nuestro caso, a diferencia por ejemplo del médico, o de otros profesionales de la salud, no resulta indispensable atender desde una institución que brinde prestigio o respaldo profesional, entiéndase una clínica o un hospital. En parte, porque la relación con los pacientes al ser muy personal y directa sostiene el vínculo sólo, sin necesidad de este tipo de ayudas y también porque el supuesto saber colocado en la figura del profesional contribuye a ello, sin que tenga que mediar más nadie. Quizás por esto, cada vez son más los analistas que deciden atender desde su casa, tomando en cuenta también una serie de ventajas que proporciona, como el no tener que gastar en el arrendamiento o compra de otro local, o en el pago de los servicios de éste, así como el hecho de evitarse tiempo perdido  trasladándose desde una ubicación a otra producto del tráfico, aunque la distancia no sea demasiada. 

       No obstante, así como atender desde casa puede tener sus ventajas, también tiene sus desventajas. En primera instancia,  debe tenerse presente que si bien la práctica del psicoanálisis puede ser solitaria y a veces hasta rutinaria, esto puede ser un factor que juegue en contra, puesto que el permanecer más tiempo en el trabajo desde casa, puede tender a producir un mayor aislamiento, sobre todo considerando que no se suele utilizar la figura del asistente y que este lugar de consulta no propiciará el contacto y el tener que compartir con otros colegas. De la misma forma, puede resultar un inconveniente cuando se trata de atender a pacientes que pueden resultar peligrosos o que establezcan transferencias más complicadas, ya que aunque no se busque expresamente, le estamos dando una mayor proximidad a nuestra vida personal. Así mismo, otra situación a considerar en estos casos, es que por el mismo hecho de permanecer en el mismo sitio cuando se trabaja y cuando no,  hay un mayor riesgo que el analista se vea absorbido por el trabajo y que las líneas entre vida profesional y personal tiendan a ser más difusas, algo con lo que deberá tenerse un particular cuidado. Tampoco debe dejarse de lado el factor familiar, puesto que para parejas, hijos, entre otros, cuando el analista trabaja desde casa, por una parte está, ya que ciertamente no ha salido, pero por otra no está, puesto que se encuentra trabajando y no debe ser interrumpido por situaciones cotidianas. Estos límites en ocasiones pueden ser confusos y difíciles de entender para la familia, aunque es algo que con el tiempo puede irse dando por sentado y asumirse como algo natural.

       Si por las razones que fuere, se decide tener el consultorio en el mismo sitio donde se vive, lo recomendable es un espacio aparte, como un anexo de la casa, o sino un despacho con entrada y baño independiente. Lo fundamental es que en ningún momento el paciente tenga acceso al área de vivienda y no tenga por qué visualizar ningún tipo de elementos que formen parte de nuestra vida personal. Tampoco deberá decirse de modo expreso que esa es la casa, a menos que resulte demasiado evidente, o que sea aquel quien formule la pregunta, en cuyo caso se trabajará como un aspecto más de la transferencia. Obviamente, esta locación tan particular dará pie a que el paciente imagine algunas historias al respecto, pero  no debemos ser nosotros quienes las fomentemos de entrada. Así mismo, será importante tener otros aspectos en cuenta tales como las facilidades de acceso o estacionamiento, y en la medida de lo posible, tratar de no incomodar a los vecinos.  Desde la persona del analista, el tener que trabajar desde casa, también demandará por otro lado, una mayor interacción con colegas, atender más su vida personal y familiar, así como buscar mayor cantidad de momentos o formas de recreación para evitar verse absorbido por la rutina y su rol profesional, todo en pro de conservar un mayor equilibrio.

Las mudanzas y su incidencia en el tratamiento.

       Hay ocasiones en las que por alguna razón, el analista debe mudar su consulta. Sin embargo, estos cambios, que siempre resultan un dolor de cabeza para el propio profesional, en ocasiones pueden incidir en el tratamiento, sobre todo en el vínculo transferencial. Por ello, no resulta descabellado dar algunas razones al paciente del por qué es necesario el cambio, de modo que no sea vivido como algo impuesto o arbitrario; por supuesto, dependiendo del tipo de paciente y de la transferencia que exista, podrá afectar en mayor o menor medida, por muy válidas que sean las razones para salir de allí y trasladarse a otro lugar. Algunos lo asumirán, sin problema, otros no tanto, pero debe procurarse que esta situación sea lo más digerible posible y que no de pie a situaciones incómodas que pongan en entredicho la continuidad del trabajo terapéutico.

       Procurando la mayor constancia objetal posible, es bueno tener cuidado con no realizar otro cambio de aspectos relacionados al encuadre a la misma vez, tales como el monto de los honorarios, o los horarios de atención. Sin embargo, es probable que aunque se cuiden todas las aristas relacionadas, situaciones de esta índole propicien algunos enredos en la transferencia o sean la excusa perfecta para que detonen algunas resistencias que no habían sido trabajadas oportunamente. Frases como: "el lugar a donde te vas me queda muy lejos", o "hay mucho tráfico hacia allá a esa hora y no voy a poder llegar" la mayoría de las veces terminan escondiendo elementos resistenciales, por lo que será de gran importancia poder trabajar estos cambios con tiempo y con todo el cuidado posible, como cualquier otra situación que concierne a la relación de la dupla analítica.

      Por último, es importante aclarar que esto no aplica en el caso de las migraciones internas o externas que pueda realizar el analista o el terapeuta, ya que de algún modo, más que una mudanza, estaría sobre la mesa la disolución del vínculo de trabajo que se ha sostenido a través del tiempo, y por supuesto, las reacciones de los pacientes serían muy distintas y mucho más fuertes: angustia, tristeza, ira, sensación de abandono... En estos casos resultará fundamental trabajar sobre la finalización del tratamiento, las referencias a otros colegas, y si fuese el caso, las expectativas y la viabilidad de una posible continuidad por medios virtuales, con todo lo que esto conlleva; sin embargo, este es un tema denso que quizás abordemos con profundidad en otra ocasión.

¡Hasta la próxima!

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